Todo aniversario es rito, la colocación de un hito kilométrico al lado del camino para dejar constancia del trayecto recorrido. En este sentido, es un acto a medio camino entre lo público y lo privado que, al proyectarse hacia el otro, deviene celebración. Tal condición celebrativa genera una sinergia que encierra la capacidad de mover el ánimo de quien lee y de crear una corriente de solidaridad emotiva con él. Jordi Valls (Barcelona, 1970), una de las voces más interesantes de la actual poesía en catalán, acaba de transitar los primeros veinticinco años de un itinerario iniciado en 1995 con D´on neixen les penombres? y, para conmemorarlo, publica Penumbras, en la editorial barcelonesa Godall Editions, dentro de su colección Alcaduz.
En el presente volumen se recogen once de sus doce libros, sintetizados en cuarenta y nueve poemas que, por primera vez, pueden disfrutarse en edición bilingüe. El responsable de la selección y traducción es el escritor y crítico José García Obrero, quien, además, firma un interesante prólogo.
El simbólico título del conjunto nos sumerge en una poesía contemplativa e introspectiva, no exenta de ciertas aspiraciones metafísicas, que parte de lo cotidiano y de la constatación de que la realidad no es unívoca para crear un discurso de finas aristas que, tras asumir el descrédito de los valores establecidos desde la imposición de un orden moral y social que está dando muestras de agotamiento, intuye, a través de la mirada del poeta, un atisbo de luz que, más allá del paso del tiempo, de las heridas y de la oscuridad, deja su impronta en la piel. Para ello acude a una incisiva simbología sustentada, según García Obrero, en la “penumbra”, que es “la piedra angular de su poética, espacio donde nada se idealiza, al contrario: belleza, amor, felicidad, incluso la propia poesía, vienen envueltas en la pesada carga de la rutina, la mentira, el fracaso y la extenuación.”
Así, el fracaso se convierte en el tema nuclear. Íntimamente, relacionado con él aparecen otros ejes temáticos poliédricos como el amor y la identidad, que son concebidos como herramientas para iniciar un proceso de autoconocimiento y de definición de los propios límites, en el que, a través de un sutil juego de espejos, Valls logra involucrar al lector, conformando una fértil primera persona del plural. Para ello concibe el texto como una unidad incompleta que, por tanto, requiere de la participación de este para tener sentido. La poesía deviene, pues, en ofrenda al lector, que es un verdadero constructor de significados. El poeta ofrece su palabra a un “tú”, sabedor de que la lectura es una actividad que sucede necesariamente en el otro (“Este es tu poema/Hazle lo que quieras”).
Asimismo, la experimentación lo lleva a explorar las posibilidades tanto de los metros cortos como de su combinación con otros más largos; la sugerencia y contención del poema más o menos breve; y la utilización del poema en prosa. Tampoco desdeña los juegos tipográficos y los explora cuando considera necesario (“Porque la unidad es el centro del universo” o “Se derrama la esperanza inerte entre unos guantes de goma”). Con la misma intención, acude al humor en poemas como “Parásitos”, “Revolución” o “Se me ha caído el sexo desde la ventana del ático”; a las connotaciones de los mitos clásicos, sean de la tradición judeo-cristiana (“Adán y Eva”) o grecolatina (“Aracne” o “Edipo en Colono”); o a la metapoesía, presente en “Contra los poetas”, “Arte inútil”, “Poesía”, donde al hilo de la muerte de la poeta polaca, reflexiona sobre las falacias del lenguaje antes de terminar con uno de esos versos que casi valen un poemario: “Somos lo que callamos”.
Autor: Jordi Valls
Título: Penumbras
Editorial: Godall Editions
Año: 2019
(Publicado en Cuadernos del Sur, 28 de diciembre de 2019, p. 11)
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