Ni diosa, ni dulce ni serpiente es el verso de Juana Castro que sirve de título a la más reciente antología de poesía femenina cordobesa, que, según el poeta lucentino Jacob Lorenzo, responsable de la misma, “abarca las inquietudes y el ritmo de la vida poética de nuestras escritoras”.
El volumen, editado con elegancia y mimo por la Diputación de Córdoba, con una sutil combinación de ahuesado y fucsia oscuro, se abre con dos breves notas introductorias: una firmada por la Diputada de Cultura, Salud Navajas, y otra por el antólogo, titulada “Esta guarida azul no estaba escrita”. Acto seguido, se ofrece la escueta muestra de la producción poética de las treinta y cinco autoras seleccionadas. Cada una de ellas es presentada en una página fucsia oscuro, en la cual aparecen, además de su nombre, una poética, el lugar y la fecha de nacimiento. Tras esta página de presentación, se dispone otra en la que se incluye una reseña biobibliográfica y, por último, dos poemas, que, aunque sepan a poco, sirven, en la mayoría de los casos, para confirmar la talla de múltiples voces conocidas o para dejar la puerta entornada y avivar la curiosidad del lector.
Este libro supone una piedra más en la construcción y en la reivindicación de una genealogía femenina, que ha sido y es el gran legado de escritoras como la desaparecida Concha Lagos o de las actuales madres de la poesía cordobesa: Juana Castro, Soledad Zurera, Ángeles Mora, Concha García y María Rosal; no en vano, aparece cuando se cumplen veinte años de la publicación de la célebre antología Estirpe en femenino, en la cual Pilar Sanabria reunió a veintiocho poetas cordobesas. De hecho, el propio Lorenzo confiesa que su selección es la continuación de “un camino abierto hace veinte años por la poeta Pilar Sanabria”.
La aparición de cualquier antología suscita suspicacias y elogios a partes desiguales, pues deviene, por definición, en una instantánea parcial e incompleta de la poesía contemporánea y de los gustos, de las inquietudes, de las amistades o de los intereses de la persona que la realiza. Y es, precisamente, esta dimensión la que sirve para calibrar la necesidad o contingencia de la misma, pues el tiempo será el juez implacable de todas y cada una de las decisiones tomadas por el colector.
Jacob Lorenzo lo sabe y en la citada nota inicial reconoce que ha sido “una selección difícil, que ha tenido como referencia el recorrido y la calidad de las obras seleccionadas”. Además de resaltar la dificultad de la empresa, explicita los dos criterios de selección: por un lado, la trayectoria de las poetas; por otro, la calidad de sus obras. La primera pauta parece más objetivable; en la segunda, radica el riesgo innato que asume todo antólogo y su agudeza lectora.
Sin intención de polemizar, pues no creo que conduzca a ningún lado enredarse en ausencias o presencias, y partiendo del convencimiento de que toda antología es una apuesta personal de quien la firma, llama la atención, además de que no estén cuatro autoras tan significativas como Matilde Cabello, Inmaculada Mengíbar, Elena Medel o María Sánchez, el hecho de que diecinueve de las treinta y cinco mujeres antologadas hayan nacido después de 1978.
La primera observación puede ser simple contingencia y escapar a lo puramente literario; en cambio, la segunda, aunque es incuestionable que hoy hay más poetas jóvenes que nunca, es una arriesgada apuesta por parte de quien realiza la selección.
El resultado es un volumen heterogéneo, que nos muestra a treinta y cinco poetas muy dispares, separadas por un arco temporal de 56 años, los que hay entre el nacimiento de Juana Castro (Villanueva de Córdoba, 1945) y Victoria García (Sevilla, 2001). Entre medias, se ofrecen diversos planteamientos éticos y estéticos ante el acto creativo, en la mayoría de los cuales late un innegable componente reivindicativo que, en los casos más destacables, lleva aparejada una inevitable reflexión a partir de la propia praxis poética.
Ahora es el turno de que el lector se demore en los contornos de la fotografía que se le ofrece, en la que hay voces de una altura e intensidad incuestionables junto a ecos, algunos de los cuales aún deben pulir el latido del poema, y se deje llevar más allá de los bordes de la misma para disfrutar de la fértil y compleja realidad poética de la provincia de Córdoba.