La búsqueda por parte de Mr. Tatel, un investigador contratado por la agencia de subastas británica Christie´s, de la flauta pipa que recibió Mozart durante su investidura como maestro masón; la invención de Violincia, pueblo adosado a La Sorbona, donde se reúnen no solo las “curanderas del analfabetismo sexual”, sino toda una galería de personajes peculiares; dos asesinatos íntimamente relacionados (el de la psicóloga Silia y el del proxeneta El Gomas); la locura del narrador, el excéntrico profesor universitario y escritor Lauro Arrabal, quien, cada año, reescribe el libreto para la representación de un Auto de Navidad en el que participan los estrambóticos habitantes del pueblo; la elección de un psicólogo como narratario; la conmovedora historia de doña Enriqueta, maestra local enferma de alzheimer, formada en los principios de la Institución Libre de Enseñanza, educadora de varias generaciones del pueblo que sobrevivió a la guerra civil haciéndose pasar por extranjera que traducía, desde idiomas desconocidos, novelas clásicas, son los pilares sobre los que Luis Artigue construye su última novela, Club La Sorbona, Premio Miguel Delibes de Narrativa. Se trata de una singular novela negra, con tintes paródicos y esperpénticos, que asume la mejor tradición del género e intenta renovarlo con influencias tan dispares como Valle-Inclán y el esperpento, Cela, Miguel Torga, Antonio Pereira, Julio Cortázar, José María Merino, Mario Vargas Llosa…. El resultado tiene un aire cercano a ciertas películas de José Luis Cuerda -Así en el cielo como en la tierra o Amanece, que no es poco-. Como botón de muestra, baste citar el inesperado final, en el que, siguiendo los cánones del género, se atan, a través de la extensa exposición del investigador, todos los cabos que parecían quedar sueltos; sin embargo, el escritor leonés da una vuelta de tuerca a esta estructura a través de la mirada de los dos personajes finales. De los méritos de la novela, aparte de la cuidada arquitectura narrativa, la atmósfera surrealista, el humor inteligente, próximo al del director Luis García Berlanga, y la complejidad de unos personajes bien definidos y articulados en torno a La Sorbona, destaca la exuberancia léxica, sustentada en la asociación sintagmática de las emociones y las sugerencias en un proceso acumulativo que deslumbra al lector. Artigue se confirma, por tanto, como un hábil creador del lenguaje que emplea un tono, en ocasiones, visionario y que maneja la imagen y los más variados recursos con deslumbrante acierto.
domingo, 27 de octubre de 2013
"Club La Sorbona": Parodia, humor y novela negra
La búsqueda por parte de Mr. Tatel, un investigador contratado por la agencia de subastas británica Christie´s, de la flauta pipa que recibió Mozart durante su investidura como maestro masón; la invención de Violincia, pueblo adosado a La Sorbona, donde se reúnen no solo las “curanderas del analfabetismo sexual”, sino toda una galería de personajes peculiares; dos asesinatos íntimamente relacionados (el de la psicóloga Silia y el del proxeneta El Gomas); la locura del narrador, el excéntrico profesor universitario y escritor Lauro Arrabal, quien, cada año, reescribe el libreto para la representación de un Auto de Navidad en el que participan los estrambóticos habitantes del pueblo; la elección de un psicólogo como narratario; la conmovedora historia de doña Enriqueta, maestra local enferma de alzheimer, formada en los principios de la Institución Libre de Enseñanza, educadora de varias generaciones del pueblo que sobrevivió a la guerra civil haciéndose pasar por extranjera que traducía, desde idiomas desconocidos, novelas clásicas, son los pilares sobre los que Luis Artigue construye su última novela, Club La Sorbona, Premio Miguel Delibes de Narrativa. Se trata de una singular novela negra, con tintes paródicos y esperpénticos, que asume la mejor tradición del género e intenta renovarlo con influencias tan dispares como Valle-Inclán y el esperpento, Cela, Miguel Torga, Antonio Pereira, Julio Cortázar, José María Merino, Mario Vargas Llosa…. El resultado tiene un aire cercano a ciertas películas de José Luis Cuerda -Así en el cielo como en la tierra o Amanece, que no es poco-. Como botón de muestra, baste citar el inesperado final, en el que, siguiendo los cánones del género, se atan, a través de la extensa exposición del investigador, todos los cabos que parecían quedar sueltos; sin embargo, el escritor leonés da una vuelta de tuerca a esta estructura a través de la mirada de los dos personajes finales. De los méritos de la novela, aparte de la cuidada arquitectura narrativa, la atmósfera surrealista, el humor inteligente, próximo al del director Luis García Berlanga, y la complejidad de unos personajes bien definidos y articulados en torno a La Sorbona, destaca la exuberancia léxica, sustentada en la asociación sintagmática de las emociones y las sugerencias en un proceso acumulativo que deslumbra al lector. Artigue se confirma, por tanto, como un hábil creador del lenguaje que emplea un tono, en ocasiones, visionario y que maneja la imagen y los más variados recursos con deslumbrante acierto.
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