viernes, 15 de septiembre de 2023

Entre Aquiles y el doctor Rieux


 

Tras una breve invocación a la divinidad, la Ilíada comienza con la visita de Crises, sacerdote de Apolo, al campamento de los aqueos para pedirle a Agamenón que le devuelva a su hija, Criseida, que ha sido tomada como botín tras el saqueo del templo del dios. Ante la negativa del átrida a devolverla, a pesar del rescate ofrecido, el padre implora la ayuda de la divinidad, quien dispara flechas de “pino” con su “arco argénteo”, extendiendo rápidamente por el campamento aqueo una epidemia de peste que duraría nueve días.
Este tiempo de reclusión es el punto de partida del nuevo libro de Javier Velaza (Castejón, Navarra, 1963), El campamento de los aqueos, que le ha valido el XLII Premio Internacional de Poesía Cuidad de Melilla, en cuya primera parte, la que da título al mismo, se construye una alegoría en la cual se aborda la pandemia que asola la humanidad desde hace dos años y que lleva cobradas más de 103 000 vidas en España y más de seis millones en todo el mundo -aunque algunos estudios calculan el exceso de muertes de estos dos años en algo más de dieciocho millones-.
El encierro, las ausencias, la necesidad de estar confinados, la casa que ha dejado de ser hogar para convertirse en simple refugio, la ausencia de futuro, la monotonía de los días vacíos, la sensación de apocalipsis, el cobijo de la literatura, la apariencia de irrealidad de lo vivido desde el interior de casa, el miedo que nos ha mantenido encerrados, la belleza del mundo sin nosotros, la alienación de las filas, los muertos, la necesidad de la poesía ante la incertidumbre, son algunos de los hilos sobre los que construye estos versos de marcada estética culturalista y de cierto tono épico, que dejan una interesante meditación acerca de los nuevos “héroes de este tiempo” -a los que tan solo se les ha pedido que no salgan de casa en los momentos más terribles- y plantean la necesidad de redefinir nuestra relación con el mundo al poner sobre la mesa que el pecado de “hybris” del hombre actual es considerarse dueño de todo cuanto está a la vista y, por tanto, creerse, como un caprichoso Agamenón movido por su falo, con derecho a poseer todo cuanto el mundo ofrece, sin pararse a reflexionar sobre las consecuencias de sus actos.
Así, tras indagar en los mismos temas en “La eme diabólica”, el poeta acude en la tercera sección, “Fiesta en Orán”, a otro clásico de la literatura universal, La peste, de Albert Camus, y su célebre doctor Rieux quien, al proponer como “héroe del relato” a Joseph Grand, afirma de él, con una filantropía y modestia nacida del convencimiento de que su único mérito es estar haciendo su trabajo diario: “Oui, il est vrai que les hommes tiennent à se proposer des exemples et des modèles qu´ils appellent héros, et s´il faut absolument qu´il y en ait un dans cette histoire, le narrateur propose justement ce héros insignifiant et effacé qui n´avait pour lui qu´un peu de bonté au coeur et un idéal apparemment ridicule”.
De este modo, se produce una interesante conexión de la épica homérica con la nueva épica que defiende Camus y con el convulso tiempo de pandemia en que aún estamos inmersos, aunque se haya “gripalizado” el covid-19 en un intento de recuperar una cómoda y anestesiante normalidad.  
 

Autor: Javier Velaza
Título: El campamento de los aqueos
Editorial: Visor
Año: 2022
 

(Publicado en Cuadernos del Sur, en Diario Córdoba, 29 de octubre de 2022, p. 9)

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