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Por eso, jamás he sentido envidia de aquellas personas que son capaces de definir su identidad a partir de un territorio monolítico y, fingidamente, impermeable, y que desconocen la ductilidad sobre la que se asienta, queramos o no, la geografía íntima del individuo del siglo XXI.
La mirada del forastero actúa sobre nosotros como un espejo enriquecedor, y se revela hoy más necesaria que nunca, si queremos conservar nuestra condición poliédrica y diversa.
Os dejo un poema de Vértices en el que ahondo en mi condición de "forastero" enraízado en Los Pedroches.
SUSTRATO
Yo no he nacido en el bosque de encinas
que han escrito otros poetas
-lo reconozco-,
pero he aprendido a mirarlo despacio.
Se ha mostrado repetido y perpetuo,
solemne e intacto,
y he llegado a sentirme una de sus raíces.
Lo he hecho sin olvidar la luz de mi ciudad.
Y es que siempre he llevado en mis bolsillos
de forastero
un puñado de mi tierra primera
para mezclarlo con la nueva.
La mezcla es mi ámbito
y con vosotras crezco en él.
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