En este sentido, el concepto del duelo, entendido como proceso psicológico que se produce tras la pérdida de un ser querido, es la argamasa con la que el poeta construye unos poemas en los cuales el monólogo interior se convierte en un fértil diálogo con la persona ausente y, sobre todo, con Dios, cuya existencia, aunque sea puesta en tela de juicio, es necesaria, como sujeto absoluto, para que se cumpla la definición de verdad y, así, resolver la aporía inicial. Pero esta revelación de Dios, siguiendo los Soliloquios de San Agustín, dimana del amor, aunque se produzca en el interior del hombre, que es un sujeto temporal y contingente.
Podéis leerla completa en Cuadernos del Sur.
(Publicado en Cuadernos del Sur, en Diario Córdoba, 26 de febrero de 2022, p. 9)
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