Después de publicar en 2013 La gran Marivián, con la que cierra la Trilogía de Antíbula (iniciada en el año 2000
con Los ojos vacíos y continuada en el
2005 con Bami sin sombra), Fernando
Aramburu (San Sebastián, 1959), el autor de dos libros capitales para entender las raíces de ETA y el drama sufrido
por las víctimas (Los peces de la
amargura y Años lentos), da un
giro de trescientos sesenta grados y se adentra en el complejo y difícil mundo
del humor y la sátira en su última novela, que le ha valido el prestigioso premio
Biblioteca Breve, Ávidas pretensiones,
una diatriba contra las miserias del mundillo poético, al que no es ajeno el propio
escritor donostiarra, cuyos primeros pasos literarios fueron en verso (Ave sombra -1981-, Bruma y conciencia -1993- y un libro de poesía infantil, El librillo -1981-), y quien publicó, en
2010, la antología Yo quisiera llover.
El Convento de las Hermanas Siervas de las Sagradas Espinas
de Jesús, ubicado en Morilla del Pinar, un pequeño pueblo de interior, es el
pintoresco lugar donde tienen lugar las III Jornadas Poéticas del citado
municipio. Organizadas por Lope Agüero, un poeta con presencia en los medios de
comunicación, capaz de otorgar el prestigio o de vetar el acceso a él, las
“Jornadas Poéticas de Casacristo”, como se las conoce entre el gremio lírico,
sirven de punto de encuentro, durante tres días, de 28 poetas, a través de los
cuales el narrador disecciona, desde una perspectiva satírica, el panorama de
la poesía española, dividida entre metafísicos (“metafas”) y realistas
(“realitas”), dos grupos estéticos enfrentados. Así, los egos, las envidias, las
excéntricas manías, las rencillas, las inconfesables vanidades, los intereses
ocultos, los oscuros tejemanejes y los recelos son la materia narrativa con la
que el narrador articula la novela, dividida, de modo irónico, en las tres
partes -“Planteamiento”, “Nudo” y “Desenlace”, estructuradas a su vez en
veintitrés, veintiuno y cinco capítulos respectivamente- que todo escritor
actual debe evitar, como se recoge en cualquier manual de aspirante al Parnaso.
Y es, precisamente, la ironía y el humor nacidos del punto de vista adoptado por este narrador, capaz de burlarse de sus propios personajes y del lector, como se aprecia en la advertencia inicial (“A fin de preservar su vida y la integridad de sus modestos bienes, el autor ha tenido la cautela de asignar nombres ficticios a los actores de la presente crónica. Lo mismo y por la misma razón ha hecho con algunos lugares que pudieran resultar fácilmente reconocibles. El resto es todo verdad.”), junto al hábil manejo del lenguaje, lleno de palabras inventadas, dobles selecciones léxicas e, incluso, la sutil utilización de frases sin terminar, lo más interesante de esta novela afilada y perspicaz, escrita con un estilo desenfadado y tejida con una vertiginosa sucesión de tópicos y anécdotas con las que se busca potenciar el humor a través de la violencia, de lo escatológico y de las continuas y variadas alusiones sexuales. Para ello, y acudiendo a nuestra tradición satírica, recurre a la exageración tanto en la configuración de unos personajes tipo como de una trama que queda reducida a una frágil sucesión de anécdotas predecibles y de lugares comunes encaminada a provocar la risa.
Y es, precisamente, la ironía y el humor nacidos del punto de vista adoptado por este narrador, capaz de burlarse de sus propios personajes y del lector, como se aprecia en la advertencia inicial (“A fin de preservar su vida y la integridad de sus modestos bienes, el autor ha tenido la cautela de asignar nombres ficticios a los actores de la presente crónica. Lo mismo y por la misma razón ha hecho con algunos lugares que pudieran resultar fácilmente reconocibles. El resto es todo verdad.”), junto al hábil manejo del lenguaje, lleno de palabras inventadas, dobles selecciones léxicas e, incluso, la sutil utilización de frases sin terminar, lo más interesante de esta novela afilada y perspicaz, escrita con un estilo desenfadado y tejida con una vertiginosa sucesión de tópicos y anécdotas con las que se busca potenciar el humor a través de la violencia, de lo escatológico y de las continuas y variadas alusiones sexuales. Para ello, y acudiendo a nuestra tradición satírica, recurre a la exageración tanto en la configuración de unos personajes tipo como de una trama que queda reducida a una frágil sucesión de anécdotas predecibles y de lugares comunes encaminada a provocar la risa.
Autor: Fernando Aramburu
Título: Ávidas pretensiones
Editorial: Seix Barral
Año: 2014
(Publicado en Cuadernos del Sur, 25 de abril de 2014, p. 7)
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