Después de su primera novela, Un revolver en la maleta (Editorial Cuadernos del Laberinto, 2012;
Premio Solienses 2013), y cuando el lector espera la continuación prometida de
las aventuras del inspector Homero por las calles de la Córdoba de principios del
siglo pasado, el pozoalbense Félix A. Moreno Ruiz (1969) sorprende con una obra
teatral, Pañuelos bajo la lluvia, merecedora
del accésit del VIII Premio el Espectáculo Teatral y recientemente editada por Ediciones
Irreverentes.
La obra, un drama a la manera de Buero Vallejo, representa la desaparición, tortura y asesinato de Carlos, profesor
universitario sospechoso de pensar de manera distinta al régimen, y de su
mujer, Lucía, que está a punto de dar a luz a la hija de ambos. Veinte años
después, Inés, hermana de Lucía, consigue encontrar a Julia, su sobrina,
entregada a una familia afín a la dictadura, y decide actuar para que la joven conozca
tanto su auténtica identidad como lo sucedido a sus verdaderos padres.
Se trata, pues, de “una historia de niños robados” que,
aunque en la contraportada se nos sitúe “en una dictadura hispana cualquiera” y
aunque la simbología del pañuelo que Inés y Lucía llevan para resguardarse de
la lluvia sea un homenaje a las madres de mayo, suena muy española, además de
por los antropónimos elegidos para los personajes, por el modo de comportarse de
los mismos y por el aire de los diálogos y situaciones.
Formalmente, la pieza se divide en dos actos asimétricos en
cuanto al número de cuadros –que no en cuanto a la extensión de los mismos-,
por lo que en el acto primero los diálogos son más breves y la acción sucede
con mayor rapidez, mientras que en el segundo las intervenciones de los
personajes se vuelven más extensas, lo que da pie a una mayor profundización en
los mismos. Junto a esto debemos destacar que el primero es más innovador, en la
medida en que el autor acude a técnicas de inmersión y hay una mayor
funcionalidad de los juegos de luces que, además, dividen el escenario en dos
espacios –a la izquierda del espectador, en penumbra, la desaparición, tortura
y asesinato de Carlos; a la derecha, la vida a punto de nacer y la
desesperación de Lucía e Inés ante la incertidumbre- que se alternan a la par
que los cuadros hasta que en el Cuadro IX los personajes del plano iluminado
invaden, como siluetas, el ámbito izquierdo, donde actúa la ignominiosa
represión. Por el contrario, el acto segundo es más convencional y transcurre
todo en el salón de una vivienda de clase acomodada.
El resultado es
una obra ágil, planteada con inteligencia, en la que los personajes están bien
caracterizados, los diálogos suenan espontáneos y la acción se sucede de modo
natural, consiguiendo que la intensidad vaya en aumento e implicando, en todo
momento, al lector, que, al final, se reconcilia consigo mismo, a través de una
catarsis sustentada en la contemplación y en la condena de la injusticia y de
una de las atrocidades cometidas durante la dictadura y en el enaltecimiento de
la dignidad de los perdedores, de los que sufren, de aquellos que se mojan bajo
la lluvia.
(Publicado en Cuadernos del Sur, 8 de febrero de 2014, p. 6)
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