jueves, 30 de mayo de 2019

"Todo un temblor", de José Gutiérrez Román



“He crecido. Estoy hecho todo un hombre. / Mi temblor ha crecido. Está hecho todo un temblor.” Con estos rotundos versos del poeta griego Kostas Vrachnos, José Gutiérrez Román (Burgos, 1977) encabeza Todo un temblor, su esperado nuevo poemario, editado por La isla de Siltolá.
Siete años han pasado desde que apareciera Los pies del horizonte (Rialp, 2011), con el que consiguió el Premio Adonáis en 2010. Desde entonces, y cuando lo normal hubiese sido afanarse en editar un nuevo libro, el poeta burgalés ha preferido crecer en un fértil silencio. Tal vez el alto nivel de exigencia estética que lo lleva a dejar fuera de su obra reconocible todo lo escrito con anterioridad a dicho reconocimiento -dos volúmenes de poesía, Horarios de ausencia (2001) y Alguien dijo tu nombre (2005), y uno de relatos, El equilibrio de los flamencos (2006)- sea la causa de este retiro voluntario.
Pese a la legitimidad de dicha omisión en la nota biobibliográfica ofrecida en la solapa, presentar este poemario como el tercero –por más que se prevenga de que “el segundo continúa en paradero desconocido”- puede desorientar al lector, pues la modulación de la voz y la soltura en el manejo tanto del metro como del lenguaje son fruto de una evolución de casi veinte años de escritura y reescritura.
Sea como fuere, Todo un temblor es un poemario rotundo, compuesto por veinticinco poemas, diversos en su unidad, en su mayoría de extensión media, escritos con un lenguaje directo y aparentemente sencillo, al servicio de la anécdota, de cierto tono pesimista y desencantado, en los cuales se combina la amargura con la ternura, en la medida en que entre las grietas se cuela la luz, a través de la ironía y de un medido sentido del humor que, en ocasiones, deviene ácido.

Además del brillante poema inicial “Me preguntan si sigo escribiendo”, concebido al hilo de la manida pregunta que el autor confiesa haber escuchado hasta la saciedad en los últimos años, destacan “Realismo limpio”, toda una declaración estética y vital; “Eros”, una sugerente exaltación del cuerpo masculino; el inteligente y comprometido “España, aparta de mí esta tierra”; “Residuos”, lúcida apelación a la necesidad de crear un “vertedero de poemas”; el irónico y desmitificador juguete “Donde se cuenta la historia de un joven poeta que casi se va de fiesta con Carlos Marzal”; el perspicaz y sarcástico “Poesía didáctica”; el intimista y descreído “Dime cuánto te debo”; el sutil y emocionante “Temblor esencial”, o el contundente broche final, “Anotaciones”.  


(Publicado en Cuadernos del Sur, 27 de abril de 2019, p. 9)


Autor: José Gutiérrez Román 
Título: Todo un temblor
Editorial: La isla de Siltolá
Año: 2018

viernes, 24 de mayo de 2019

Palabras periféricas



Hace ya ocho años que José María Cumbreño (Cáceres, 1972), pese a saber que los poetas no son gente de fiar, fundó Ediciones Liliputienses, una modesta editorial independiente que, por encima de etiquetas fáciles y acomodaticias, apuesta por la calidad y autenticidad de la palabra excéntrica, que hace de la frontera un horizonte. Dentro de sus múltiples frentes, destaca la labor llevada a c abo en la difusión de la poesía escrita en la otra orilla de un océano que nos une a través de una lengua y de una tradición común y diversa al mismo tiempo.
Algunos de los más recientes autores presentados por la editorial cacereña son Roberto Valdivia (Lima, Perú,1995), Raquel Cané (Santa Fe, Argentina, 1974), Kevin Castro (Lima, Perú, 1993), María Florencia Rua (Argentina, 1992), Valentina Varas (Buenos Aires, Argentina, 1991) y Paula Giglio (Córdoba, Argentina, 1988), ganadora del I Premio Centrifugados de poesía joven con La risa loca de los ángeles.
E.P. (Poemas de Salinger), de Roberto Valdivia, quien antes había publicado el poemario [MP3] y el proyecto visual Salinger, aborda temas como la incomunicación, la identidad, la temporalidad, la desestructuración de una sociedad globalizada o la insatisfacción a través de una poesía narrativa, nacida de lo inmediato, estructurada a través de un versículo ágil, cuya cadencia se sostiene en las múltiples repeticiones sintácticas, léxicas y semánticas, y en un lenguaje directo y descarnado, que busca sacar al lector de la zona de confort donde está instalado.
Raquel Cané, quien ha publicado varios libros álbum para niños, debuta en la poesía con Cartas a H. El aprendizaje, dos obras independientes que, aunque corresponden a un mismo estado anímico, plantean líneas de fuga muy diferentes. “Cartas a H” está compuesto por veintitrés poemas en prosa que, a modo de teselas, abordan el tema del alejamiento emocional a partir de la distancia física entre un yo y un tú enigmático que existe tan solo como motivo para la introspección. “El aprendizaje”, en cambio, está compuesto por cuarenta y dos poemas breves, de tono más metafísico, que responden a tres momentos distintos de un camino de autoconocimiento a través del lenguaje.
Norcorea es el segundo poemario de Kevin Castro, tras Los tiempos jurásicos. La intensidad tonal del conjunto viene marcada por el rotundo poema que lo abre, una bofetada descarada que nos advierte que la lectura ha de ser una travesía desasosegante e incierta, que debe desubicarnos y hacer que nuestras convicciones y nuestra forma de relacionarnos con el mundo se tambaleen. Para conseguirlo emplea un léxico cotidiano, incisivo y contundente, de aristas pulidas, y experimenta con la puntuación y con la disposición de los versos, multiplicando la capacidad significativa de las palabras.   
Bajo el título de De todas las cosas que nunca entendí siempre vas a ser mi favorita, Valentina Varas reúne sus dos volúmenes publicados, La velocidad de una fiesta (2016) y Volcán (2018), además de ocho composiciones  inéditas. Convencida de que la escritura sirve para intuir el enigma que sostiene el mundo y a nosotros mismos, la poeta porteña aborda con acierto temas como la identidad femenina, los anhelos, las dudas, la temporalidad, la ausencia o la soledad, teniendo en todo momento al amor como eje vertebrador de unos poemas intensos y contenidos que “tienen un aire de canción pop”, en palabras de Damián Ríos, autor de un breve pero certero prólogo.
El sugerente título del sólido debut de María Florencia Rua es Luces mal usadas, cuya arquitectura se sustenta en la palabra incisiva, directa y desencantada, nacida de las pequeñas fallas cotidianas por las que el mundo se desangra. La hostilidad del entorno, los miedos más íntimos, las pérdidas, el dolor y el cansancio son las caras de un discurso escéptico que ahonda en las contradicciones de un yo irrenunciablemente femenino.
Por último, París es el escenario donde se desarrolla el itinerario sentimental de La risa loca de los ángeles, el cuarto poemario de Paula Giglio, tras Ella, muerta (2012), En el cuerpo (2016) y Un lugar para mis piernas largas (2018). En estos veinticinco poemas sin título, que actúan a modo de fotogramas de una relación casi evanescente, un “tú” intenta reconstruir, a través de la memoria, los vínculos con un “vos”, a pesar del océano que los separa. La delicada y sugestiva intensidad del libro se mantiene gracias a la parquedad léxica, a la delicadeza de las imágenes, al ritmo sutil de los metros breves y a un léxico cotidiano, sugerente y preciso que busca la emoción a partir de la anécdota.
Cumbreño, pues, nos ofrece seis voces distintas que comparten ángulos y aristas; seis voces que prefieren indagar en algunas de las preguntas que dan sentido al universo, conscientes de la imposibilidad de encontrar las respuestas; seis voces que saben que la poesía nace de destellos fugaces escondidos en lo cotidiano; seis voces que plantean una hoja de ruta definida con exactitud; seis voces que consiguen no dejar indiferente al lector.

(Publicado en Cuadernos del Sur, 27 de abril de 2019, p. 11)