Dos años después de aparecer la revisión de toda su producción poética bajo el título de El uso de radar en mar abierto. Poesía 1992-2019 (La Bella Varsovia, 2019), Martín López-Vega (Póo de Llanes, 1975) publica Egipcíaco (Visor, 2021). Este adjetivo, de innegable valor simbólico, se aplica, según se recoge en la cita inicial, a un medicamento que, siguiendo el Diccionario de la lengua española, está “compuesto de miel, cardenillo y vinagre, que se usaba para la curación de ciertas llagas”. La poesía, pues, para el poeta asturiano -uno de los más inconformistas tanto con el andamiaje verbal como con la concepción del discurso poético, que está en continua revisión y adaptación a las coordenadas vitales-, tiene, fundamentalmente, una función sanadora: “iluminar zonas a oscuras”, para así, restañar las heridas y ahondar en la grieta de la cual emergemos.
El libro, que mantiene las características que han hecho de López-Vega una de las más voces reconocibles del actual panorama poético, redefine, al mismo tiempo, las líneas de fuga planteadas en sus tres últimas entregas: Adulto extranjero (DVD, 2010), La eterna cualquier cosa (Pre-Textos, 2014) y Gótico cantábrico (La Bella Varsovia, 2017), en los que la palabra bucea descaradamente en la memoria sentimental del propio autor para celebrar el momento presente, entremezclando lo confesional (“Los gatos de Niembru o bien Visita de la hija inexistente”, “Los recogedores de ocle o bien Carta al padre” o “Un episodio personal”) y lo anecdótico (“Tema de redacción”); las raíces de su tierra natal (“Los recogedores de ocle o bien Carta al padre”) y el cosmopolitismo (“Un país febril”); la memoria, que es anclaje (“Ivierno mandadero” o «Un episodio personal”), y lo no sucedido, que es fractura (“Los gatos de Niembru o bien Visita de la hija inexistente”); la austera narratividad (“Otro ensayo sobre el día logrado”) y el lirismo contenido (“Si quisieras” o “Rú yì”); la gravedad (“Escrito en el libro de visitas de la casa de Manuel de Falla en Alta Gracia” o “Julián”) y el humor (“Recital en el manicomio”), que se mece entre la ternura (“Mi abuela: Poesía completa”) y la ironía (el magnífico poema final “Epílogo a la vida y hechos de San Martín Egipcíaco”).
Este sujeto poético creado por López-Vega, y que tiene mucho de él, es contradictorio y presenta múltiples aristas. El poeta se refiere a él en tercera persona, pero se vuelca en él como nunca, consciente de que, cruzada la frontera de los cuarenta, es momento de hacer balance y de afrontar los conflictos de identidad, sabiendo que el dolor, el fracaso, la ausencia o el desengaño son oportunidades de aprendizaje que le hacen celebrar los pequeños detalles cotidianos. De este modo, se establece una fértil relación dialógica con el otro, que es uno mismo, con lo que sujeto y objeto se funden y confunden en una poesía que no ha de centrarse en buscar las respuestas, sino en hallar los interrogantes que nos sostienen.
Egipcíaco es, pues, otra muestra del carácter inquieto y de la libertad expresiva de Martín López-Vega, quien asume riesgos como vía de crecimiento, descreyendo de dogmas y confiando en la palabra.