jueves, 23 de enero de 2014

'Música tenaz", de José Martí

Su labor como político y líder intelectual de la independencia cubana, así como sus escritos periodísticos, han oscurecido la producción poética de José Martí. A este olvido ha contribuido también el hecho de que, en vida, tan solo publicase dos breves poemarios que pasaron casi desapercibidos en la época: Ismaelillo (1882), una obra plenamente modernista aparecida seis años antes que Azul de Rubén Darío, y Versos sencillos (1891). De toda su producción inédita destaca Versos libres, superación de la encorsetada apuesta modernista que, callando más de lo que dice, plantea una poesía más trascendente, capaz de bucear en la realidad concreta en la que el yo poético vive. Y aquí radica la novedad que Martí -conocedor de nuestra tradición y de la literatura clásica, pero también de los poetas norteamericanos, franceses, ingleses y alemanes coetáneos- aporta a la lírica hispánica. Consciente de la necesidad de renovar una poesía anclada en una retórica manida, los poemas del poeta habanero, nacidos de una angustia existencial íntima, tienen la intención de provocar extrañeza en el lector, para lo que recurre al uso del verso blanco, a una sintaxis distorsionada -fruto de la complejidad emocional del yo poético y de la dificultad de reducirla a palabras-, al uso de imágenes carentes de coherencia racional, a la sorprendente desconexión temática entre las partes del poema y a las inesperadas inflexiones coloquiales.

La antología Música tenaz (Renacimiento, 2013), título tomado de un verso de Martí, es una buena ocasión para acercarse a un poeta aún no suficientemente valorado. 

(Publicado en Cuadernos del Sur, 21 de diciembre de 2013, p. 7)

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