“He
crecido. Estoy hecho todo un hombre. / Mi temblor ha crecido. Está hecho todo
un temblor.” Con estos rotundos versos del poeta griego Kostas Vrachnos, José
Gutiérrez Román (Burgos, 1977) encabeza Todo
un temblor, su esperado nuevo poemario, editado por La isla de Siltolá.
Siete
años han pasado desde que apareciera Los
pies del horizonte (Rialp, 2011), con el que consiguió el Premio Adonáis en
2010. Desde entonces, y cuando lo normal hubiese sido afanarse en editar un
nuevo libro, el poeta burgalés ha preferido crecer en un fértil silencio. Tal
vez el alto nivel de exigencia estética que lo lleva a dejar fuera de su obra
reconocible todo lo escrito con anterioridad a dicho reconocimiento -dos volúmenes
de poesía, Horarios de ausencia
(2001) y Alguien dijo tu nombre
(2005), y uno de relatos, El equilibrio
de los flamencos (2006)- sea la causa de este retiro voluntario.
Pese a
la legitimidad de dicha omisión en la nota biobibliográfica ofrecida en la
solapa, presentar este poemario como el tercero –por más que se prevenga de que
“el segundo continúa en paradero desconocido”- puede desorientar al lector,
pues la modulación de la voz y la soltura en el manejo tanto del metro como del
lenguaje son fruto de una evolución de casi veinte años de escritura y
reescritura.
Sea
como fuere, Todo un temblor es un
poemario rotundo, compuesto por veinticinco poemas, diversos en su unidad, en
su mayoría de extensión media, escritos con un lenguaje directo y aparentemente
sencillo, al servicio de la anécdota, de cierto tono pesimista y desencantado,
en los cuales se combina la amargura con la ternura, en la medida en que entre
las grietas se cuela la luz, a través de la ironía y de un medido sentido del
humor que, en ocasiones, deviene ácido.
Además
del brillante poema inicial “Me preguntan si sigo escribiendo”, concebido al
hilo de la manida pregunta que el autor confiesa haber escuchado hasta la
saciedad en los últimos años, destacan “Realismo limpio”, toda una declaración
estética y vital; “Eros”, una sugerente exaltación del cuerpo masculino; el inteligente
y comprometido “España, aparta de mí esta tierra”; “Residuos”, lúcida apelación
a la necesidad de crear un “vertedero de poemas”; el irónico y desmitificador
juguete “Donde se cuenta la historia de un joven poeta que casi se va de fiesta
con Carlos Marzal”; el perspicaz y sarcástico “Poesía didáctica”; el intimista y
descreído “Dime cuánto te debo”; el sutil y emocionante “Temblor esencial”, o el
contundente broche final, “Anotaciones”.
(Publicado en Cuadernos del Sur, 27 de abril de 2019, p. 9)
Título: Todo un temblor
Editorial: La isla de Siltolá
Año: 2018
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