Tras ocho años de silencio poético, en los que han visto la
luz dos novelas y dos libros de aforismos, Benjamín Prado (Madrid, 1961)
publica
Nunca es tarde. Se trata de
una obra de madurez en la que, al hilo del redescubrimiento ilusionado y
eufórico del amor pleno atravesada la frontera de los 50, aborda algunos de los
temas de siempre con un estilo directo y transparente, aunque sin olvidar la
imagen sorprendente (“la nieve llora lágrimas de gigante vencido” o “la
serpiente es la última curva de lo esmeralda”) ni el tono aforístico (“Mentir
hace que la verdad no duela”): el compromiso y la denuncia de las injusticias
del mundo, el sentido de la escritura, la reflexión sobre la propia
interioridad, el paso del tiempo –que desemboca en la experiencia íntima de la
muerte-, el viaje y la celebración de la vida y la belleza, ejemplificadas en
el amor. Estos dos últimos motivos son entendidos como una suerte de
redefinición de distancias y fronteras.
El conjunto se estructura en tres partes, cobijadas por dos
poemas, que, concebidos como prólogo (“Cuestión de principios”) y epílogo
(“Punto final”), funcionan a modo de poética, en la que el poeta confiesa su
aspiración: “Un poema que diga también lo que no dice. / Un poema que escuche a
quien lo lee. / Un poema que diga que el que cierra los ojos / es cómplice del
crimen que no ha querido ver”.
La primera sección, “Nunca es tarde”, da título al volumen y
está compuesta por nueve composiciones en las que el amor correspondido supone
un nuevo punto de partida. Además del poema homónimo (“Ya no es tarde, / y si
antes escribía para poder vivir / ahora / quiero vivir / para contarlo”),
destacamos “María y el fantasma” -un sencillo homenaje a Ángel González-, “Libro
de familia” -recuento de los libros y escritores que conforman su geografía
íntima- y “Poesía social” -donde, después de recordar el compromiso de los
poetas del 50, establece su concepción ética del poema: “leerlos fue soñar con
un idioma / sin la palabra usura, /
sin miseria, / injusticia, / desigualdad
/ prohibido…”-.
En la segunda, “Viajes con la azafata”, el viaje en compañía
del ser amado se convierte en el eje vertebrador de ocho textos en los que el yo
poético viaja con María a Cartagena de Indias, San Salvador, la Lisboa de
Pessoa, la Ginebra de Borges y Jerusalén –“Tu nombre quemará mis labios para
siempre”-, o visita la casa de Freud en Viena y la de Juan Ramón Jiménez en
Coral Gables.
De la tercera, “Vida y obra”, la más heterogénea de todas, sobresale
“Su viva imagen”, el poema más intenso de todo el libro, una emocionante elegía
a la madre muerta, en la que Prado consigue crear una emoción en el lector, a
partir de los pequeños detalles, sin caer en lo patético: “Le gustaban la
nieve, los gatos, la familia; / el fuego, / cocinar / los cumpleaños, / llorar
con las películas románticas; / encender velas en las catedrales. / Le
asustaban los médicos, / las llamadas nocturnas, / las tormentas, / el frío /
los reptiles…”).
En resumidas cuentas, un conjunto de poemas de un innegable tono celebrativo, escritos con oficio, en los que el optimismo se impone en una sincera afirmación de la vida.
Autor: Benjamín Prado
Título: Nunca es tarde
Editorial: Visor
Año: 2014 (Colección "Palabra de Honor"); 2015 (Colección "Visor Poesía")
(Publicado en Cuadernos del Sur, 3 de octubre de 2015, p. 7)