Hoy asistimos impasibles a la normalización del odio y la crispación como estrategia para anular la capacidad crítica del individuo por parte de algunos medios de comunicación y políticos populistas que han visto en las redes sociales, donde miles de personas anónimas encuentran el altavoz necesario para sacar a la luz todas sus miserias y sus frustraciones, el ámbito perfecto para tal fin. Frente a ello, el respeto, la tolerancia y la solidaridad se vuelven más necesarios que nunca. Como ciudadanos, debemos recordar que cualquier sociedad que excluya es un fracaso colectivo y, por ello, tenemos la obligación de construir una casa plural y libre de prejuicios, donde quepamos todos, pues la diferencia es un factor de enriquecimiento y un motivo de orgullo, con lo cual no debe asustarnos.
Ya Clara Campoamor concibió la política como espacio de encuentro –no olvidemos que el ser humano es político desde el momento en que convive con otros en abrigos o cuevas-. A partir de su legado, el poeta y periodista Braulio Ortiz Poole (Sevilla, 1974) construye Gente que busca su bandera, editado exquisitamente por la editorial sevillana Maclein y Parker, dentro de su colección Mirto Poesía. Así, en el poema nuclear “Una casa para la templanza”, dedicado a la escritora y política madrileña, define la poesía y el pensamiento como “Una casa sin muros, / sin ladrillo que aísle de los otros, / concebida hacia afuera, / con voluntad de huerto o voz de salmo, / de siembra o de plegaria”.
Tras ahondar en sus tres poemarios anteriores –Defensa del pirómano, Hombre sin descendencia y Cuarentena- en la propia interioridad con la intención de entenderse a sí mismo y el mundo que le ha tocado vivir, el poeta sevillano cambia el punto de vista para mirar desde el exterior hacia adentro, pasando de lo individual a lo colectivo. Al darse cuenta de que el otro actúa como espejo en el cual reconocerse e identificar las mismas heridas y grietas, abre su discurso a la alteridad desde la propia individualidad. En este sentido, Ortiz Poole centra su atención en las personas que viven al margen, fuera de la norma, y que, por ello, son marcados como “diferentes” por una sociedad que mira con recelo cualquier forma de disidencia e intenta anularla. El libro es, pues, concebido como un acto de reconocimiento y de gratitud hacia “los que dudan”, “los que cruzan una línea incómoda”, “los que abren un camino diferente”.
Algunas de estas personas que han buscado su bandera, a las que el poeta se dirige utilizando una cernudiana segunda persona, son Leonard Matlovich, militar condecorado en Vietnam que fue expulsado del ejército cuando hizo pública su homosexualidad; Viktor Korchnói, ajedrecista exiliado de la Unión Soviética; la sufragista británica Emiy Wilding Davison y la actriz Norma Jeane Mortenson, más conocida como Marilyn Monroe; la estrella de cine Frances E. Farmer, que se apagó en el abismo de los psiquiátricos; Eddie Slovik, desertor del ejército estadounidense que fue ejecutado por ello; la bailarina Mary Wigman; el escritor y activista afroamericano James Baldwin; la artista transexual Lili Elbe o el poeta Vicente Aleixandre.
La bandera que todos ellos han buscado, más allá de un trozo de tela sobre el que poder identificar un sentimiento de pertenencia a una colectividad, actúa como metáfora de los anhelos, de los deseos, de los sueños y de la lucha para conseguirlos. No en vano, el también poeta Alejandro Simón Partal, quien firma un magnífico prólogo, las define como “banderas que no señalan, sino abrigan”, con lo que el libro, siguiendo al poeta de Estepona, se convierte en “un tratado de amor al género humano”, en el que el amor es cobijo frente a la intemperie, puente hacia el otro y trinchera desde la que resistir ante las fallas sobre las que se levanta la sociedad en que vivimos.
Y toda esta armazón ética se resuelve con una palabra concisa y precisa, más parca y despojada que en anteriores ocasiones, que roza lo minimalista –sobre todo en el “Epílogo”-, y que busca mover al lector desde la emoción, dando como resultado una poesía intimista y reflexiva, que se abre al otro y que deviene celebración.
Título: Gente que busca su bandera
Editorial: Maclein y Parker
Año: 2020
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