miércoles, 14 de octubre de 2015

"Nunca es tarde", de Benjamín Prado: amor, literatura y compromiso.


Tras ocho años de silencio poético, en los que han visto la luz dos novelas y dos libros de aforismos, Benjamín Prado (Madrid, 1961) publica Nunca es tarde. Se trata de una obra de madurez en la que, al hilo del redescubrimiento ilusionado y eufórico del amor pleno atravesada la frontera de los 50, aborda algunos de los temas de siempre con un estilo directo y transparente, aunque sin olvidar la imagen sorprendente (“la nieve llora lágrimas de gigante vencido” o “la serpiente es la última curva de lo esmeralda”) ni el tono aforístico (“Mentir hace que la verdad no duela”): el compromiso y la denuncia de las injusticias del mundo, el sentido de la escritura, la reflexión sobre la propia interioridad, el paso del tiempo –que desemboca en la experiencia íntima de la muerte-, el viaje y la celebración de la vida y la belleza, ejemplificadas en el amor. Estos dos últimos motivos son entendidos como una suerte de redefinición de distancias y fronteras.
El conjunto se estructura en tres partes, cobijadas por dos poemas, que, concebidos como prólogo (“Cuestión de principios”) y epílogo (“Punto final”), funcionan a modo de poética, en la que el poeta confiesa su aspiración: “Un poema que diga también lo que no dice. / Un poema que escuche a quien lo lee. / Un poema que diga que el que cierra los ojos / es cómplice del crimen que no ha querido ver”.
La primera sección, “Nunca es tarde”, da título al volumen y está compuesta por nueve composiciones en las que el amor correspondido supone un nuevo punto de partida. Además del poema homónimo (“Ya no es tarde, / y si antes escribía para poder vivir / ahora / quiero vivir / para contarlo”), destacamos “María y el fantasma” -un sencillo homenaje a Ángel González-, “Libro de familia” -recuento de los libros y escritores que conforman su geografía íntima- y “Poesía social” -donde, después de recordar el compromiso de los poetas del 50, establece su concepción ética del poema: “leerlos fue soñar con un idioma / sin la palabra usura, / sin miseria, / injusticia, / desigualdad / prohibido…”-.
En la segunda, “Viajes con la azafata”, el viaje en compañía del ser amado se convierte en el eje vertebrador de ocho textos en los que el yo poético viaja con María a Cartagena de Indias, San Salvador, la Lisboa de Pessoa, la Ginebra de Borges y Jerusalén –“Tu nombre quemará mis labios para siempre”-, o visita la casa de Freud en Viena y la de Juan Ramón Jiménez en Coral Gables.
De la tercera, “Vida y obra”, la más heterogénea de todas, sobresale “Su viva imagen”, el poema más intenso de todo el libro, una emocionante elegía a la madre muerta, en la que Prado consigue crear una emoción en el lector, a partir de los pequeños detalles, sin caer en lo patético: “Le gustaban la nieve, los gatos, la familia; / el fuego, / cocinar / los cumpleaños, / llorar con las películas románticas; / encender velas en las catedrales. / Le asustaban los médicos, / las llamadas nocturnas, / las tormentas, / el frío / los reptiles…”).
En resumidas cuentas, un conjunto de poemas de un innegable tono celebrativo, escritos con oficio, en los que el optimismo se impone en una sincera afirmación de la vida.

Autor: Benjamín Prado
Título: Nunca es tarde
Editorial: Visor
Año: 2014 (Colección "Palabra de Honor"); 2015 (Colección "Visor Poesía")


(Publicado en Cuadernos del Sur, 3 de octubre de 2015, p. 7)

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