Aprender
a mirar los distintos pájaros; afanarse en escucharlos; buscar las
connotaciones de cada uno de ellos e intuir el simbolismo de aquel que es todos
y uno; hacer de este un instrumento para sondear las propias grietas; encontrar
en esta pasión una suerte de reconciliación con el mundo y con uno mismo...
Desde este punto de vista se concibe Acróbatas
del aire, editado con un exquisito gusto por la Delegación de Cultura del
Ayuntamiento de Iznájar, un libro que se convierte en refugio para quien es
capaz de asombrase ante esas efímeras proyecciones del yo que escriben el cielo
con su vuelo, y que, en este sentido, me trae a la memoria Tierra en el cielo de Antonio Cabrera, exquisito volumen de haikus en
el que condensa su pasión por la ornitología y una singular concepción de la
existencia.
El
conjunto está compuesto por veintiocho textos breves en prosa que, en palabras
de Julián Cañizares, autor del prólogo, funcionan “como postales”, en la medida
en que “retratan un momento y una sensación de naturaleza humana, colectiva,
intensa.” Esta plasticidad se refuerza con el hecho de que cada uno vaya acompañado
de una ilustración de Andrea Corpas Aguilera, quien, además, es la autora de la
bella cubierta.
Todas las
composiciones se distribuyen según el motivo temático abordado en siete partes
pretendidamente asimétricas, estructuradas como un continuo fluir permeable de
color y de sensaciones. En la primera, “Invierno en familia”, la mirada se detiene en aquellos pájaros que vuelan en
bandadas; en la segunda, “Lanzarse al vacío”, en los que trazan picados suaves
sobre el agua –si se me permite tirar del título de uno de los mejores libros
de Antonio Luis Ginés-; en la tercera, “Bajo el agua”, en aquellas aves que,
preferentemente, nadan; en la cuarta, “Volar sin pausa”, en las de vuelo casi
infinito; en la quinta, “Presumir de plumas”, en las de plumaje más llamativo;
en la sexta, “Cantos con encanto”, en las de bello canto; y en la séptima,
“¿Discretos?”, que adopta la forma de pregunta retórica enviada al lector, en algunas
difíciles de englobar en los apartados anteriores por la discreción con que
habitan un territorio y lo fertilizan.
Con la
intención de no obstaculizar la lectura unitaria e incidir en el hecho de que
todas las composiciones nacen de un mismo impulso, de una misma mirada, la
autoría de cada texto se indica únicamente en una sucinta nota final, donde
comprobamos que Antonio Luis Ginés Muñoz firma siete; Francisco Ginés Muñoz,
once; y Paco Martos Muñoz, diez.
Todas
tienen una estructura similar: un título que condensa la sensación
experimentada durante la contemplación, seguido de tres o cuatro párrafos de
extensión breve, en los cuales se conecta lo contemplado con la propia
interioridad, acudiendo a un lenguaje sencillo y preciso que, a través de las
imágenes y las sinestesias, estimula los sentidos al tiempo que mueve a la
reflexión.
El
resultado es un auténtico tratado poético de ornitología de la Subbética
cordobesa, que cuenta con lugares tan bellos para el avistamiento como Iznájar,
Carcabuey, Benamejí, Rute, Puente Genil, el río Bailón en Zuheros, el barrio
del Cerro en Cabra, la Laguna Amarga en Lucena, el río Salado… e, incluso, haciendo
del horizonte frontera, como el pájaro y su vuelo, los Sotos de la Albolafia y
la dehesa de Los Pedroches.
(Publicado en Cuadernos del Sur, 27 de abril de 2019, p. 9)
Autor: VV.AA.
(Publicado en Cuadernos del Sur, 27 de abril de 2019, p. 9)
Autor: VV.AA.
Título: Acróbatas del aire
Editorial: Ayuntamiento de Iznájar
Año: 2018
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