Poesía es el
escueto título de la última antología de José Ángel Valente (Orense 1919-
Ginebra, 2000). Los poemas, elegidos por el escritor madrileño Benjamín Prado,
quien firma un sugerente prólogo titulado “Lo que se ve a través de lo escrito”,
son, en palabras del propio antólogo, “los que, como suele decirse, yo salvaría
de un incendio, si es que no me daba tiempo a llevarme su obra completa”.
La disposición cronológica de los textos -desde A modo de esperanza, Premio Adonáis en
1954, hasta Fragmentos de un libro futuro,
editado póstumamente por Círculo de Lectores en el 2000, y Premio Nacional de Poesía
en 2001- permite que el lector se haga una idea bastante fiel de la obra de
este poeta heredero de la tradición mística que concibe toda su producción como
la búsqueda de lo que él denomina “punto cero”.
El mundo es un enigma que no debe ser desvelado, y que tan
solo puede intuirse, con lo que el poeta se propone indagar en el ámbito de lo
inexplicable a través de la palabra, que, aunque connotada, es el único
instrumento del que dispone para vislumbrar lo invisible. De este modo, la
creación poética nace de una inevitable paradoja, lo que motivará la
desconfianza del poeta en un lenguaje a todas luces insuficiente para descifrar
el misterio del cosmos o, lo que es lo mismo, el misterio del propio ser que se
incardina en un tiempo y un espacio determinados (“escribo sobre el tiempo
presente”) y del que el poeta tan solo consigue “dejar indicios de su paso, no
pruebas”.
Estamos, por tanto, ante una poesía de carácter ontológico,
en la que el lenguaje y la materia se convierten en las dos vías para intuir el
secreto de la existencia, con lo que se sitúa en un plano de igualdad tanto lo
que se dice como aquello que se vislumbra a partir de lo dicho.
(Publicado en Cuadernos del Sur, 15 de febrero de 2014, p. 7)
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