martes, 9 de abril de 2019

"El otro ser", de Arturo Tendero: un canto a lo cotidiano


Empaparse del afuera; construir un horizonte interior más allá de la propia piel, de manera que esta sea permeable y absorba la esencia de lo que la rodea a la par que tienda a diluirse en el exterior a través del  lenguaje; ser consciente de que la persona que habla se desdobla y su voz es el eco de otro ser, con lo que el territorio en que queda incardinado el sujeto y sus límites ya no es el espacio clásico y cerrado de la representación sino el ámbito múltiple y diverso de la creación, donde tiene lugar el conocimiento y donde la palabra literaria se desarrolla a sí misma, sin límites y sin tiempo. Estos son los puntos de fuga sobre los que Arturo Tendero (Albacete, 1961) construye su séptimo poemario, El otro ser, editado por La isla de Siltolá. El conjunto, de juanramoniano título, está compuesto por treinta y ocho poemas concebidos como un todo plural, compacto y bien trabado, que gira en torno al paso del tiempo, a la memoria y a la identidad. Y, para conseguirlo con la soltura a la que nos tiene acostumbrados, el poeta centra su atención en los pequeños detalles que conforman la existencia: la espera de una grúa “en la cuneta/de lo que fue un polígono industrial”, la primera relación sexual, la fértil desidia de una mañana de fin de semana “tirado en el sofá”, la búsqueda de las perseidas, la triste función de unos tertulianos televisivos que hablan a gritos y mendigan “el aplauso/de un público que vibra en el combate”, el exterminio de unas cucarachas que aparecen en la cochera, la sensación provocada al escuchar unas grabaciones con las voces infantiles de sus hijos, la ascensión de “Mi primer tresmil”, el adentramiento en un “castillo vacío”, el regreso a casa tras un largo viaje, el calambrazo que provoca la contemplación de un atardecer desde la azotea, los cafés literarios, el oficio de profesor y el encuentro con un antiguo alumno, el descubrimiento de los tesoros mínimos que encierra la naturaleza, cuyos secretos mantienen “vivo el mundo al que regreso”…  Estos instantes deben guardar la fragilidad necesaria para que se produzca el prodigio de que una mirada reflexiva e inquieta se asombre ante ellos -fertilizando así la palabra- y se detenga, por un instante, el tiempo, consiguiendo una eternidad momentánea, que radica en lo cotidiano. Ante el espectáculo del mundo, que no puede ni debe ser pensado, solo cabe una actitud: aceptarlo sin más, contemplarlo y asombrarse ante lo inédito diario, como Tendero deja patente desde el programático y rotundo poema inicial “Selfie”. De esta manera, el ser humano consigue una suerte de reconciliación con la vida.

(Publicado en Cuadernos del Sur, 30 de marzo de 2019, p. 6)


Autor: Arturo Tendero 
Título: El otro ser
Editorial: La isla de Siltolá
Año: 2018



jueves, 4 de abril de 2019

Karmelo C. Iribarren: íntima cartografía urbana



Veinticinco años después de la aparición del cuaderno Bares y noches en la Colección Máquina de sueños, del Ateneo Obrero de Gijón, Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959) ha conseguido moldear una voz propia, fácilmente reconocible, que cuenta con la veneración de un gran sector del público, siendo uno de los poetas actuales más seguidos en las redes sociales, y con el respeto de un buen sector de la crítica y de los compañeros.
Sin embargo, los inicios de este mal llamado poeta tardío –publica su primer poemario, La condición urbana, a los treinta y seis años en la editorial sevillana Renacimiento- no fueron fáciles. En este sentido, es justo destacar la perspicacia de uno de los grandes editores de este país, Abelardo Linares, quien confió en él desde el primer momento y ha publicado siete de sus once poemarios, además de la célebre antología La ciudad (Antología poética 1985-2008), -cuya segunda edición, ampliada, vio la luz en 2014-, su poesía completa Seguro que esta historia te suena. Poesía completa (1985-2005) -que ha alcanzado una segunda edición en 2012 y una tercera en 2015- y múltiples reediciones, entre las que destaca el heteróclito volumen en prosa Diario de K.
Confirman la excelente acogida de su obra por parte del público la aparición de otras dos antologías -Pequeños incidentes (Antología poética), con prólogo de Luis García Montero, aparecida en 2016 en Visor, y El amor, ese viejo neón, editada en 2017 por Aguilar- y de su más reciente poemario, Mientras me alejo, con prólogo de Luis Alberto de Cuenca, en Visor.
Ahora La isla de Siltolá decide recoger algunos de sus poemas más significativos bajo el título de Los cien mejores poemas de Karmelo C. Iribarren. El mérito principal del presente volumen, aparte de la exquisita edición a la que nos tiene acostumbrados Javier Sánchez Menéndez, es que ofrece el itinerario lector de un crítico sólido y reputado como José Luis Morante, quien, además, firma un extenso y sólido prólogo.
En sus tres primeros poemarios -La condición urbana (1995), Serie B (1998) y Desde el fondo de la barra (1999)- el poeta delinea con trazos gruesos los rasgos de un yo poético que le ha valido ser considerado como uno de los últimos poetas malditos: un hombre callado y descreído, escéptico y misterioso, entre cuyos múltiples oficios se encontraba el de tabernero que escribía en los tiempos muertos, y que, tras asomarse al abismo del alcohol, comprendió que la vida, pese a todo, merece la pena.
Sin olvidar la noche, la contemplación de la realidad urbana a un lado y otro de la barra, el desencanto, el alcoholismo y diversos temas y motivos del cine negro, como una inevitable atracción por ciertas mujeres fatal, en La frontera y otros poemas, el discurso se vuelve más reflexivo y adquiere conciencia de la temporalidad. Con todo, no será hasta Otra ciudad, otra vida (2011) cuando el poeta descubra que el verdadero paisaje no es la realidad, sino la recreación que la memoria y el desencanto hacen de esta, con lo que el poema se convierte en el instrumento idóneo para explorar la propia identidad.
Así pues, la indagación en la intimidad y la temporalidad se convierten en el eje de rotación de Las luces interiores. Frente a la hostilidad del afuera aparece el espacio interior de la casa, cuyas luces dan calor y sentido a la existencia. El desencanto y el amor a la vida, la dureza y la ternura, la desolación y la esperanza, la soledad y el amor… incardinan la existencia.  Esta certeza supone una revisión de las relaciones con el entorno y revela aristas desconocidas.
En la misma línea continúan Haciendo planes y Mientras me alejo. En ellos, junto al escepticismo, teñido de cierto humor, hay sitio para la ternura de una mirada pesimista y desarraigada que, a pesar de las cicatrices que la vida ha ido dejando en ella, encuentra cobijo en el amor; al mismo tiempo, la palabra se depura y adquiere mayor sobriedad y laconismo, poniendo el foco de atención en las sensaciones de un hombre que observa cansado el mundo, y entrelaza vivencias personales, entre las cuales se encuentran las lecturas, con lo que lo metaliterario pasa a formar parte de lo diario. Frente a la intemperie, el poema, que nace de los naufragios y de las islas de toda travesía, muestra pequeños instantes como una forma de eternidad momentánea.
El gran hallazgo de la poesía del donostiarra es la autenticidad que le confiere el hecho de ser escrita desde el centro de su propia vida. Aunque libro a libro haya ganado en contención, sugerencia y hallazgos, convirtiéndolo en un hábil maestro de las distancias cortas y consiguiendo una singular intensidad que, además de activar el pensamiento del lector, deja constancia de lo que sucede a su alrededor, su lenguaje sigue siendo directo e incisivo, descreído y sobrio, preciso y descarnado, y encuentra en la ironía y el distanciamiento un instrumento eficaz para desmontar la previsibilidad del poema y ganarse la complicidad del lector sin alardes estériles.


(Publicado en Cuadernos del Sur, 30 de marzo de 2019, p. 10)


Autor: Karmelo C. Iribarren 
Título: Los cien mejores poemas de...
Editorial: La isla de Siltolá
Año: 2018