jueves, 25 de abril de 2013

Uno de los "35 sonetos" de Pessoa




                     XXVI

El mundo es un tapiz de sombra y sueño,
y hay solo una verdad en su mentira:
el que mira una luz en su diseño
no la conoce mientras más la mira.

Y es un espejo que, de cada cosa,
nos muestra un solo lado, y que nos miente;
pues la rosa que vemos no es la rosa,
y el espacio que ocupa es diferente.

El pensamiento nubla la esperanza
de encontrar una luz en la extrañeza
que habita en el pensar. Lo que tenemos

palabras son: saber, verdad, mudanza.
El mundo es falso; pero ¿qué es
certeza?
Y sabemos que nunca lo sabremos.

(Fernando Pessoa, 35 sonetos, traduccción de Esteban Torre, Renacimiento, Sevilla, 2013)

viernes, 19 de abril de 2013

"La bicicleta del panadero", de Juan Carlos Mestre



Esta semana ha aparecido una reseña firmada por mí sobre La bicicleta del panadero, de Juan Carlos Mestre, reciente Premio Nacional de la Crítica, en Poemofilia.

martes, 16 de abril de 2013

Por fin me siento ganador del Premio de Poesía Cáceres


Después de más de tres años de lucha, hoy por fin me siento ganador del XXI Premio de Poesía Cáceres, Patrimonio de la Humanidad. Ahora el libro puede llegar a sus lectores, aunque uno de los principales destinatarios del mismo, mi abuelo Manolo, no podrá leerlo.

Gracias a los que han intentado publicarlo -Carmina Santos, tercera concejal de Cultura con la que me topé y primera que quiso hacer algo, aunque no pudo, debido a la indiferencia e incompetencia de sus socios de gobierno- y a quienes han hecho posible que el poemario vea la luz: Elena Nevado, actual alcaldesa de Cáceres, y Jesús Bravo, concejal de Cultura.

domingo, 14 de abril de 2013

'Ausencia de Dios', de Benedetti



Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.

Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.

Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.

Ahora qué miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que Dios se muere, se resbala,
que Dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.

Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.

(Mario Benedetti, Antología poética, Madrid, Alianza Editorial, 1987)

miércoles, 10 de abril de 2013

José Luis Sampedro



El niño, inquieto ante esta noche tan diferente, gatea por la cama hacia el viejo. Se agarra temeroso al brazo ya paralizado y se pone en pie, su carita junto a la del abuelo, esperando, esperando... De golpe, su instinto le revela el desplome del mundo, la tiniebla vacía. El aletazo de la soledad le arranca la palabra tantas veces oída:
-Non-no -pronuncia nítidamente, frente a ese rostro cuyos ojos le buscan ya sin verle, pero cuyos oídos aún le oyen, anegados de júbilo. Y repite el conjuro, su llamada de cachorro perdido-. Nonno, nonno. ¡Nonno!
¡Por fin ese cántico celeste!
Colores de ultramundo, lumbres de mil estrellas incendian el viejo corazón y le arrebatan a esta gloria, esta grandeza, esta palabra insondable:

¡NONNO!

A ella se entrega para siempre el viejo, invocando el nombre infantil que sus labios ya no logran pronunciar. El niño, en su desamparo, inicia un gemido. Pero se calma al olfatear en la vieja manta el rastro de los brazos que le acunaban. Se envuelve confiado en sus pliegues, en ese olor que reconstruye el mundo al devolverle la presencia de su abuelo, y clama, orgulloso de su proeza, una y otra vez:
-¡Nonno, nonno, nonno, nonno...!
Sus manitas, mientras tanto, juguetean con los amuletos. En la carnal arcilla del viejo rostro ha florecido una sonrisa que se petrifica poco a poco, sobre un trasfondo sanguíneo de antigua terracota.

Renato, atraído por la canción guerrera y por los gritos del niño, la reconoce en el acto:
La sonrisa etrusca.

(José Luis Sampedro, La sonrisa etrusca, Madrid, Biblioteca El Mundo, 2001)

domingo, 7 de abril de 2013

Desescombrar la palabra




Esta semana ha aparecido publicada en Poemofilia una reseña firmada por mí sobre el último poemario de Abraham Gragera, El tiempo menos solo.

lunes, 1 de abril de 2013

'Sida', de Al Berto



SIDA

aquellos que tienen nombre y que nos llaman
un día adelgazan -parten
nos dejan abocados al abandono
en el interior de un inútil dolor mudo
y voraz

archivamos el amor en el abismo del tiempo
y más allá de la piel negra del disgusto
presentimos vivo

el pasajero ardiente de las arenas -el viajero
que irradia un olor a violetas nocturnas

encendemos entonces una llama en los dedos
nos despertamos trémulos confusos -la mano quemada
junto al corazón

y nada más se mueve en el centrifugado
de los segundos -todo nos falta

ni la vida ni lo que de ella queda nos consuela
la ausencia brilla en la aurora de las mañanas
y con el rostro aún manchado por el sueño oímos
el rumor del cuerpo llenándose de pena

así guardamos las breves nubes los gestos
los inviernos el reposo la somnolencia
el viento
arrastrando lejos las imágenes difusas
de aquellos que amamos y no volvieron
a llamar

(de El miedo (Poemas escogidos, 1976-1997), traducción de Cidália Alves dos Santos y Javier García Rodríguez, Valencia, Editorial Pre-Textos, 2007)