lunes, 24 de diciembre de 2018
jueves, 13 de diciembre de 2018
JAVIER SÁNCHEZ MENÉNDEZ: POETA DE LA EXISTENCIA
También vivir
precisa de epitafio. Antología poética (1983-2017), recientemente publicada
por Chamán Ediciones, viene a sumarse a otras tres selecciones de la poesía de
Javier Sánchez Menéndez (Puertorreal, 1964) aparecidas en los últimos siete
años, evidenciando el interés que suscita la obra del poeta, ensayista y
editor, fundador de la editorial La isla de Siltolá: Faltan palabras en el diccionario (Madrid, Libros del Aire, 2011), Por complacer a mis superiores (Sevilla,
Ediciones en Huida, 2014) y Cuarenta y
tres poemas (Colombia, Gamar Editores, 2014). Ahora bien, lo que distingue
a la que nos ocupa de las precedentes es el rigor y la solvencia del antólogo,
José Luis Morante, quien, además de firmar un esclarecedor prólogo, realiza una
acertadísima selección de textos.
Convencido de que toda su obra es un único poema,
reescrito a lo largo de más de tres décadas, el escritor puertorrealeño, lector
inquieto y exigente, que ha configurado una voz propia a partir de una
tradición nutricia, apuesta por una poesía que convierte al yo en materia –aunque
no exista vinculación entre el yo poético y el personal, merced al proceso de
decantación de las palabras en el cajón- de unas composiciones que nacen del
merodeo en torno al desconcierto y de la fuerza fertilizadora de la mirada
extraviada, capaz de ver más allá de la realidad. En este sentido, aunque el
poema pueda surgir a partir de una experiencia anecdótica, filtrada por la
cultura literaria del autor, es la observación reflexiva la que consigue unir emoción
y concepto, sugerencia y hondura, siendo este el límite en el cual lo escrito se
convierte en sacudida, en electrocardiograma de un latido que busca la esencia
del mundo.
En su “opera prima”, Motivos
(Moguer, Ayuntamiento de Moguer, 1983), se vislumbra una voz singular dentro de la
poesía española de los primeros años ochenta, sustentada en un proceso de
ahondamiento y depuración para llegar a lo esencial de la propia existencia.
La defensa de esta singularidad frente a la dominante “poesía
de la experiencia” es más evidente en Derrota
y muerte a los héroes (Valencia, Abalorio, 1988), su libro más
culturalista, escrito desde la conciencia de la opresión que la sociedad ejerce
sobre un yo íntimo.
En 1991 se produce un salto cualitativo, marcado por la publicación
de dos libros: El violín mojado
(Barcelona, Seuba, 1991; segunda edición, Madrid, Libros del Aire, 2013) e Introducción y detalles (Madrid,
Betania, 1991). Tomando como sustrato el amor, el poeta articula el primero como
un único poema fragmentado y explora, de la mano de Nicanor Parra, el verso
libre, cuya cadencia enunciativa le permite indagar en las contradicciones del
sujeto enunciador y en la inestabilidad de una historia de amor.
En esta misma línea escribe Última cordura (Madrid, Betania, 1993), que, junto con los dos
anteriores volúmenes, conforma un interesante e intenso tríptico sobre el amor,
concebido desde la perspectiva de que “el
amor como el aire llena al hombre de humo”.
Pero el carácter efímero de la existencia y del propio
ser se impone. De la cruel y terrible constatación de la nada que somos y del
vacío que nos espera brotan los poemas de La
muerte oculta (Córdoba, Ateneo de Córdoba, 1996; segunda edición, Sevilla,
Vitela, 2014), cuyo desengañado título se sustenta en la revelación y en la celebración
de la herida, fuente de creación y vida.
Definida una poética fundamentada en una profunda
erudición y en un culturalismo vivencial, que acude al trayecto biográfico
propio como fuente inagotable de materia prima, Sánchez Menéndez siente la
necesidad del silencio para crecer y profundizar en las líneas de fuga planteadas.
Así, en 2011, tras quince años, ven la luz dos poemarios: Una aproximación al desconcierto (Sevilla, S.M. Libros, 2011) y Cartoons (Sevilla, La isla de Siltolá,
2011).
Una aproximación al
desconcierto aborda la confusión de la que nace su poesía con la mirada maravillada
de quien desconoce el mundo. El libro se reeditó meses después con abundantes modificaciones;
sin embargo, en palabras de Morante, “la renovada versión destila una perspectiva
estética continuista. A pesar del silencio no hay rupturas en el corpus
múltiple de la obra.”
Cartoons, por
su parte, no es un simple juego culturalista postmoderno, sino que supone una exploración
de las contradicciones que sustentan la existencia humana, tomando como motivo
algunos personajes de dibujos animados.
En el breve poemario Perdona
la franqueza (Córdoba, Detorres editores, 2015) vuelve al versículo del creador
de la “antipoesía”, cuya huella es evidente, además, en el uso de la ironía, en
la dicción y en el sustrato emocional. El verso libre marca el ritmo del
pensamiento del discurso al tiempo que sirve para explorar, de modo
fragmentario, la realidad.
La penúltima estación es El baile del diablo (Sevilla, Renacimiento, 2017), escrito entre
2004 y 2017, donde se traza el itinerario de un hombre que contempla con
sorpresa lo que le rodea –aunque acuda, como contrapunto, al paraíso perdido de
la infancia- y decide dar testimonio de sus dudas y de su fragilidad.
Se cierra el conjunto con cuatro
poemas “de un libro inédito en preparación”, con lo que se refuerza la idea de
obra en marcha y se cumple con el objetivo propuesto por el editor de la presente
antología, que “pretende ser una guía suficiente
del recorrido poético de Javier Sánchez Menéndez entre 1983 y 2017”, mostrando
la orografía de una poesía nihilista y desencantada, austera y directa, irónica
e inconformista, que nace de la contemplación asombrada y reflexiva para
adoptar un molde narrativo -aunque sin abandonarse a la coloquialidad- y que
descree de verdades inamovibles, por lo que muestra, más que las respuestas,
las dudas y las preguntas que sostienen la existencia, fundamentadas en la
intuición de la verdad última: “detrás de todo no hay nada”.
(Publicado en Cuadernos del Sur, 1 de diciembre de 2018, p. 6)
Autor: Javier Sánchez Menéndez
Título: También vivir precisa de epitafio
Editorial: Chamán Ediciones
Año: 2018
Autor: Javier Sánchez Menéndez
Título: También vivir precisa de epitafio
Editorial: Chamán Ediciones
Año: 2018
viernes, 7 de diciembre de 2018
El poema, acto de resistencia moral. Basilio Sánchez
Un poema único compuesto por cuarenta y ocho fragmentos que, de una forma alegórica y utilizando como hilo narrativo el amor entre dos jóvenes, reflexiona sobre la entereza y la perseverancia como únicas maneras de sobrevivir al extravío ético de nuestras sociedades actuales». Con estas palabras, sacadas de las «Notas y agradecimientos» finales, define Basilio Sánchez (Cáceres, 1958) su último poemario, Esperando las noticias del agua, recientemente editado por la editorial valenciana Pre-Textos dentro de su prestigiosa colección La cruz del sur.
Con tal intención, el poeta despoja el poema de cualquier coordenada geográfica y temporal y construye «un escenario mítico», a partir de un profundo proceso de indagación en las entrañas del desaparecido paisaje rural de la infancia. Semejante regreso a los orígenes es un acto de resistencia moral frente a la intemperie de la sociedad actual, en la medida en que pretende encontrar modos de estar en el mundo que ayuden a superar las grietas sobre las cuales se cimenta. Para ello, el yo poético inicia una incierta búsqueda, con el único asidero de la palabra, por los márgenes propios, asomándose al precipicio interior para tantear las preguntas que dan sentido a su existencia y abrirse, inmediatamente, al exterior, consciente de que solo puede ser definido a partir del otro, que actúa como espejo capaz de dar, de la manera más ajustada posible, su medida, y a partir de los vínculos sobre los que se levanta una relación dialógica.
En este sentido, la creación de los dos jóvenes enamorados y el empleo de la tercera persona -que convive en armónica polifonía con la primera e, incluso, con la segunda- permiten un decir plural, que desborda el ámbito de la intimidad individual para alcanzar una intimidad compartida, con lo que el discurso queda abierto a la alteridad y deviene experiencia colectiva.
Y es, precisamente, en esta dimensión de la palabra, donde radica la profunda humanidad que irradian los versos del poeta cacereño. Versos, cabría añadir, de alguien que ha aprendido a mirar con el asombro necesario los pequeños detalles que lo rodean, para fundirse con lo mirado a través de la meditación y destilar lo observado en materia poética.
Este decir es concebido como un susurro al oído, una reflexión a media voz, en la cual el lector se reencuentra con una palabra germinal, nacida del interior del propio ser que la genera y, por tanto, libre de las connotaciones sociales, ideológicas, históricas o culturales que la han ido erosionando. Tan solo desde esta palabra, despojada de excesos verbales, con la que se podrá nombrar de un modo diferente el mundo y, en consecuencia, crearlo, se pueden tener noticias de un agua que purifica y salva, convirtiéndose en horizonte y trinchera, linde y confluencia, refugio y abismo.
(Publicado en Cuadernos del Sur, 1 de diciembre de 2018, p. 7)
Autor: Basilio Sánchez
Título: Esperando las noticias del agua
Editorial: Pre-Textos
Año: 2018
Autor: Basilio Sánchez
Título: Esperando las noticias del agua
Editorial: Pre-Textos
Año: 2018
sábado, 10 de noviembre de 2018
Entrevista en "Piezas", de Canal 54
El pasado 23 de octubre, el nuevo programa cultural de Canal 54 Pozoblanco, "Piezas", que pretende dar a conocer a los creadores de nuestro municipio, emitió su segunda entrega, dedicada a Rafael Sánchez y a un servidor. Aunque cada vez que me veo y me oigo, siento la incomodidad de quien se enfrenta a otro yo, a un impostor, a un alter ego desconfiado, os dejo el vídeo. No sin cierto pudor.
martes, 6 de noviembre de 2018
Amor y muerte, condena y redención
La
concesión de un accésit del prestigioso premio Adonáis a Enemigo íntimo en 1959, y su publicación al año siguiente en la
mítica colección intonsa de Rialp, supusieron el pistoletazo de salida a uno de
los escritores más prolíficos, reconocidos y reconocibles de la segunda mitad
del siglo XX. Cuando apenas queda un año para que se cumpla el quincuagésimo aniversario
de la salida de las prensas de un libro considerado casi de culto por los
lectores más inconformistas del afamado autor cordobés nacido en Brazatortas, sus
perfiles se delinean con mayor nitidez y justicia, en la medida en que el
conjunto, más allá de haber perdido actualidad, ha ganado en consistencia; no
en vano, ha sido reeditado en tres ocasiones –en 1992 por Ediciones La Palma,
en 1999 por Planeta y en 2012 por Vitrubio-, con buena acogida por parte de
público y de crítica.
Pese a la
brevedad de su obra poética, no me parece arriesgado definir a Antonio Gala
como poeta, pues el temblor, el ritmo, la emoción, la plasticidad y la
sensualidad de sus poemas impregna toda una producción literaria que, en
palabras de José Infante, es “múltiple,
brillante y decididamente poética”, pues “la poesía es la nuez alrededor de la
cual ha ido construyendo todos y cada uno de sus libros, la que está en el
centro de su cosmovisión y de la forma de transmitirla a los demás.” En este sentido, debemos afirmar que el resto de su
producción no puede ni debe entenderse sin su poesía, germen y andamiaje de un
universo creativo propio, como él mismo declara entre líneas, con su característica
lucidez: “Todo es poyesis, todo es creación dócil. Una creación que, como un
líquido, toma la forma del recipiente en que se vierte, y es tal forma lo que
diferencia unas artes de otras. Quizá la más difícil de todas, la más alta
–también la más humilde-, sea la poesía: una manera de creación que estriba en
la cristalización del líquido vertido, o en su evaporación, que lo convierte en
un gas teñidor de su entorno. (…) La poesía puede muy poco más que ser sentida,
que ser participada o compartida. Porque no reside en la rima ni en el ritmo,
ni siquiera en las palabras, sino en el estremecimiento que suscitan: es lo que
está en el beso y no es el beso.”
Aunque
incomprensiblemente oscurecida por su producción teatral, periodística,
novelística y guionística, es en este género donde el creador vuela más alto,
en plena libertad y en total comunión consigo mismo, con la palabra y con las
grietas en las cuales se incardina su existencia. Sin embargo, y pese a la
corriente de reivindicación actual, sus versos aún no gozan de la valoración
que se merecen por parte de amplios sectores de la crítica. En esta injusta
apreciación tal vez influya el hecho de que hayan permanecido inéditos, en gran
parte, por su pudor para compartirlos con los demás, al considerar este acto
como una suerte de “estriptis emocional”.
Pese a que
el que el propio Gala, acudiendo al tópico de la “excusatio”, lo defina como un
libro de poemas de la adolescencia, “de una adolescencia más reflexiva,
desalentada por la búsqueda afanosa de la que no está ajena cierta divinidad”,
lo cierto es que en su “opera prima”
aparece el poeta de cuerpo entero, en
plenitud identitaria, un orfebre inconformista que busca la belleza a través
del lenguaje y que, mediante un profundo proceso de introspección, ahonda en
sus propias fisuras para abordar temas como el amor, la muerte, el ansia de
plenitud, el desamor o la soledad. Tal vez, en semejante afirmación subyazca el
hecho de que esta obra nació de una profunda crisis personal. El joven poeta
establece una lucha íntima para definirse que lo lleva a abandonar, cuando
tenía muy cerca la posibilidad de aprobarlas, las oposiciones de abogado del
Estado, a las que se había visto abocado más por complacer a su padre que por
auténtica convicción. Como consecuencia de la convulsión interna experimentada,
decide retirarse a la vida monástica en la Cartuja de Jerez de la Frontera y
acudir a la palabra escrita como instrumento de introspección y
autoconocimiento. Fruto de esta estancia, surge una obra de hondas raíces
grecolatinas, escrita al margen de las tendencias dominantes en la época,
aunque se aprecie en ella la huella del grupo Cántico, entroncada con cierta
tendencia al barroquismo, que, en ningún
momento, se encuentra reñida con el tono meditativo y recogido del poema.
A lo largo
de los veinte poemas, escritos en cuidados versos blancos –heptasílabos y
endecasílabos-, se despliega toda una geografía del amor. El amor es un anhelo
irrenunciable del ser humano. Pese a su condición incomprensible e
inexplicable, se conforma como una vía de entrada en uno mismo (“quiere el
amante a sí reconocerse/en el amor, igual que en un espejo,/sin saber que él es
otro espejo en manos/de otro amante, que a sí mismo se busca.”), convirtiéndose
en un acto de purificación, un sacrificio, para lo cual necesita de una víctima
propiciatoria: el mismo amante. Ante el amor nada puede, no hay voluntad
posible contra él, con lo que el amante queda a merced del amado, transformado
en deseo y enemigo: “Bien sabes, enemigo/mío, que no soy yo el ardiente
crimen/que cometo. Tú has sido quien me impuso/el puñal y la mano,/que no
logran rendirse a tu implacable/amor”.
De este
modo, se aproximan los conceptos de amor y muerte, coordenadas cartesianas de
un hombre (“la vida y el amor transcurren juntos/o son quizá una
sola/enfermedad mortal”) que, en su desesperación, los identifica: “Y dónde
estás, entonces,/amor, tú, muerte, tú, Enemigo íntimo.” El amante arde en
deseos y, en ausencia del amado, se siente exiliado “de aquel reino,/inmediato
y distante, donde es todo/ claridad: no respuesta/sino entregada ausencia de
preguntas.” La ausencia, pues, provoca una herida profunda que lo lleva a una
suerte de autoinmolación en la medida en que el amor deviene búsqueda continua,
no hallazgo: “Buscarte y no encontrarte, mi enemigo/íntimo es el amor”. Solo
así se entiende que el deseo de unidad en el amado sea la mayor aspiración posible,
a la que consagra sus desvelos: “seremos uno” porque “antes éramos uno y todo
quiere/la unidad”. Y es, precisamente, en este camino de busca cuando el amor,
que es condena, se convierte en redención e implica la resurrección del amante:
“al final de una savia prolongada/una pausada sangre,/brota la espiga, desde/la
simiente enterrada.”
Dicho esto,
creo que Enemigo íntimo, aunque no
esté a la altura de El poema de Tobías
desangelado, es su libro más atractivo. Semejante afirmación, aunque
motivada en parte por la intimidad y confianza sobre la que se sustenta la
relación entre lector y obra, está cimentada en los propios valores literarios
–tanto de estilo y de tono como de manejo del léxico y del metro, sin olvidar
el uso inteligente de la imagen- y en el hecho de que en él se contienen muchas
de las líneas de fuga a partir de las cuales el escritor cordobés construye el
resto de su obra dramática, narrativa y, cómo no, poética.
(Publicado en Cuadernos del Sur, el 3 de noviembre de 2018, p. 10)
miércoles, 24 de octubre de 2018
Diversos rostros, una misma mirada reflexiva
En silencio. Alejado de las modas del momento. En los
márgenes del canon. En Córdoba. Ese es el ámbito en el cual Francisco Gálvez
(Córdoba, 1945) ha ido cincelando una voz genuina desde su debut con Los soldados en 1973, el mismo año en que fundó junto a José Luis Amaro y Rafael
Álvarez Merlo la revista Antorcha de paja,
hasta hoy.
Justo ahora que se cumplen cuarenta y cinco años de la
publicación de aquel poemario en El toro de barro, aparece en la prestigiosa
editorial valenciana Pre-Textos, dentro de su colección La cruz del sur, Los rostros del personaje (Poesía 1994-2015),
una extensa e intensa antología de sus últimos libros, que viene a ser una
continuación de Una visión de lo
transitorio. Antología poética 1973-1997, editada por Huerga y Fierro en
1988. Si en aquella ocasión se seleccionaban textos de sus primeros seis
poemarios -Los soldados (1973), Un hermoso invierno (1981), Iluminación de las sombras (1984), Santuario (1986), Tránsito (1994) y El navegante
(1995)-, en el presente volumen se destacan de los cuatro siguientes: El hilo roto. Poemas del contestador
automático (2001), El paseante
(2005), Asuntos internos (2006) y El oro fundido (2015). Además, vuelve a
incluirse Tránsito, reeditado en 2008
por la Diputación de Málaga en su reputada colección Puerta del mar, con
prólogo del añorado Eduardo García. Tal inclusión, pese al conflicto temporal
que provoca entre ambas antologías y pese a
difuminar la importancia de El
navegante, se sustenta en su concepción nuclear; no en vano, supuso una
nítida definición de su poética, al tiempo que marcó un nuevo itinerario,
caracterizado por una mayor amplitud temática, tonal y formal, mostrando al
poeta de cuerpo entero, en plena madurez. Semejante punto de inflexión vino
acompañado del acceso a algunas de las mejores editoriales del país
-Pre-Textos, donde han aparecido El hilo
roto y El oro fundido, e
Hiperión, en la cual vio la luz El
paseante, después de haber conseguido el Premio Ciudad de Córdoba “Ricardo
Molina”- y, por consiguiente, de una mayor atención por parte de la crítica.
Pero más allá de la justificación del propio antologado, quien afirma en la
“Nota del autor” que lo incluye “al considerar que es enlace entre un período y
otro, y principio de otro momento”, la presencia de algunos de los poemas con
los que consiguió el Premio Editorial Anthropos en 1994 permitirá al lector que
no lo haya leído con anterioridad hacerse una representación cabal de los
caminos explorados y del alcance de la travesía iniciada, a la par que muestra
el convencimiento de Gálvez de que toda evolución se produce siempre dentro de
una profunda continuidad, como puede observarse en la heterogeneidad de tonos y
temas que configuran cada uno de sus poemarios.
Los rostros del
personaje (Poesía 1994-2015) acaba de ver la luz precedido de un breve pero
certero prólogo firmado por Vicente Luis Mora, “Rostros en serie. La poesía de
Francisco Gálvez”, en el cual el crítico cordobés desgrana algunas de las
claves de la lírica galvesiana, así como el alcance de la misma y su relación
con la joven poesía cordobesa de los 90.
El acertadísimo título del volumen, tomado de una de las
partes de su más reciente poemario, El
oro fundido, coloca al lector frente al tema que sustenta su producción,
sobre todo, a partir de El paseante y
su afortunado ascendente El navegante:
la problemática del sujeto enunciador. Convencido de que el interés del poema
ya no está exclusivamente en el enunciado en sí, sino en el acto de habla que
supone, con lo cual involucra a un emisor y a un destinatario, el autor crea, a
lo largo de diez libros y de varias plaquettes,
una amplia y variada colección de
personajes poéticos, formados “de un rostro y otro sucesivo”, más o menos
alejados de su voz, que escudriñan lo cotidiano. De todas las máscaras elegidas
para que el ejercicio de definición sea fértil, la tercera persona ha sido la
más utilizada, al posibilitar un decir plural que desborda el ámbito de la
propia intimidad para alcanzar una intimidad compartida, con lo que la anécdota
individual deviene experiencia colectiva. De este modo, ante el espejo de lo
otro, que engendra al “yo” en un incuestionable acto de responsabilidad, este
puede iniciar un camino de conocimiento que le conduzca a tomar conciencia de
sí mismo, de sus límites y de sus grietas, de sus anhelos y de sus
frustraciones… El discurso queda abierto, así pues, a la alteridad, que
adquiere una importancia axial. Solo desde la asunción de esta relación
dialógica es posible la construcción de un yo poético imbricado en el otro. En
mi opinión, esta es la gran aportación de El
hilo roto. Poemas del contestador automático, un libro que, más allá del
posible deslumbramiento provocado por la presencia del motivo de la telefonía,
muestra la incomunicación y la soledad características de nuestra sociedad
actual, al tiempo que ahonda en la depuración, precisión y sugerencia del
discurso lírico.
Junto a este, los otros dos grandes núcleos temáticos de
toda su producción poética son la importancia de la mirada y la conciencia del
paso del tiempo. Para nuestro escritor, el poema es el espacio donde se produce
el desvelamiento de lo concreto y, paralelamente, el cambio de estado de la
experiencia en la palabra, de la reflexión en la emoción; y, para conseguirlo,
el discurso debe nacer de lo cotidiano, de momentos en apariencia
insignificantes que han de ser observados con precisión para bucear no tanto en
el hecho preciso, sino en los márgenes del mismo, donde se produce el asombro
necesario para que el acto de mirar fertilice lo contemplado y tenga lugar, más
allá de la simple apariencia, la revelación del enigma que sustenta el
engranaje azaroso de nuestra existencia. Así, el poema deviene la mirada de
quien escribe, pues su objetivo es hacer más visible lo visible, hacer que la
realidad se despliegue mediante el lenguaje poético y sea, por tanto, más
realidad.
En consecuencia, la dicción tiene que ser sobria y estar
sustentada sobre una sintaxis precisa y calculada, con una cuidada combinación
de metros blancos -que no tiene inconveniente en romper siempre que la
necesidad expresiva lo requiere-. Esta es la estructura ósea de un discurso
poético tejido entre la sutileza y la sugerencia como vía para activar el
pensamiento del lector. Sin perder de vista esta premisa, en los últimos
poemarios se atreve a experimentar con la puntuación, con el versículo e,
incluso, con el poema en prosa, en el cual encuentra el instrumento adecuado por el que hacer
discurrir el pensamiento de manera ordenada y progresiva. En este sentido, la
palabra galvesiana no descansa ni en la metáfora ni en la imagen, sino en la
observación y en la verbalización de la misma, con la intención de insinuar al
lector el misterio sobre el que se levanta el complejo andamiaje de la
cotidianidad.
El paso del tiempo, por su parte, ha sido abordado a través
de distintos motivos. Desde un inicial interés por la fugacidad, la pérdida o
la ausencia, Francisco Gálvez profundiza, con rigor y solvencia, en el motivo
del tránsito, que, según Eduardo García, alude a “la conciencia de la continua
transformación del mundo”, dando como resultado el poemario homónimo, que, en
palabras del escritor cordobés nacido en São Paulo, es una de los escasas
muestras de poesía metafísica existentes en nuestra lengua. Una vez asumido el
cambio continuo, el sujeto decide mirar con serenidad al pasado, a la memoria,
a la ausencia y al dolor sosegado provocado por ella, actuando la mirada de
cauce para el pensamiento, como se aprecia en algunos poemas de Asuntos internos y, sobre todo, en El oro fundido, donde se funde y
confunde con la realidad observada, al tiempo que realiza un ejercicio de
rememoración que no excluye la atención al presente, la reflexión sobre el
tiempo, la afirmación de la vida o la preocupación por la muerte.
En Los rostros del personaje (Poesía 1994-2015) se resumen, pues, algo más de veinte años de creación de un poeta que "no es todo lo conocido que merece", en palabras de Vicente Luis Mora, con quien coincidimos en el deseo de que la presente recopilación contribuya a que su obra alcance la difusión merecida. En este sentido, estamos convencidos de que la exhaustiva selección de textos, que respeta la estructura orgánica de cada libro al incluir las citas y mantener las partes en que se articula, servirá para que el lector se haga una idea bastante certera del alcance de una poesía concebida como un continuo ejercicio de resistencia, de honestidad y de compromiso con la palabra.
(Publicado en "Cuadernos del Sur", el 6 de octubre de 2018, p. 7)
Autor: Francisco Gálvez
Título: Los rostros del personaje
Editorial: Pre-Textos
Año: 2018
Autor: Francisco Gálvez
Título: Los rostros del personaje
Editorial: Pre-Textos
Año: 2018
lunes, 1 de octubre de 2018
Intensidad emocional: los aforismos de Luis Rosales
“El título de este libro no es una palabra, sino un signo o,
leído en posmoderno, un emoticono. Véanlo: […].
El subtítulo “Aforismos extraídos” y el autor, Luis Rosales, explican mucho
mejor su contenido: se trata de una colección de aforismos seleccionados de la
obra poética del estremecido autor de La
carta entera.”
Con estas palabras comienza Enrique García-Máiquez “La vida
es lo junto”, el breve pero clarificador prólogo de esta extensa e intensa
selección de aforismos que acaba de ver la luz en la editorial sevillana La
isla de Siltolá. En ellas se intuye el riesgo de la empresa: el poeta granadino
no escribió ni un solo aforismo; sin embargo, el tono sentencioso y la
profundidad de pensamiento de su poesía le han allanado el camino al editor,
que ha espigado aquellos fragmentos y versos que, representando el mundo
poético del autor, destacan por “su potencia expresiva y su intensidad
emocional”.
En este sentido, “el aforismo rosaliano cumple una
voluntaria función estrictamente poética”, en la medida en que contribuye a
marcar el ritmo del verso libre, dándole intensidad y haciendo que pensamiento
y emoción confluyan y se condensen en un metro que se alarga como en ningún
otro poeta coetáneo.
La lectura de estos fragmentos, en los que se abordan temas
como la identidad, el amor, la mirada, la creación poética, el lenguaje o el
tiempo, es entrar en una puerta giratoria que puede llevar o bien a la poesía
sin límites de Rosales o bien a una relectura celebrativa y gozosa de algunos
de sus versos más significativos, e, incluso, puede actuar como eje sobre el
cual el lector va y viene a uno de los poetas más grandes de la posguerra, cuya
obra siempre es refugio o casa encendida.
[…] Aforismos extraídos
Autor: Luis Rosales
Editorial: La isla de Siltolá, 2018.
martes, 25 de septiembre de 2018
La mirada del poeta: "Las gafas de Pessoa", de Aitor Francos
Las gafas de Pessoa es el sugerente título del libro con el que Aitor
Francos (Bilbao, 1986) ha conseguido el VIII Premio de Poesía Iberoamericana
“Hermanos Machado”. Este poemario, editado por la Fundación José Manuel Lara
dentro de su colección de poesía Vandalia, había sido ya finalista de la última
edición del prestigioso Premio Adonáis y marca un punto de inflexión en una obra compuesta por Igloo (Renamiento, 2011; XIV Premio
Surcos), Un lugar en el que nunca he
escrito (Renacimiento, 2013) y Las
dimensiones del teatro (La isla de Siltolá, 2015), sin olvidar los haikus de
Filatelia (Renacimiento, 2017) ni los
aforismos de Fuera de plano
(Cuadernos del Vigía, 2016; Premio José Bergamín).
Partiendo de la conciencia de
pertenencia a una tradición, que le sirve de sustrato, el poeta reflexiona
sobre la escritura, la identidad, la capacidad del lenguaje para crear realidad
y el extrañamiento. El resultado es un conjunto consistente, articulado en
cinco partes asimétricas: “Los rituales”, “La casa de papel”, “Preparar el
vidrio”, “Los oráculos” y “Los cantos de la tribu”. A lo largo de los cuarenta
y tres poemas, Francos transita por distintos metros e, incluso, diversos
tonos, manteniendo el ritmo y la tensión poética. Con todo, en los que creo que vuela más alto es en los
poemas más breves, en los que consigue despojar a la palabra de lo accesorio
para hablarnos a media voz, reforzando, así, la hondura del poema.
De todos los hilos temáticos, el
que unifica el volumen es la complejidad de la mirada que escruta la realidad,
consciente de la esencia múltiple y variable de esta. Y es, precisamente, de la
observación de ese mundo circundante, en el que se incluyen lecturas y literatura,
de donde nacen los versos del joven poeta bilbaíno. Algunos de las gemas que
encierra el libro son “Primer lenguaje. El maestro del poeta”, “Las gafas de
Pesoa”, “Soliloquio de aquel que comienza a escribir” o “Nulidad”, con el cual siento
una especial e inconfesable afinidad.
Autor: Aitor Francos
Título: Las gafas de Pessoa
Editorial: Fundación José Manuel Lara
Año: 2018
miércoles, 20 de junio de 2018
Melancolía y desarraigo. "El musgo y las campanas", de Alejandro López Andrada
El musgo y las campanas, el más reciente poemario de
Alejandro López Andrada, abre el catálogo de un nuevo sello editorial,
CatorceBis, dirigido por el también poeta Carlos Vaquerizo (Sevilla, 1978). El
sugerente nombre de este proyecto, que dará cobijo a autores de la talla, entre
otros, de Jesús Munárriz, Manuel Moya, María Sanz o Fernando Ortiz, remite al
número de versos de la estrofa por antonomasia, el soneto.
El volumen,
articulado en cuatro partes –“Atrio”, “Prosas ocres”, “Fragmentos del verano” y
“Las sombras vespertinas”- ofrece el lado más íntimo y personal del poeta
nacido en Villanueva del Duque; de hecho, la mayoría de los textos ha ido
viendo la luz en el muro del autor en Facebook al hilo de las sensaciones y
momentos que los han motivado. Pese a que la utilización del lenguaje y la
extensión de los mismos no sea lo establecido al uso en la citada plataforma
social, esta influye en su estructura, especialmente en el caso de las prosas.
En este sentido, la condición de “diario público” o álbum compartido no es
obstáculo para que el autor intente dotar de unidad a esta serie de fragmentos
de su propia interioridad, compartida en la red, al seleccionarlos y ordenarlos,
con vistas a la publicación, pues responden a un impulso común y a una misma
concepción de la poesía y del mundo. Así, el presente libro entronca
directamente con Entre zarzas y asfalto.
El poeta, un hombre
que ha tenido que marcharse de su pueblo natal ante la falta de trabajo
-circunstancia que ya sufrió entre 1986 y 1988-, pasea por la capital
cordobesa, donde vivió durante sus años de estudiante de Magisterio, y escribe
al hilo de los pequeños detalles en los que repara durante su caminar diario. A
ese núcleo se unen los recuerdos del pasado y/o las sensaciones experimentadas
en los regresos vacacionales a las raíces, que se amalgaman en un todo
imposible de disociar.
“Atrio”, que
funciona a modo de patio abierto situado a la entrada, marca el tono y el punto
de vista del conjunto: la sensación de
desarraigo. Este desarraigo, presente en poemarios como Novilunio en Allozo, Álbum de
apátrida o Los pájaros del frío, se
canaliza a través del sentimiento de melancolía y el tono elegíaco característicos
de su poesía, y no de la denuncia social –como hiciera en El jardín vertical o en Los
perros de la eternidad-. El volumen puede leerse, por tanto, como una
metáfora del éxodo rural: “Abandoné el temblor de mis raíces./Piso los surcos/y
oigo a mis espaldas/la mansa eternidad de la pobreza/que antaño vi a mi lado.”
En las veintidós “Prosas
ocres”, este paseante se muestra desubicado en una ciudad que, pese a sus
bondades, se revela hostil en algunos momentos. Por ello, busca refugio en los
espacios en que la naturaleza asoma en forma de parque o se muestra plena, como
en los Sotos de la Albolafia. Las composiciones más emotivas de este bloque son
las cuatro inspiradas en su madre, quien “sigue ahí, con la cabeza llena de
aleteos de golondrinas”: “Fe materna”, “Lágrimas”, “Victoria Andrada, madre” y “Noventa
y cuatro años”. Junto a ellas, conviene señalar las dedicadas a su mujer y a
sus hijas (“Paqui”, “Rocío” y “María Victoria”), escritas todas desde la
sensación de despedida que marca un inevitable aliento melancólico.
En los doce poemas
de “Fragmentos del verano”, la añoranza y el recuerdo de su pueblo se intensifican.
Aparecen, así, los dos temas fundamentales de toda su producción poética: la naturaleza y el
paraíso perdido de la infancia. El amor por la naturaleza es una pulsión
vital; la infancia, por su parte, un paraíso, un territorio literario en el que
se van difuminando los recuerdos, impregnando la poesía de nostalgia, hasta que
la evocación lo invade todo. Especialmente
significativos son “La vereda” y el proustiano “La galleta”. En el primero, se
calza las zapatillas del padre muerto; en el segundo, evoca a su madre joven.
En
los trece poemas que componen “Las sombras vespertinas” aparece el otro gran
tema de su obra: la ausencia y
la muerte, e, íntimamente relacionado, la recuperación de los seres queridos a
través de la memoria. La despedida de sus hijas alimenta “Ellas”; la ausencia
del padre, en cambio, deja “El puente del Río Kwai” y “Borrasca”.
Celebremos,
en definitiva, la valentía de Carlos Vaquerizo al apostar por la poesía en este
nuevo proyecto editorial, al cual deseamos una larga y fértil existencia, y que
sea un escritor cordobés como López Andrada quien inaugure este sueño
editorial.
Autor: Alejandro López Andrada
Título: El musgo y las campanas
Editorial: CatorceBis
Año: 2018
(Publicado en Cuadernos del Sur, 16 de junio de 2018, p. 6)
lunes, 11 de junio de 2018
Luis Bagué Quílez. Mediterráneo: puente o frontera
Convencido de que la lectura ha de ser una experiencia incómoda, Luis Bagué Quílez (Palafrugell, 1978) publica Clima mediterráneo (Visor, 2017; Premio Tiflos de Poesía), un libro que no quiere dejar indiferente al lector, al que, en un trabado ejercicio de tensión y distensión verbal, golpea a través de la palabra concisa y certera, brillante y con aristas.
Su sexto poemario conforma un tríptico espectacular junto a Página en construcción (Visor, 2011; Premio Unicaja) y Paseo de la identidad (Visor, 2014; Premio Emilio Alarcos), y lo consolida como una de las voces más importantes y singulares nacidas en la democracia.
Se trata de un libro profundamente unitario, en el cual se armoniza culturalismo y compromiso, reflexión e intensidad lírica. Está articulado en cuatro secciones polifónicas, en las que el auténtico protagonista es un Mediterráneo que es varios mares y que, por ello mismo, se convierte en símbolo de la sociedad presente, de la vieja Europa en crisis que, con sus grietas e injusticias, se muestra incapaz de estar a la altura del legado recibido y de lo que se espera de ella.
«Mediterráneos» son seis poemas sin título que tienen como protagonista a un mar que es origen y término de nuestra civilización y que, por ello, es concebido «como puerta giratoria», en la medida en que ha sido puente entre civilizaciones, aunque ha acabado convirtiéndose en frontera que separa. «Hecho en España», por su parte, está formada por cinco poemas concebidos como un personal inventario de productos patrios, en los que destaca la fina ironía del poeta. «Alta velocidad», en cambio, son 23 «haikus impuros» que destacan por la agilidad del pensamiento. Por último, en los siete poemas de «Zona residencial» irrumpe un yo, poliédrico y contradictorio, que se nutre de la cotidianidad.
Poema a poema, Bagué Quílez configura un universo poético propio, en el que la ironía y la desmitificación, la decodificación de los mitos, la resemantización de la palabra, el escepticismo, la búsqueda del verbo incisivo y mordaz se convierten en los pilares sobre los que levantar un discurso singular, capaz de asombrar al lector, de quien busca una complicidad activa, que lo enganche definitivamente al poema.
domingo, 3 de junio de 2018
Homenaje a Pablo García Baena en "Suspiro de Artemisa"
El pasado 21 de abril, dentro de la 45 Feria del Libro de Córdoba, se presentó un nuevo número de la revista Suspiro de Artemisa, dirigida por el amigo Calixto Torres, dedicada al gran Pablo García Baena. Como ese mismo día participaba en el II Encuentro de escritores de Los Pedroches, y no tengo el don de la ubicuidad, tuve que excusar mi ausencia en un acto donde hubo muchos y queridos amigos. Hace unos días, recibí por correo un ejemplar de la misma. Ahora comparto con vosotros el poema escrito para la ocasión.
AMOR CLANDESTINO
Espera como solo puede esperar quien ama
clandestino,
con la inocencia del “siempre muchacho”
que se daña en los límites de otro cuerpo refugio.
Advierte que la vida es frágil un instante
y busca en la pantalla espejos de lluvia.
Los absorbe y pide en silencio la palabra que dé
forma a las ascuas,
controlado arrebato,
que prenden, pese al agua,
y se convierten en la arquitectura humilde y tímida
de un hombre de mirada acogedora
que vive para construir puentes
y que espera. Impares. Fila 13. Butaca 3.
lunes, 28 de mayo de 2018
Poesía nacida de lo cotidiano. Conrado Castilla
El pasado viernes 18 de mayo, acompañé a Conrado Castilla en la presentación de su último poemario, Cuando no tenga presente, en la Biblioteca Municipal de Pozoblanco. Os dejo el prólogo que escribí para el mismo.
La poesía de Conrado Castilla nace
de lo cotidiano y explora la propia intimidad en un continuo ejercicio de
funambulismo sobre la superficie de un espejo mínimo que, a través de la
palabra sencilla, se convierte en un mar sin límites. Así, el lenguaje es una
ventana entreabierta desde la que se puede contemplar el cielo, la calle, la
lluvia, el mar… al tiempo que intuye su propia silueta esbozada en el cristal, conformada
por la preocupación ante el paso del tiempo, por el miedo a desaparecer, por el
dolor experimentado a causa de la pérdida, por la evocación de la ausencia y por
la frágil frontera que une memoria y olvido. Con estos mimbres, el poeta
construye Cuando no tenga presente,
título desgarrado y fatalista que surge de la constatación de que nuestro
inexorable final será convertirnos, como decía Góngora, “en tierra, en humo, en
polvo, en sombra, en nada”.
De
semejante angustia existencial nace su escritura: el deseo de ser la huella de
un hombre sencillo que lleva una vida sencilla, entre las clases, la familia,
las lecturas, los amigos… a medio camino siempre entre Lucena y la Costa del
Sol. De este modo, se explica que el mar y las calles no conformen dos espacios
contrapuestos, sino que se amalgamen en un singular paisaje que configura la
existencia del poeta lucentino nacido en Pozoblanco.
Siete
años después de Del tiempo que va y viene
(ediciones Moreno Mejías, Sevilla, 2011), Castilla nos ofrece cuarenta y nueve
poemas distribuidos en dos partes asimétricas: “Desde el umbral del sueño” y
“El crepitar de la memoria”, introducidas por el poema más contundente del
conjunto, “Proemio”, que funciona a modo de poética y traza la hoja de ruta que
pretende seguir en su travesía:
“Casi
todos los días voy,
al
menos un rato, a las palabras.
Unas
veces buscándolas
para crear un poema
y otras, las más,
salgo
al encuentro de versos de otro.”
Se
nos presenta, pues, de cuerpo entero el poeta que lee o el lector que, de vez
en cuando, escribe. Conrado Castilla sabe que la única vía posible para que un
creador vaya configurando su propia voz es la lectura. Como también sabe que la
escritura no debe ser arrebatada. La falacia romántica del poeta poseído por
una entidad superior no se sostiene hoy. Aunque exista el destello y la poesía
tenga un innegable componente irracional, el escritor debe dejar que lo escrito
repose en el cajón y volver sobre ello una y otra vez, escribiendo con letras
mínimas, intentando encontrar la esencialidad de la palabra, resemantizándola a
través de la sencillez.
Para
iniciar este difícil e incierto camino, el autor debe partir de la reflexión
sobre el propio quehacer poético. Solo así podrá crecer, ahondando en el
tratamiento de unos temas y motivos recurrentes.
En
el caso de nuestro poeta y amigo, que ha sentido la necesidad de ahondar en su
propia condición de poeta, la estructura ósea sobre la que levanta este
poemario está ya definida en Tres
esquinas y una más, editado hace catorce años por el Ayuntamiento de Lucena
dentro de su colección Espiral. El primer paso, pues, está dado. Ahora, solo
queda asomarse al abismo, sin arneses ni red protectora, y sentir el vértigo
ante de lo inexplorado.
No
querría cerrar estas líneas sin manifestar la cercanía experimentada durante la
lectura de Cuando no tengas tiempo.
Dicha proximidad se sustenta no solo en la complicidad establecida con algunas
de las líneas de fuga trazadas en varios poemas, muy especialmente en
“Proemio”, sino también en el hecho de que ha sido una de las lecturas con las
que he intentado engañar a las lentas y monótonas “horas de hospital”, vividas
durante las pasadas Navidades junto “A mi padre”. En este sentido, el presente
libro ha cumplido su cometido: formar parte de la biografía de un lector.
jueves, 24 de mayo de 2018
Regresar al origen. Juana Castro y "Antes que el tiempo fuera"
Regresar al origen. Volver a un tiempo previo a la historia. Recuperar la palabra primitiva, despojada de cualquier connotación de tipo social, ideológico, cultural o histórico, convencida de que tan solo un vocabulario germinal, libre de los excesos verbales y nacido del interior del propio ser que lo genera, podrá nombrar de un modo distinto las cosas y, por tanto, crearlas. Tornar a la época inaugural, en la que solo existía una deidad femenina, anterior a las divinidades patriarcales de las tres grandes religiones monoteístas, la Gran Diosa o Gran Madre. Reingresar en un mundo edénico, donde la naturaleza y el propio cuerpo femenino se confunden a través del símbolo de «un fósil llamado Amaltheus, un cefalópodo gigante parecido al caracol» que habitó en los mares de los que emergieron Los Pedroches hace unos cuatrocientos millones de años...
El hallazgo de esta huella de vida en la piedra es el cable sobre el que Juana Castro vuelve a suspenderse, sin red protectora, para asomarse al abismo y sondear las preguntas que dan sentido a una existencia particular y a los vínculos que un yo, irrenunciablemente femenino, establece con la sociedad en que vive. La evidencia de este atávico proceso de introspección y, al mismo tiempo, de indagación en las entrañas del paisaje rural de la infancia -territorio emocional explorado por primera vez en Fisterra-, del que regresa indemne es, haciendo suyo un verso de Fina García Marruz, Antes que el tiempo fuera (Hiperión, 2018), poemario que le ha valido el XXV Premio de Poesía Ciudad de Córdoba Ricardo Molina.
Para seguir leyendo pica aquí.
(Publicado en Cuadernos del Sur, 19 de mayo de 2018, p. 6)
viernes, 18 de mayo de 2018
Antonio Colinas, esencial
El sábado 12 de mayo tuvo lugar el acto de entrega del Premio de Poesía Ciudad de Cabra a Antonio Colinas por el conjunto de su obra, entre la que destacaría por la influencia que han tenido en mí como lector y escritor Preludios a una noche total, Sepulcro en Tarquinia, Noche más allá de la noche, Tiempo y abismo o Desiertos de la luz. Para mí fue un gran honor y un placer poner voz a uno de los poemas del maestro leonés, "Desiertos de la luz", del libro homónimo.
De repente, he recordado que en 2015 colaboré con un poema titulado "Escribo", junto a otros 53 poetas, en un libro homenaje con motivo de los cuarenta años de la publicación de Sepulcro en Tarquinia. En el volumen, publicado por La Isla de Siltolá, y coordinado y editado por Ben Clark, que también estuvo en Cabra, colaboraron autores de la talla de Antonio Gamoneda, Pablo García Baena, Francisco Brines, Antonio Carvajal, Clara Janés, Jaime Siles o Chantal Maillard, por citar solo algunos.
jueves, 10 de mayo de 2018
Diversas miradas sobre Cántico
La
tradición trascendida. Cántico y su época es una de las
múltiples publicaciones celebrativas que, a lo largo del 2017, han visto la luz
para homenajear a Ricardo Molina en el centenario de su nacimiento, y al grupo Cántico y la revista homónima, de cuyo
primer número se han cumplido 70 años, aunque esta efeméride haya pasado casi
desapercibida.
Tras la protocolaria
introducción de la coordinadora del libro, Balbina Prior, donde se justifica la
necesidad del mismo y su carácter heterogéneo, al tiempo que se esbozan los
diversos artículos que lo integran, se despliegan doce epígrafes pretendidamente
asimétricos.
Grupales son las
aproximaciones de Luis Antonio de Villena y Juan de Dios Torralbo. El primero firma
“Pequeño diccionario íntimo del grupo Cántico”,
un compendio de anécdotas escrito desde un punto de vista vivencial y desde la
proximidad literaria. Villena conoció en su juventud a todos los miembros,
excepto a Ricardo Molina, manteniendo, desde entonces, una relación de amistad,
fundida con una admiración literaria declarada. Concluye su evocación afirmando
que “Cántico en suma –poetas y pintores- es una galaxia y si ya es muy
celebrada, aún está lejos de ser entendida en todas sus dimensiones y en su
notable y diferente apuesta estética, dentro de la vida española de su tiempo,
no concluido.” El segundo, con “Un paso en la aclimatación de literatura
extranjera en España: internacionalización y apertura del grupo Cántico”, profundiza
en la independencia y singularidad de unos creadores en una “ciudad de
provincias inmóvil y conservadora”, destacando su carácter pionero a la hora de
introducir en nuestras letras a ciertos autores extranjeros como T.S. Eliot, Auden,
Milosz o Claudel.
De
Ricardo Molina se ocupan José María de La Torre, Javier Lostalé, Antonio
Colinas y Olga Rendón Infante.
José
María de La Torre, responsable de la edición en dos tomos de la Obra poética (Visor, 2007) del pontanés,
presenta en “Dos inéditos de Ricardo Molina” un par de textos desconocidos hasta
ahora: el primero, un poema titulado “Algo mío”; el segundo, una carta dirigida
a Miguel Molina Campuzano, escrita el 7 de mayo de 1948.
Acto
seguido, Javier Lostalé acude a la expresión “Hombre solar”, con la que Pablo
García Baena definió a su compañero y amigo, y analiza el amor como eje nuclear
de su poesía.
La
inteligencia, la sutileza y el conocimiento vivencial de Antonio Colinas maceran
en “Aroma de leyenda”, escrito desde la dimensión subjetiva que la muerte
temprana del poeta proyecta sobre su vida y sobre su poesía. La grandeza de
Ricardo Molina para el autor nacido en La Bañeza radica en su capacidad para crear
un ámbito eterno, el de la sierra cordobesa, imposible de comprender si no
tenemos presentes tanto su obra como la de Góngora. Igualmente, reivindica la
novedad de su estética en plena posguerra, un panorama polarizado entre el
“compromiso” y el “neoclasicismo”, al apostar por una poesía de la emoción.
En
la misma línea que de La Torre, Olga Rendón Infante presenta dos cartas
inéditas escritas por Vicente Aleixandre a Ricardo Molina en mayo y junio de
1967, pocos meses antes del fallecimiento de este en enero de 1968.
De
Juan Bernier, por contra, tan solo se ocupa Ángel L. Prieto de Paula en “Juan
Bernier, entre el yo y el mundo”. Además de destacar el papel cohesionador del
mayor de todos los miembros del grupo, capaz de poner en contacto a unos con
otros en torno a unas aficiones poéticas, musicales y pictóricas comunes, el
crítico salmantino define las líneas esenciales de la poética de Bernier, que,
en su fusión de existencialismo y poesía social, “desnaturaliza la estética
asumida”, presentándose como “un disidente de la estética arquetípica del grupo
representada por Pablo García Baena y Ricardo Molina, y mucho más tardío en la
publicación, Julio Aumente”.
Pablo
García Baena, fallecido apenas un mes después de la aparición del volumen que
nos ocupa, nutre las aproximaciones de Felipe Muriel, “La figura del poeta en
la obra de Pablo García Baena”; de Aquilino Luque, “Pablo y la berza”; de Jesús
Munarriz, “Una cita otoñal”, y de Antonio Moreno Ayora, “Pablo García Baena:
Tres fuentes para su estudio”.
García
Baena es, según Felipe Muriel, “el más preocupado por la palabra exacta, el
modulado del verso y el ritmo” de sus compañeros a la hora de construir una
poética singular a partir de dos planos aparentemente excluyentes: el arrebato
y la depuración.
Mientras
que Aquilino Luque recuerda, desde su memoria como lector y como amigo, la
figura y la obra del escritor cordobés,
notando su oposición estética a autores como Hierro, Celaya o Blas de Otero,
Jesús Munárriz rememora sus encuentros otoñales con el ya anciano y premiado
presidente del jurado del Premio Ciudad de Córdoba “Ricardo Molina”.
Antonio
Moreno Ayora, en cambio, deja constancia de tres estudios recientes sobre su poesía:
Pablo García Baena: la liturgia de la
palabra, de Antonio Rodríguez Jiménez, Cántico.
Resistencia y vanguardia de los poetas de Cántico, de Rosa Luque Reyes, y Pablo García Baena. Antología (1943-2016),
selección y estudio de José Infante.
Por
su parte, Mario López recibe únicamente la mirada cómplice de Carlos Clementson.
En “Mario López en sus paisajes del alma”, además de contar el primer encuentro
entre ambos en otoño de 1969, auspiciado por Jacinto Mañas, traza una semblanza
biográfica de diecinueve páginas, antes de dar unas breves pero certeras
pinceladas sobre un poeta netamente andaluz, afincado “en la tierra y el
espíritu de su tierra”.
Asimismo, Vicente Núñez es objeto de estudio por
parte de Antonio Varo Baena, quien, en “Una interpretación sartriana de Los himnos a los árboles”, indaga en el
sustrato filosófico sobre el que germinan sus versos.
Julio
Aumente centra la atención de Francisco Ruiz Noguera en “Julio Aumente: la
pasión, la vida, la belleza”. El profesor malagueño divide su producción en
tres etapas: una primera en la cual conecta con las preocupaciones estéticas,
morales e ideológicas del resto del grupo; una segunda de un claro esteticismo
decadentista, unido a una “hondura en la meditación”, y una tercera marcada por
un lenguaje directo y de la calle, que revela la “pasión de Aumente por la
vida, el amor y la belleza”.
Cerrada
la nómina canónica, es el turno de José de Miguel, quien, pese a no pertenecer
a Cántico, tuvo relación con sus miembros nucleares. José María Barrera López
firma “José de Miguel, un destino de belleza y realidad en el grupo Cántico de Córdoba”, y destaca que su producción
más genuina se caracteriza por la “aguda sátira y el sarcasmo a través de
personajes-símbolo”.
Sorprendentemente,
Ginés Liébana es, junto a Ricardo Molina y a Pablo García Baena, a quien se le
dedica mayor atención. Tres textos dimanan de él. El propio Liébana colabora con
un poema inédito titulado “Retrato de Cristo visto a lo Arcimboldo”, al tiempo
que es materia de sendos artículos firmados por Bernd Dietz, “La poesía secreta
de Ginés Liébana”, y por Miguel Losada, “Ginés Liébana colgando las preguntas
en el vestidor de la belleza”. El primero aborda las claves de su creación poética;
el segundo recorre amistades y anécdotas del incombustible personaje fabricado
por él mismo. Sin embargo, Miguel del Moral tan solo recibe la aproximación tangencial
de José María Báez en “El surrealismo en Cántico
a través de Pablo García Baena y Miguel del Moral”, donde analiza la relación
del grupo con el movimiento de vanguardia a través de la pasión de García Baena
por el cine y de las ilustraciones de del Moral.
Por
último, Balbina Prior firma dos artículos que pretenden visibilizar a Rocío
Moragas: “Rocío Moragas: ¿En la órbita de Cántico
o un verso suelto?” y “Pilar Paz Pasamar: un recuerdo imborrable”. Pese a no
haber pertenecido al grupo, Moragas mantuvo una relación de amistad con varios
de sus componentes y participó en múltiples reuniones, llegando a publicar dos
libros en la década de los 50.
Cierra
la miscelánea una brevísima muestra de diez poemas firmados, y cito por orden
de aparición, por Francisco Gálvez, Juana Castro, José Infante, Manuel Neila,
Luis Alberto de Cuenca, José Teruel y Ángel Rodríguez Abad, en los que se
homenajea a los diferentes miembros del grupo.
Este
volumen supone, en definitiva, pese a la heterogeneidad de las miradas y
enfoques, una interesante ventana para asomarse, una vez más, a Cántico, que
marcó la poesía española de postguerra y planteó una auténtica renovación del
discurso lírico.
(Publicada en Cuadernos del Sur, el 21 de abril de 2018, p. 6)
Autor:
VV.AA. Edición de Balbina Prior.
Título:
La tradición trascendida. Cántico y su época
Editorial: Ediciones de La Revista Áurea
Año: 2017
Año: 2017
sábado, 5 de mayo de 2018
Kilómetro cero
El pasado 21 de abril, tuvo lugar en Villanueva de Córdoba el II Encuentro de escritores de Los Pedroches. Con motivo de dicha reunión, se ha editado por parte del Ayuntamiento de la localidad jarota un libro titulado Kilómetro cero. En él se recoge un texto de cada participante escrito para la ocasión, en el que se debía hacer referencia al pueblo o a su patrimonio, material o inmaterial. Mi colaboración fue una serie de siete haikus. Os dejo alguno de ellos.
El encinar
se compacta hacia el este.
Sostiene el cielo.
***
Una mujer
y un cercado de piedra,
tejido hilo a hilo.
Pero, si por alguno siento predilección es por el siguiente:
Radiografía:
el pueblo se despuebla,
agazapado.
El problema que plantea, el más grave de todos los que afectan a Los Pedroches, cuyos dirigentes políticos siguen viviendo de espaldas a él, es el envejecimiento y la despoblación de la comarca. Nuestra auténtica espada de Damocles.
jueves, 19 de abril de 2018
Ana Castro y "Vértices"
El pasado 17 de marzo, Ana Castro publicaba en el semanario La Comarca un artículo titulado "La llegada de los nuevos padres", entre cuyos hilos se hace referencia a mis Vértices. Vaya desde aquí mi gratitud por su generosa lectura.
Durante la entrega el pasado domingo 8 de abril del Premio Solienses a Ana por El cuadro del dolor, hubo muchos momentos mágicos entre la luz y los muros de Pedrique. De todos esos instantes, en mi retina quedará el encuentro de Ana con Blanca y Marta.
Durante la entrega el pasado domingo 8 de abril del Premio Solienses a Ana por El cuadro del dolor, hubo muchos momentos mágicos entre la luz y los muros de Pedrique. De todos esos instantes, en mi retina quedará el encuentro de Ana con Blanca y Marta.
lunes, 9 de abril de 2018
20 años
"Cuando de casi todo hace ya veinte años..." solía repetir Jaime Gil de Biedma, con un inevitable tono melancólico, al recordar sus años de juventud y los inicios del grupo de los cincuenta.
El 8 de abril de 1998, un joven recitaba en el bar Can Can, dentro del ciclo "Noches de Can Can", algunos de los poemas con los que estaba tejiendo su primer libro y otros que no llegaron a formar parte de él. Con motivo de aquella lectura, Raúl Alonso publicó un cuaderno, adelanto de Los lugares públicos, en su editorial "El Minotauro". Vaya desde aquí mi gratitud por aquella oportunidad.
Desde entonces, y puesto que veinte años sí es algo -como matiza Luis García Montero al reeditar sus Habitaciones separadas-, han ido viendo la luz los libros y cuadernos que hoy he dispuesto ritualmente sobre la mesa en que suelo leer y escribir. Varios de ellos llevaban años reposando en los anaqueles de mi desordenada biblioteca.
sábado, 17 de marzo de 2018
"Bibelot", en "Cada palabra cuenta"
Como me fue imposible asistir a la presentación, no he podido ver el volumen hasta que mi buen amigo Paco Carrasco me lo ha hecho llegar. Solo puedo tener palabras de gratitud para esta asociación, que tanto está haciendo por la narrativa corta, por contar conmigo para este proyecto.