
Los textos recogidos tienen, por tanto, una
dimensión vivencial, pues al hecho de que Sarajlic decidiese quedarse en la
capital bosnia durante los casi cuatro años de cerco hay que añadir que concibe
la creación artística como una prolongación de la vida; semejante condición los
vuelve aún más desgarrados y conmovedores.
La presencia constante de la muerte,
convertida en una inquietante compañía, y la espera del inminente fin hacen más
intensa la vida. Aquí radica gran parte de la fuerza de las imágenes de un
poeta que, con un tono narrativo, consigue cincelar unos poemas estremecedores
que, más allá de la infamia, la sinrazón y la crueldad de la guerra, ahonda en
la importancia de los pequeños detalles cotidianos, de la amistad y de los
afectos, del cálido contacto del cuerpo y de la palabra amiga; un poeta que
sabe volar por encima de la muerte y encontrar en ella misma una afirmación de
la vida.
(Publicado en Cuadernos del Sur, 18 de enero de 2014, p. 7)
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