NOCTURNO
Va a
ser larga la noche: han apagado
las luces y se pueden oír vuelos rasantes.
No son de reconocimiento.
Los
restos de ciudad enmudecidos
hacen más agobiante la espera de una bomba
y convierten la cabeza en un álbum
donde van agolpándose
imágenes que no quieren sumirse
a lo que les ofrece ahora la vida.
Se me
hace tan difícil
acostumbrarme a ver estas paredes
vacías.
El
sitio ha convertido Sarajevo
en un sepulcro.
Son demasiados cuerpos
caídos bajo los obuses.
Recuerdo a mi hijo, lleno de metal,
en el suelo. Hoy los pájaros
soltado
de
acero
y ni siquiera tuve tiempo de sorprenderme.
El dolor estrangula
tanto que por las noches
ordeno los armarios y las cajas
donde he guardado objetos familiares
para que los fusiles
no se los lleven, plancho los jerséis,
preparo unos cafés
o pongo los cubiertos en la mesa.
Todo con tal de no notar que estoy sola.
Se me hace tan difícil
acostumbrarme a ver estas paredes
vacías, sobre todo,
cuando antes de dormir
pienso si de verdad vale la pena
pedir algún deseo mientras rezo.
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