Se pierde la señal (Es perd el senyal) es el más reciente
poemario de Joan Margarit, Premio Nacional de Poesía en 2008 con Casa de
Misericòrdia. Antes de ser editado en bilingüe por Visor, el libro ha aparecido
en catalán en la editorial Proa, como viene siendo habitual en las últimas
publicaciones del poeta ilerdense. En este proceso de transmisión, singular en
nuestra tradición literaria, Margarit no traduce, sin más, los poemas al
castellano, sino que, como recogía en el texto “Sobre las lenguas de este
libro”, pórtico de Estaçio de França, escribe casi a la vez dos textos
diferentes, teniendo muy claro que “no me preocupan las diferencias entre los
dos poemas resultantes: tienen un origen común y buscan ser dos buenos poemas.”
Este poemario, uno de los más intensos y personales del
autor, es definido por el propio poeta como una “autobiografía en verso”, y de
hecho lo precede una cita de Josep Pla (“las biografías deberían estar escritas
en versos”). La memoria se convierte, por tanto, en una de las bases de un
discurso nacido de la necesidad de comunicar, en el que, desde la experiencia
acumulada a lo largo de toda una vida, se propone que la felicidad radica en la
pérdida de esperanza, de toda señal, lo que nos avoca a una actitud más
contemplativa, más interior. La mirada del poeta no indaga en horizontes
exteriores, sino que todo horizonte está dentro de uno mismo.El poeta busca, de este modo, en los propios recuerdos el material a partir del cual tejer una obra que pueda ser asumida por el lector como parte de él mismo en la medida en que la geografía personal trazada en el poema se universaliza y permite ser compartida. Entre estas evocaciones, en gran parte dolorosas (“La vida se ha afianzado en el dolor / como las casas sobre los cimientos”), están la dura infancia de un niño de posguerra (“Aprender en la calle”, “Un pueblo”, “Seis años”, “5 de enero del
Junto a estos temas aborda la creación literaria y la conciencia lingüística (“De dónde ser, adónde ir” o “Dignidad”, en el que afirma “Me ahoga el castellano y no lo odio. / No tiene culpa alguna de su fuerza / y menos todavía de mis debilidades”). Establecidas las conexiones entre ambos, la poesía es considerada como un refugio solitario (“Poema del último refugio” o “Altamira”) en el que encontrarse con aquellos autores que conforman la geografía personal (“Canción agradecida” o “Joan Maragall”) de un poeta que prefiere la lengua de las calles (“el presente es la lengua de las calles/ maltratada y espuria”). Esa es “la lengua en la que escribo”, “una lengua bien trabada / para pensar, pactar. Para soñar.”
En suma, la de Margarit es una poesía de una honda reflexión moral, escrita con un estilo austero, sincero, sereno y desnudo, sin renunciar a la sugerencia y al lirismo magistralmente contenido (“Nevó al curso siguiente. / La autoridad, en clase, / nos cubría lo mismo que la nieve: / caía suave, pero luego helaba”), que hace de este libro una de las cimas del poeta vivo más leído de la literatura catalana y una de las voces más destacadas de nuestra literatura.
(Publicado en Cuadernos del Sur, 19 de octubre de 2013, p. 5)
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