Para conmemorar los 75 años de vida del premio Adonáis, creado en 1943, se ha preparado una exposición bibliogŕáfica con todos los ganadores y accesits, comisariada por Carmelo Guillén Acosta, que puede ser visitada hasta el próximo 17 de diciembre en la Biblioteca Nacional de Madrid.
Quince años después, he vuelto a sentir un vértigo similar a aquel 18 de diciembre, cuando recibí una llamada de teléfono mientras preparaba unos espaguetis (el trabajo me impidió acudir a la ceremonia del fallo) y unas horas después vi mi nombre en la web de Rialp, junto al de tantos maestros y voces esenciales de la poesía del XX.
El honor de estar en esa nómina de ganadores y accesits se veía multiplicado por el hecho de que el libro gustase a un jurado compuesto por Diego Jesús Jiménez, Antonio Colinas, Joaquín Benito de Lucas, Julio Martínez Mesanza y Carmelo Guillén Acosta.
Pero, además de ese vértigo, el premio deja una suerte de fraternidad con muchos de los premiados, cuyas apuestas estéticas respeto y admiro. Junto a amigos previos como José Luis Rey, Joaquín Pérez Azaústre, Rafael Antúnez o Rogelio Guedea, conviven amigos como Raquel Lanseros, Javier Vela y, muy especialmente, mi querido Antonio Praena, al que me unió aquel accésit compartido, y poetas a los que aún no conozco en persona pero que siento muy cerca, como José Gutiérrez Román, María Higueruelo, Diego Medina Poveda y, sobre todo, Rubén Martín Díaz, con quien comparto múltiples hilos vitales y literarios.
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