miércoles, 24 de octubre de 2018

Diversos rostros, una misma mirada reflexiva


En silencio. Alejado de las modas del momento. En los márgenes del canon. En Córdoba. Ese es el ámbito en el cual Francisco Gálvez (Córdoba, 1945) ha ido cincelando una voz genuina desde su debut con Los soldados en 1973, el mismo año en que fundó junto a José Luis Amaro y Rafael Álvarez Merlo la revista Antorcha de paja, hasta hoy.
Justo ahora que se cumplen cuarenta y cinco años de la publicación de aquel poemario en El toro de barro, aparece en la prestigiosa editorial valenciana Pre-Textos, dentro de su colección La cruz del sur, Los rostros del personaje (Poesía 1994-2015), una extensa e intensa antología de sus últimos libros, que viene a ser una continuación de Una visión de lo transitorio. Antología poética 1973-1997, editada por Huerga y Fierro en 1988. Si en aquella ocasión se seleccionaban textos de sus primeros seis poemarios -Los soldados (1973), Un hermoso invierno (1981), Iluminación de las sombras (1984), Santuario (1986), Tránsito (1994) y El navegante (1995)-, en el presente volumen se destacan de los cuatro siguientes: El hilo roto. Poemas del contestador automático (2001), El paseante (2005), Asuntos internos (2006) y El oro fundido (2015). Además, vuelve a incluirse Tránsito, reeditado en 2008 por la Diputación de Málaga en su reputada colección Puerta del mar, con prólogo del añorado Eduardo García. Tal inclusión, pese al conflicto temporal que provoca entre ambas antologías y pese a    difuminar la importancia de El navegante, se sustenta en su concepción nuclear; no en vano, supuso una nítida definición de su poética, al tiempo que marcó un nuevo itinerario, caracterizado por una mayor amplitud temática, tonal y formal, mostrando al poeta de cuerpo entero, en plena madurez. Semejante punto de inflexión vino acompañado del acceso a algunas de las mejores editoriales del país -Pre-Textos, donde han aparecido El hilo roto y El oro fundido, e Hiperión, en la cual vio la luz El paseante, después de haber conseguido el Premio Ciudad de Córdoba “Ricardo Molina”- y, por consiguiente, de una mayor atención por parte de la crítica. Pero más allá de la justificación del propio antologado, quien afirma en la “Nota del autor” que lo incluye “al considerar que es enlace entre un período y otro, y principio de otro momento”, la presencia de algunos de los poemas con los que consiguió el Premio Editorial Anthropos en 1994 permitirá al lector que no lo haya leído con anterioridad hacerse una representación cabal de los caminos explorados y del alcance de la travesía iniciada, a la par que muestra el convencimiento de Gálvez de que toda evolución se produce siempre dentro de una profunda continuidad, como puede observarse en la heterogeneidad de tonos y temas que configuran cada uno de sus poemarios.
Los rostros del personaje (Poesía 1994-2015) acaba de ver la luz precedido de un breve pero certero prólogo firmado por Vicente Luis Mora, “Rostros en serie. La poesía de Francisco Gálvez”, en el cual el crítico cordobés desgrana algunas de las claves de la lírica galvesiana, así como el alcance de la misma y su relación con la joven poesía cordobesa de los 90.
El acertadísimo título del volumen, tomado de una de las partes de su más reciente poemario, El oro fundido, coloca al lector frente al tema que sustenta su producción, sobre todo, a partir de El paseante y su afortunado ascendente El navegante: la problemática del sujeto enunciador. Convencido de que el interés del poema ya no está exclusivamente en el enunciado en sí, sino en el acto de habla que supone, con lo cual involucra a un emisor y a un destinatario, el autor crea, a lo largo de diez libros y de varias plaquettes,  una amplia y variada colección de personajes poéticos, formados “de un rostro y otro sucesivo”, más o menos alejados de su voz, que escudriñan lo cotidiano. De todas las máscaras elegidas para que el ejercicio de definición sea fértil, la tercera persona ha sido la más utilizada, al posibilitar un decir plural que desborda el ámbito de la propia intimidad para alcanzar una intimidad compartida, con lo que la anécdota individual deviene experiencia colectiva. De este modo, ante el espejo de lo otro, que engendra al “yo” en un incuestionable acto de responsabilidad, este puede iniciar un camino de conocimiento que le conduzca a tomar conciencia de sí mismo, de sus límites y de sus grietas, de sus anhelos y de sus frustraciones… El discurso queda abierto, así pues, a la alteridad, que adquiere una importancia axial. Solo desde la asunción de esta relación dialógica es posible la construcción de un yo poético imbricado en el otro. En mi opinión, esta es la gran aportación de El hilo roto. Poemas del contestador automático, un libro que, más allá del posible deslumbramiento provocado por la presencia del motivo de la telefonía, muestra la incomunicación y la soledad características de nuestra sociedad actual, al tiempo que ahonda en la depuración, precisión y sugerencia del discurso lírico.
Junto a este, los otros dos grandes núcleos temáticos de toda su producción poética son la importancia de la mirada y la conciencia del paso del tiempo. Para nuestro escritor, el poema es el espacio donde se produce el desvelamiento de lo concreto y, paralelamente, el cambio de estado de la experiencia en la palabra, de la reflexión en la emoción; y, para conseguirlo, el discurso debe nacer de lo cotidiano, de momentos en apariencia insignificantes que han de ser observados con precisión para bucear no tanto en el hecho preciso, sino en los márgenes del mismo, donde se produce el asombro necesario para que el acto de mirar fertilice lo contemplado y tenga lugar, más allá de la simple apariencia, la revelación del enigma que sustenta el engranaje azaroso de nuestra existencia. Así, el poema deviene la mirada de quien escribe, pues su objetivo es hacer más visible lo visible, hacer que la realidad se despliegue mediante el lenguaje poético y sea, por tanto, más realidad. 
En consecuencia, la dicción tiene que ser sobria y estar sustentada sobre una sintaxis precisa y calculada, con una cuidada combinación de metros blancos -que no tiene inconveniente en romper siempre que la necesidad expresiva lo requiere-. Esta es la estructura ósea de un discurso poético tejido entre la sutileza y la sugerencia como vía para activar el pensamiento del lector. Sin perder de vista esta premisa, en los últimos poemarios se atreve a experimentar con la puntuación, con el versículo e, incluso, con el poema en prosa, en el cual encuentra  el instrumento adecuado por el que hacer discurrir el pensamiento de manera ordenada y progresiva. En este sentido, la palabra galvesiana no descansa ni en la metáfora ni en la imagen, sino en la observación y en la verbalización de la misma, con la intención de insinuar al lector el misterio sobre el que se levanta el complejo andamiaje de la cotidianidad.
El paso del tiempo, por su parte, ha sido abordado a través de distintos motivos. Desde un inicial interés por la fugacidad, la pérdida o la ausencia, Francisco Gálvez profundiza, con rigor y solvencia, en el motivo del tránsito, que, según Eduardo García, alude a “la conciencia de la continua transformación del mundo”, dando como resultado el poemario homónimo, que, en palabras del escritor cordobés nacido en São Paulo, es una de los escasas muestras de poesía metafísica existentes en nuestra lengua. Una vez asumido el cambio continuo, el sujeto decide mirar con serenidad al pasado, a la memoria, a la ausencia y al dolor sosegado provocado por ella, actuando la mirada de cauce para el pensamiento, como se aprecia en algunos poemas de Asuntos internos y, sobre todo, en El oro fundido, donde se funde y confunde con la realidad observada, al tiempo que realiza un ejercicio de rememoración que no excluye la atención al presente, la reflexión sobre el tiempo, la afirmación de la vida o la preocupación por la muerte.
En Los rostros del personaje (Poesía 1994-2015) se resumen, pues, algo más de veinte años de creación de un poeta que "no es todo lo conocido que merece", en palabras de Vicente Luis Mora, con quien coincidimos en el deseo de que la presente recopilación contribuya a que su obra alcance la difusión merecida. En este sentido, estamos convencidos de que la exhaustiva selección de textos, que respeta la estructura orgánica de cada libro al incluir las citas y mantener las partes en que se articula, servirá para que el lector se haga una idea bastante certera del alcance de una poesía concebida como un continuo ejercicio de resistencia, de honestidad y de compromiso con la palabra.

(Publicado en "Cuadernos del Sur", el 6 de octubre de 2018, p. 7)

Autor: Francisco Gálvez
Título: Los rostros del personaje
Editorial: Pre-Textos
Año: 2018

lunes, 1 de octubre de 2018

Intensidad emocional: los aforismos de Luis Rosales




“El título de este libro no es una palabra, sino un signo o, leído en posmoderno, un emoticono. Véanlo: […]. El subtítulo “Aforismos extraídos” y el autor, Luis Rosales, explican mucho mejor su contenido: se trata de una colección de aforismos seleccionados de la obra poética del estremecido autor de La carta entera.”
Con estas palabras comienza Enrique García-Máiquez “La vida es lo junto”, el breve pero clarificador prólogo de esta extensa e intensa selección de aforismos que acaba de ver la luz en la editorial sevillana La isla de Siltolá. En ellas se intuye el riesgo de la empresa: el poeta granadino no escribió ni un solo aforismo; sin embargo, el tono sentencioso y la profundidad de pensamiento de su poesía le han allanado el camino al editor, que ha espigado aquellos fragmentos y versos que, representando el mundo poético del autor, destacan por “su potencia expresiva y su intensidad emocional”.
En este sentido, “el aforismo rosaliano cumple una voluntaria función estrictamente poética”, en la medida en que contribuye a marcar el ritmo del verso libre, dándole intensidad y haciendo que pensamiento y emoción confluyan y se condensen en un metro que se alarga como en ningún otro poeta coetáneo.
La lectura de estos fragmentos, en los que se abordan temas como la identidad, el amor, la mirada, la creación poética, el lenguaje o el tiempo, es entrar en una puerta giratoria que puede llevar o bien a la poesía sin límites de Rosales o bien a una relectura celebrativa y gozosa de algunos de sus versos más significativos, e, incluso, puede actuar como eje sobre el cual el lector va y viene a uno de los poetas más grandes de la posguerra, cuya obra siempre es refugio o casa encendida.


[…] Aforismos extraídos
Autor: Luis Rosales
Editorial: La isla de Siltolá, 2018.