La muerte de su mejor amigo, Francisco José Pujante Pellicer, con tan solo 48 años, en los meses más duros e inciertos de esta brutal pandemia que aún hoy sufrimos, precipitó la escritura de Cuerpos de Cristo, el sexto libro de Antonio Praena (Purullena, Granada, 1973), tras Humo verde (2003), Poemas para mi hermana (2007, accésit del Premio Adonáis), Actos de amor (2011, Premio Nacional José Hierro), Yo he querido ser grúa muchas veces (2013, Premio Tiflos) y el controvertido Historia de un alma (2017, Premio Jaime Gil de Biedma, Premio Andalucía de la Crítica y Premio de la Crítica Valenciana). Este nuevo título le ha valido el XIX Premio Emilio Alarcos y aparece, al igual que los dos anteriores, en la editorial madrileña Visor.
Pese a las dolorosas circunstancias vitales que motivan su escritura, en Cuerpos de Cristo no hay un sentimiento elegíaco, sino que late en él la celebración de la amistad y la gratitud por la resurrección. La muerte del amigo lleva al poeta a reflexionar, más que sobre la muerte o la ausencia, sobre la quintaesencia de la vida y la otredad. La necesidad de buscar consuelo y de hallar un sentido a la existencia, que es compartida con la intención de que el dolor propio se convierta en tabla de salvación para los demás, es la columna vertebral de los trece poemas de “Ecce homo”, la segunda sección, que actúa de catalizador del libro todo y precipita la revisión y ajuste de los trece poemas de la primera parte, “Vosotros”, aparecidos en su mayoría en diferentes publicaciones periódicas o libros colectivos.
Por tanto, más allá del diálogo íntimo con el amigo fallecido, se trata de un libro abierto al otro, como reza en la contracubierta: “El estilo de Cuerpos de Cristo consiste en un modo de escucharos, hablaros y ser vuestro. Abrazos en la libertad del lenguaje, que es el misterio”. La poesía se convierte, así pues, en un compromiso con el resto de la humanidad. Este sentido de apertura y de entrega hace que cada poema, aparezca de manera explícita o no, esté dedicado a una persona, siendo todos estos destinatarios los auténticos “cuerpos de Cristo”, desde la viuda que, a veces, acude a Cáritas en busca de comida y que le regala una pastilla de jabón (“Mujer con pastilla de jabón”) hasta la madre del amigo muerto, para la que el poeta es casi como un hijo (“Ecce mulier”). Entre dicho atrio y ábside hay homenajes a los 43 estudiantes de la escuela de maestros desaparecidos en Ayotzinapa, a Santa Teresa (“Al corazón transverberado de Santa Teresa”), a San Juan de la Cruz (“Como tú”), a García Lorca, a Zhang Yimou (“Amor bajo el espino blanco”) o a Pablo García Baena.
Esta mirada ética de Praena transita las lindes del misterio, para lo que utiliza una palabra humilde y unos símbolos austeros que resuenan en su parquedad. Así, conviven sin estridencias Amy Winehouse y Santa Teresa de Jesús, Dolores O’Riordan y San Juan de la Cruz, los gimnasios y los conventos, el lavatorio de pies y el hombre que orina sobre un valle, las dudas y la fe, el dolor y la gratitud, la incertidumbre y la confianza. Además de los citados, esta nueva entrega del poeta dominico alberga poemas memorables como “Cartas de amigos”, “Las cinco llagas”, “Teodramática” o “Tú contra mí”.
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