lunes, 25 de marzo de 2013

Ventanas pintadas por Tapiès

Con estos tres cuadros de Tapiès guardo una especial relación de afinidad.

Apariciones II
 
Gris con dos formas

Cara y reverso


martes, 19 de marzo de 2013

"Tierra mojada", de Ruiz Taboada



VERSOS FRESCOS

“Huele a pecado y es tierra mojada.” Así comienza el cuarto poemario de Javier Ruiz Taboada (Toledo, 1962), “escritor de poesía”, como él mismo se define, periodista -actualmente presenta el programa “El reverso de la brújula” en Onda Cero-, pintor y fotógrafo. El libro acaba de aparecer, con prólogo del también periodista y escritor Antonio García Barbeito, en la editorial Renacimiento, donde ya publicó su Ropa interior.
Se trata de una poesía eminentemente urbana (“el barrio es una noria desmontada”; “en la cuidad el cielo es invisible”), en la que, obviamente, tienen una importancia axial las personas (“el paisaje es la gente / la ciudad es su gente). Aborda el “aquí y ahora”, con un tono coloquial, extrovertido y desenfadado, que no rehúye en ningún momento del lirismo, sobre todo en los poemas más intimistas (“Aunque tú no lo entiendas, / estoy aquí besándote a escondidas, / tocándote entre líneas, / ahora que ya ha pasado este eclipse de velas / detrás del cristal oscuro que me arropa”).
Semejante desenfado se traduce tanto en un tratamiento lúdico del lenguaje y en la utilización de un continuos juegos de palabras, derivaciones, políptotos, retruécanos, paranomasias, hipálages, sutiles ironías…, como en las fracturas del tono (“Hazme una señal / que no sea de humo”), en la atrevida combinación del verso libre con el soneto, inserto –y destacado entre paréntesis- dentro de los poemas más extensos (“Que lo sepas”, “Haciendo amigos”, “Pasos”, “Confusión”, “Clama al cielo”, “Paisaje humano”, “Invierno”, “Manchas” o “Despedida”, soneto con estrambote que cierra el libro, entre otros) y en la combinación de poemas narrativos y anecdóticos con otros extremadamente breves de tono humorístico (“Cuando dobles la esquina / vuelve a dejarla como estaba”) o cercanos al aforismo (“Acertar es de sabios. / El resto rectifica”) e, incluso, a la greguería (“Para el almanaque / todos los meses son otoño”).  
El resultado es un libro fresco, de fácil lectura, capaz de sugerir y de despertar en no pocos momentos la sonrisa cómplice del lector.

(Publicada en "Cuadernos del Sur", número 1149, 30 de junio de 2012, p. 9)

viernes, 15 de marzo de 2013

La palabra, generadora de utopías



La poesía, concebida como una profundización en los cimientos del mundo en que vivimos, como una acción de desvelar la realidad y poner de manifiesto los principios que la rigen, es un acto fundacional, a través de la palabra, de una nueva realidad, que ha de ser, necesariamente, más justa y solidaria. La poesía tiene, por tanto, cierto componente de utopía y de resistencia.
Por esto, existe cierta analogía entre el género poético y las calles y plazas de España inundadas de modo espontáneo, hace ahora dos años, de personas que pedían un cambio necesario desde un punto de vista social, económico y ético. Desde entonces, los ciudadanos claman de manera regular, sin siglas políticas, cansados de los desmanes de una sociedad capitalista nacida de la desigualdad como factor generador de riqueza y de una clase política en descrédito, contra el empecinamiento de los dirigentes políticos de Europa -y, por supuesto, de España- en una política de recortes y austeridad que se está revelando, sin lugar a dudas, ineficaz -y esto no lo digo yo, sino varios premios Nobel de Economía, que algo sabrán-, en la medida en que contribuye a aumentar las diferencias sociales y la crispación. Tanto el Gobierno español como la troika -esa realidad superior, compuesta por representantes del FMI, de la UE y del BCE, a la que, como a buen hermano mayor, siempre se le puede echar la culpa para eludir cualquier responsabilidad-, se muestran día a día insensibles a la problemática real de los ciudadanos (desahucios, paro, pérdida de poder adquisitivo, desmantelamiento de los servicios públicos, especialmente sanidad y educación...) y solo se limitan a cuadrar frías cuentas con indiferencia y arrogancia, simbolizada en los hombres de negro encargados de supervisar el cumplimiento de las medidas aceptadas previas al millonario rescate destinado a sanear unas entidades bancarias que no han sabido gestionar los recursos propios, que han engañado y estafado a los ciudadanos y que ahora, tras recibir una inyección económica que pagamos todos, anuncian sin pudor miles de expedientes de regulación de empleo y beneficios éticamente inasumibles para dentro de dos años. 
Cada día es mayor la escisión entre la ciudadanía y unas instituciones democráticas que han perdido credibilidad por las mentiras con que son tejidos los programas electorales, por unos privilegios injustificables desde un punto de vista moral, por una reforma laboral que tan solo sirve para abaratar el despido y vulnerar los derechos más elementales de los trabajadores, por una carga impositiva desigual entre los ciudadanos españoles o por los sangrantes casos de corrupción que llenan los informativos. En este sentido, es sumamente significativo el hecho de que el número de personas que plantea una oposición cívica en la calle sea mayor que el de votos con los que el partido en el poder consiguió la mayoría absoluta -y me atrevo a vaticinar que será mayor que el que conseguirá el partido que gane las próximas elecciones por mayoría simple-. Sin embargo, nuestros representantes políticos, cómodamente instalados en sus privilegios, siguen sin reaccionar ante el clamor popular y se limitan a desacreditar a los manifestantes o, como mucho, a aparecer en las concentraciones con una mera intención propagandística, sin que haya un compromiso real con lo que la gente de a pie espera aún de ellos.
Es por eso que se revela ahora más necesaria que nunca una segunda transición democrática, que logre una regeneración de las instituciones y que prestigie, de nuevo, la política, que, no se nos olvide, debe estar al servicio de los ciudadanos -y no como sucede hoy, que los ciudadanos están al servicio de unos "calientasillones" que al poner fin a su periplo político acabarán en el consejo de administración de alguna gran empresa o en uno de esos cargos de libre designación que dentro de la Administración Pública o de las diferentes empresas públicas se reserva a aquellos que no tienen más oficio o beneficio que la filiación a unas siglas-. Por eso, no escuchar la voz de las calles es un error, tratar de deslegitimarla o intentar aprovecharse de ella electoralmente, una mezquindad.

lunes, 11 de marzo de 2013

59 universos mínimos




Aunque Micromundi es el primer libro en prosa de Francisco Javier Guerrero (Córdoba, 1976), el autor cuenta con una larga lista de relatos y de microcuentos publicados tanto en periódicos y revistas del ámbito universitario como en diversas antologías y libros colectivos.
Con un poemario a la espera de ser publicado en Ediciones Oblicuas, Cuaderno de ruta, Guerrero apuesta por uno de los géneros que a día de hoy goza de una mayor proyección y que encierra más potencialidades comunicativas, un género que se adapta perfectamente a los hábitos lectores de la sociedad actual, y lo hace avalado por un clarividente prólogo, “La savia crepitante de lo pequeño”, firmado por la Asociación Cultural Mucho Cuento.
Los 59 microcuentos, que siguen con fidelidad los preceptos del género y se alejan de los lugares comunes, funcionan como un todo unitario, pese a los diferentes tonos (hay una combinación de lo onírico con lo fantástico, de la ingenuidad infantil o del padre al contemplar a sus hijos con la más cruda realidad) y planteamientos narrativos de cada historia, pues en todos ellos hay un continuo esfuerzo por conseguir la concisión y precisión tanto al seleccionar lo que se quiere contar como en el uso del lenguaje.
En este sentido, debemos resaltar que consigue que los títulos sean parte esencial de la historia al desvelarse en ellos alguna clave. Del mismo modo, las historias no quedan en la simple anécdota, sino que trascienden la realidad y universalizan el conflicto planteado en las primeras líneas con una sugerencia que, unida a la sorpresa final, exige al lector la toma de un papel activo en la lectura.
Debemos concluir, por tanto, resaltando el buen oficio de un escritor que maneja con solidez los recursos propios del género y que no es un recién llegado.


A continuación, os reproduzco “Génesis”, el microcuento que abre el libro.


GÉNESIS
Javier abrió el libro por su primera página. Antes, María lo había cogido de la estantería. Primer estante, libro veintisiete, le dijo su padre. Cada día un libro distinto ocupaba ese mismo lugar. Ese día fue, casualmente, un ajado Antiguo Testamento. Los hermanos, que apenas levantaban dos palmos del suelo, se sentaron juntos y simularon que sabían leer.

jueves, 7 de marzo de 2013

Cuestión de oficio

 El próximo domingo 17 de marzo se entrega el Premio Solienses 2013 a Félix A. Moreno Ruiz por Un revólver en la maleta. El acto tendrá lugar a las 12:00 horas en el Centro de Visitantes de El Guijo, junto a la ermita de la Virgen de las Cruces. Siendo este el acontecimiento literario más destacado de Los Pedroches, capaz de aglutinar en torno a él a todos los escritores de esta comarca, creo oportuno escribir unas líneas sobre mi personal aproximación a una novela policíaca que logra cautivar, incluso, a los lectores no iniciados en el género. 



Un revólver en la maleta (Madrid, Cuadernos del Laberinto, 2012) inaugura la atractiva colección “Estrella Negra” y es la “opera prima” del escritor pozoalbense Félix A. Moreno Ruiz, quien, no obstante, no es un recién llegado, sino que, rebasado el ecuador de los 40, cuenta con una interesante trayectoria como escritor de relatos merecedores de diversos reconocimientos, que han sido publicados de modo disperso.
Todo escritor emerge de unas lecturas confesas o inconscientes. Moreno Ruiz lo sabe bien y no se deja llevar por un desenfocado y egocéntrico concepto de originalidad heredado del romanticismo. Por ello, teje toda una maraña de guiños a los escritores clásicos del género, aquellos con los cuales empezó a echar los dientes, literariamente hablando. Así, Homero Pérez, el protagonista, recuerda, por sus iniciales, al inolvidable Hércules Poirot de Agatha Christie; por su parte, Pedro García, contrapunto y fiel acompañante de Homero, es una mezcla del doctor Watson de Conan Doyle y del capitán Hastings de Cristhie, espejos de Sherlock Holmes y Poirot; igualmente, la muerte del catedrático con cianuro es herencia de la mejor novela policíaca de los inicios del género.
Junto a estas referencias, se aprecia la huella de los grandes novelistas españoles de finales del XIX, especialmente Galdós y Baroja, así como la de Eduardo Mendoza, pues las prostitutas asesinadas y el comisario Alejo recuerdan a las víctimas propiciatorias de La verdad sobre el caso Savolta.
Fiel a sus lecturas, Moreno Ruiz plantea de un modo impecable una novela que sigue los preceptos del género, desde el planteamiento inicial –se abre con el descubrimiento del cadáver de un prestigioso abogado, con peluca y el rostro pintado, sobre la cruz del Cristo de Ánimas de la iglesia de San Lorenzo-, el manejo de los tiempos narrativos, tendentes siempre a conseguir que aumente la intriga en el receptor, la presencia de unos diálogos ágiles, la sintaxis sencilla, los párrafos cortos, la delimitación acertada de los rasgos principales de los personajes o el necesario juego deductivo como vehículo para resolver el crimen en un final que, necesariamente, ha de sorprender al lector.
La novela está estructurada en torno a dos tramas, separadas por apenas unos meses y algo más de 400 kilómetros. De ambas, la que sucede antes en el tiempo es la secundaria, que se encuentra perfectamente subordinada a la principal y que sirve para desvelarnos poco a poco el pasado del protagonista, quien siendo estudiante de Filología Hispánica asiste a la muerte en clase de un esperpéntico profesor y contribuye, con su innata capacidad de deducción, a la resolución del asesinato. De este modo se inicia un camino de aprendizaje al lado de Alejo López, que culminará con la resolución de unos asesinatos de prostitutas –el paralelismo con la historia de Jack el Destripador es evidente- cometidos por un grupo de jóvenes de familias influyentes, que, finalmente, quedarán impunes por ser hijos de quienes ostentan el poder, lo que provocará el abatimiento moral del protagonista, que asiste impotente a las injusticias de una sociedad hipócrita y corrupta.
Pero es en la acción principal donde el autor despliega todo su potencial narrativo. De regreso a su ciudad natal, Córdoba, el joven inspector redescubre, y nosotros con él, una ciudad que está comenzando a dejar de ser un pueblo y que, gracias al desarrollo urbanístico y demográfico, se ha abierto a la modernidad, aunque siempre conservará un espíritu provinciano que se contagia a los personajes con los que Homero se cruza a lo largo de su investigación.
Y aquí radica otro de los principales atractivos de la obra: la plasmación literaria de una época hasta ahora no transitada, y cuyos referentes más cercanos son La feria de los discretos de Baroja y Paseos por Córdoba de Ramírez Arellano, aunque ambas obras se sitúan unos años antes. Esta escasez de referentes a la hora de recrear la capital cordobesa implica una ardua labor de documentación que, como debe ser, pasa inadvertida para el lector en la medida en que no lastra la narración y está articulada armónicamente dentro del desarrollo de la trama hasta convertir a la ciudad en un personaje más, un personaje que prefiere no mirar la realidad, sino que se esconde en la hipocresía y las falsas apariencias con tal de que no se tambaleen los cimientos tradicionales del mundo cómodamente concebido en que está instalado.
Y todo esto lo consigue sin excesos lingüísticos ni estériles alardes de tipo esteticista. Utiliza el lenguaje con precisión, la misma que tiene presente al plantear la historia: sabe lo que quiere contar y cómo hacerlo. Cuando el lector transita por las páginas de Moreno Ruiz, tiene la impresión de que todo está donde tiene que estar, en su justa medida. Todo parece pensado al detalle. El novelista no deja ni una sola página al azar. Tiene claro adónde quiere llegar y adónde quiere conducir al lector; y lo hace con un profundo conocimiento de la lengua y de sus posibilidades, sin hacer ostentación de ello, y creando un narrador que consigue situarse ante la historia sin que esta sea un pretexto para demostrar las dotes y excelencias del autor.
Todo lo dicho se resume en una sola palabra: oficio. Moreno Ruiz lo tiene y, por ello, ha logrado plantear y resolver de modo acertado una novela amena y entretenida, que augura una trayectoria que deberá ser tenida en cuenta, pues Félix Ángel Moreno Ruiz puede y debe aportar mucho a un género que goza del favor del público y del crédito de la crítica.   

lunes, 4 de marzo de 2013

"Tintas para la vida II"


En 2010 tuve el placer de escribir un poema "ex profeso" para una antología de poetas cordobeses por la donación de órganos titulada Tintas para la vida II, coordinada por Pilar Sanabria y Antonio Varo y con ilustraciones de Marisa Vadillo.


MEMORIA

Tu cuerpo
                 guarda
memoria
                 de otro cuerpo.

Amanece
y entre las sábanas
no sientes
el frío
que se cobija aún en los tejados
y se vuelve una suave miopía
en los cristales.

Lo nombras:
creas un bosque
acotado por cuatro paredes y una luna
incandescente
colgada
del techo.


En el blog de la Asociación Andaluza de Trasplantados de Pulmón podéis leer el libro completo.