Vértices ya es una realidad. Para celebrarlo, os dejo el poema que lo abre, "Iluminaciones", entre cuyos hilos aparece un homenaje a todas esas personas anónimas que han luchado para que se haga justicia y el tren pare en Los Pedroches.
ILUMINACIONES
Una niña contempla el bosque.
Lo piensa más allá de los cercados
y los signos dispersos del otoño.
Busca la cicatriz metálica
que arranca las encinas de raíz,
la indiferencia horaria de los trenes
y la mirada opaca del viajero
que olvida su costumbre de insistencia y extrañeza.
La niña es dignidad. Es exigencia.
Pide que los vagones paren unos minutos
en una tierra ajena a los raíles,
donde solo se detiene el olvido,
rebosa el cielo de banderas rojas
y construye estaciones-isla.
Bajo sus pies, sentado en una roca, hay un hombre.
Él es la propia piedra sobre la que la niña se descalza y
se aúpa.
Acumula intemperies,
pero se siente el árbol báltico
que sostiene los nueve mundos en equilibrio,
y retorna a la memoria y a los sueños
para poner los ojos en este bosque abstracto
y sentir el consuelo
de la belleza momentánea.
Los dos desaparecen con el sol.
La noche los absorbe y los disuelve.
Unánime.
Me asombra el modo en que la oscuridad
se convierte en paisaje sin límites
y un río de alquitrán y luces
se adentra entre los árboles.
Y los enciende y apaga.
Establece la espera sus fronteras.
Escondidas y frágiles.
Y trama un orden para lo contiguo.
Las efímeras iluminaciones
ocultan la ventana desde la cual otro hombre
inventa el punto en que se encuentran hija y padre.
Como dije en Facebook, no podían ser otras las manos que abriesen la caja y tocasen el libro con el que se hace realidad un sueño, pues todo Vértices es de Blanca y Marta.
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