Francisco Morales Lomas recopila cuarenta y dos años de narrativa breve bajo el título de El ojo del huracán. En todo este tiempo, el escritor jiennense de nacimiento y malagueño de adopción ha publicado cuatro libros: El sudario de las estrellas (Málaga, 1999), Juegos de goma (Málaga, 2002), Tesis de mi abuela (Málaga, 2009) y El viento entre los lirios (Sevilla, 2019). En el presente volumen, que lleva como subtítulo Relatos completos (1979-2020), se incluyen, además, dos secciones de inéditos: El hombre sin sonrisa y Narraciones 1979-1981, siete composiciones primerizas en las que se observan algunos de los planteamientos narrativos y de los motivos temáticos propios del autor. El explícito título que enmarca estas noventa y nueve historias alude al carácter diverso y plural de unos cuentos heterodoxos, que descreen de los axiomas y que aspiran a presentar la estructura poliédrica del ser humano, para lo que sondean lo cotidiano y la fractura de la que nace el misterio.
Aunque sus primeros escarceos con el género se remonten a 1979, no será hasta 1999 cuando aparezca su ópera prima, El sudario de las estrellas, en cuyas once teselas se aprecia un autor que controla tanto el lenguaje como los resortes narrativos. Los textos son variados en su estructura, intensidad y tono, para lo que acude a lo irracional, al absurdo, al humor o a la sugerencia. Merecen destacarse “El cielo de Godzia Nebraska”, la triste peripecia de un trabajador polaco que roba dinero a su jefe para que su mujer haga realidad el sueño de vivir en París; “Julius Thonsems, el conserje”, donde se conectan el misterioso cambio de identidad de un hombre y la muerte de una joven adinerada; “El infierno son los otros”, la pesadilla de una joven marroquí que llega a España en busca de un vida mejor y sufre palizas y humillaciones hasta que mutila a su agresor; “Las calles de Alfama”, la inquietante y sensual vida de una mujer sofisticada que mata por placer; “El ictonopus”, la anodina existencia de una pareja que es puesta del revés por una extraña planta; “El vendedor de pizza”, sobre la enigmática desaparición de una bella joven y un repartidor de pizzas; o “Voy a apagar la luz”, acerca de la controvertida y obsesiva tesis de un joven sobre un novelista de éxito.
Juegos de goma, por su parte, está compuesto por una docena de piezas en las que el autor camina en equilibrio sobre el fino alambre que une realidad y fantasía y ahonda en la soledad del ser humano, en la insatisfacción y en los miedos que conforman la identidad, intensificando el humor, los matices negros, la provocación y el lenguaje descarnado, especialmente en las escenas de sexo, que rozan lo delirante en ocasiones. Junto a la creación de caracteres, especialmente los femeninos (la obsesiva mujer que se enamora del autorretrato de Velázquez en “El lienzo”, la ardiente protagonista de “Diccionario caníbal” o la rotunda Ivanova Botera, “La búlgara”, que, en su búsqueda de una vida mejor, vive una aventura de insatisfacción y humillación que la llevará a cometer un asesinato), es destacable la variedad de registros, de enfoques y de construcciones narrativas: desde el empleo del monólogo dramático (el inquietante “Ocaso en el Genil”, el sugerente “El regreso de la bruma” o el enardecido “A.S.A”), hasta la tensión borgiana (“Las estrellas del Rex”, “El telescolpio Bedford”, “El lienzo” o “La búlgara”), pasando por la hilarante conversación de unos niños que da título al volumen, el sexo más alucinante de “A.S.A.”, el humor de “El humus de la vida”, la desolación bajo la mirada infantil de “La metamorfosis del príncipe” o la honda humanidad de “Amor constante más allá de la muerte”.
En Tesis de mi abuela indaga en el humor, en lo surrealista, en lo irracional, en lo sarcástico, en la ironía y en el sexo (“Una historia eslava” o “Billar a las 8”), sin olvidar el camino trazado en sus anteriores entregas (“Un intruso en el cielo”, “La culpa fue de Alonso Quijano”, “El ordenador” o “Impostura”) , al tiempo que aparece la memoria histórica (“El regreso” o el que da título al conjunto) y el humor más disparatado (“Historias de culos”), que toma tintes macabros en “La doble eme” o El fútbol de los difuntos”.
El viento entre los lirios, en cambio, está compuesto por cuarenta y cinco relatos, muchos de los cuales son microrrelatos. Entre estos, sobresalen “El extraño caso de Caperucita Roja”, “El farmacéutico y su prima de riesgo” o “Asperger”; entre los más extensos, “Jaimito en Bilbao” -la desgarrada petición de un niño marroquí a unos turistas para que lo lleven a Bilbao, donde se encuentra su madre-, “El secreto del agua” -un intenso monólogo en el que Cervantes cuenta una aventura amorosa durante una estancia en Salobreña- o “La rata”, cuya presencia obsesiva en un coche provocará un cortocircuito que acabará con la vida de toda una familia.
Bajo el título de “El hombre sin sonrisa”, finalmente, se recogen doce cuentos escritos en 2020, en los que transita las líneas de fuga planteadas en sus composiciones más logradas: lo irracional se convierte en kafkiano en “La otra mirada” y “El cangrejo”; el monólogo interior es el armazón de “El crimen verdadero de Ariel García”, donde asume el riesgo de un narrador protagonista que está muerto, o de “El follador de Boston”, en el cual alterna con un narrador omnisciente; la sugerencia y el lirismo dejan semblanzas tan conmovedoras como la que da título al libro o “Memoria de una tarde con campanas”.
El volumen, cuidadosamente editado por Ediciones Carena, ofrece la posibilidad de descubrir o profundizar en una de las facetas menos conocidas de Morales Lomas, en la que, sin embargo, consigue algunos de sus mejores logros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario