viernes, 20 de diciembre de 2013

"Antonio Rodríguez de León. En tierra de nadie"



Hace más de tres años, el 9 de junio de 2010, dentro de las II Jornadas de Historia Local de Villanueva del Duque, pronuncié una conferencia sobre un personaje olvidado, Antonio Rodríguez de León, escritor y Gobernador Civil de Córdoba en el momento del Golpe de Estado de 1936. Visto el uso que se estaba haciendo de la misma en alguna web, decidí publicar, bajo el título de "Un villaduqueño olvidado: Antonio Rodríguez de León", un resumen en el número 13 de la revista Cuzna. Meses después surgió la posibilidad de editarla íntegra dentro de una de las colecciones de la Diputación de Córdoba. Ahora el libro es una realidad. Os dejo el artículo que preparé sobre este interesante personaje para el Libro de Feria de Villanueva del Duque de 2010.


Durante la necesaria tarea de documentación previa a la escritura de un libro de relatos ambientados en la guerra civil, en el que ando inmerso desde diciembre de 2006, cobró cuerpo para mí Antonio Rodríguez de León y López de Heredia, nacido el 19 de marzo de 1896 en Villanueva del Duque, en el número 11 de la Plaza de la Iglesia, hijo de Antonio y Enriqueta. Hasta aquel momento tan sólo tenía unas vagas nociones de la actuación que llevó a cabo en la tristemente célebre jornada del 18 de julio de 1936. Al ahondar en él, me sorprendió el retrato maniqueo que la historia presentaba. Siempre he desconfiado de los trazos absolutos y en una única dirección. La complejidad humana es mayor que una línea recta y tanto en las marcas sinuosas que la conforman como en el itinerario entre los dos puntos desconocidos que une es donde radica el misterio y la belleza de la misma. 
Sin lugar a dudas, el error que cometió, el mismo que miles de españoles, fue no saber reaccionar ante la situación desencadenada tras el golpe de Estado. El sometimiento estricto a las órdenes del Gobierno y la obsesión de velar por el orden público le atenazaron y le llevaron a equivocarse en el único momento en que no debía equivocarse; por lo que nunca será un héroe. La historia se lo ha hecho pagar con creces; pero, de ahí a afirmar que fuese un traidor media un abismo. Todavía hoy me resisto a pensarlo y he intentado demostrar que era un republicano convencido, como se aprecia no sólo en algunas de las ideas desarrolladas en sus escritos, sino también en la gestión llevada a cabo como Gobernador Civil en Ciudad Real y Córdoba. 
Conforme he ido descubriéndolo, el gris de la mediocridad con que el olvido lo ha presentado se ha convertido en el cálido contacto de la empatía. Los prejuicios históricos sedimentados se han desmontado al conocer a un poeta, dramaturgo y novelista que, sin ser de primera línea, presenta una trayectoria, cuando menos, interesante, y a un periodista que se convirtió en referencia indiscutible de la crítica teatral española durante más de dos décadas y que acabó devorando al escritor... 

martes, 17 de diciembre de 2013

"La vendedora de tiempo"

Cuando percibe la inmediatez de la muerte, Silvia, quien guarda el enigmático silencio de las mujeres de los cuadros de Hopper, siente la necesidad de aferrarse a la vida, a la que tan solo puede pedirle tiempo. El mismo tiempo que de niña vendía en un improvisado puesto dentro su habitación a cambio de caramelos o billetes para el circo. Rebasada la frontera de los 50, y tras haber perdido a su pareja en un accidente, le diagnostican un cáncer de pecho en fase terminal. Ante semejante golpe, reacciona con cierta rebeldía. No se conforma con morir, sino que apuesta por vivir. Vende todas sus posesiones y se aloja en un hotel de Mar de Plata, en una habitación con vistas al mar. Allí inicia un viaje introspectivo con la serenidad de quien sabe que está ajustando cuentas con la vida. Y es, precisamente, en este inesperado momento cuando surge el amor entre ella y Javier, un joven fotógrafo que cuida del pequeño Julio. Con ellos redescubre la felicidad y se reinventa a sí misma a través del amor y del cuerpo.
Esta es la trama de La vendedora de tiempo, primera novela de la escritora Ioana Gruia. Escrita con una prosa cuidada y precisa, la narración busca la sugerencia y convierte la emoción en el pilar que la sostiene, consiguiendo hacer cómplice al lector, a quien le habla como se le habla a un amigo, a media voz, para confesarle que tan solo el amor da sentido a la vida y llegar, junto a él, a la conclusión de que únicamente el amor nos sobrevive.

(Publicado en Cuadernos del Sur, 14 de diciembre de 2013, p. 7)

viernes, 13 de diciembre de 2013

Caída interior. La poesía de Roberto Juarroz



Cuando un poeta escribe al margen de las modas y de las corrientes literarias, cuando no busca el aplauso complaciente de una crítica acostumbrada a los marbetes simplificadores, cuando no tiene prisas en publicar un primer libro que le sirva de carta de presentación sino que prefiere exigirse a sí mismo la búsqueda de una voz propia, cuando entiende la creación como una entrega absoluta a un ámbito en el que buscar las respuestas que den sentido a las grandes interrogantes de nuestra existencia, se produce un milagro solo al alcance de los más grandes: la coherencia de una apuesta poética sistematizada en el poema inicial del primer libro, a la que se mantendrá fiel a lo largo de toda su producción.
El argentino Roberto Juarroz (1925-1995), quien concibe la poesía como un proceso de indagación en el ser, presenta una obra esencialmente unitaria tanto por la utilización de unos símbolos, de unos temas y de un estilo similares –creados con un rigor extremo- como por el hecho de que todos sus libros mantienen el título de Poesía vertical, al que tan solo añade el ordinal correspondiente. Desde 1958 hasta 1994 se sucedieron trece poemarios, a los que habría que añadir una Decimocuarta poesía vertical, de carácter póstumo, y una Quinzième poésie vertical bilingüe.
La poesía juarrociana nace de la duda, de la interrogación constante ante la realidad –entre la que se encuentran el lenguaje y la propia identidad del ser-, en una búsqueda continua del ser motivada por la desconfianza ante ella. Por ello prescinde de lo anecdótico, de lo accesorio, de todo lo que rodea al yo poético. Esto es, hay que “desbautizar el mundo” o, lo que es lo mismo, “desrepresentar”, con lo que todos los conceptos dados como ciertos y seguros desaparecen. Una vez realizada semejante operación, lo que se encuentra es la nada. Ante tal constatación, decide profundizar en la palabra, que es donde reside toda verdad, sin que esto signifique que se olvide del ser, pues penetrar en la palabra supone indisolublemente ahondar en el ser, que es inestable y poliédrico.
Este es el gran acierto del poeta nacido en Coronel Dorrego: convertir la poesía en una búsqueda ontológica, en la que la palabra es el punto de partida. De este modo consigue fundir sin estridencias metapoesía y ontología en el poema, concebido como la única área donde el hombre puede preguntarse por el mundo que lo rodea y buscar las claves que le dan sentido…, aunque esta búsqueda sea siempre inconclusa. A diferencia de la filosofía, la poesía, al ser el espacio donde la palabra no se encuentra sometida a la rigidez del concepto, le ofrece la libertad de hacer añicos la lógica, los conceptos, las divisiones y las categorías. Algunas de las herramientas más eficaces para semejante tarea son la imagen, el símbolo, que revela el abismo del que nace la creación al no tener el sustento del concepto y de las verdades tejidas en torno a él, y el fragmento.
En suma, Juarroz, un clásico imprescindible que se adelanta al siglo XXI mucho antes de que apareciese esta antología en Cátedra, con un riguroso prólogo y un impecable aparato crítico de Diego Sánchez Aguilar, crea una poesía de un profundo aliento filosófico que pretende mirar, a través de la creación, más allá de la realidad cotidiana para profundizar en el ser, que se convierte en el eje capaz de unir metapoesía, poesía filosófica y poesía ontológica.

(Publicado en Cuadernos del Sur, 1 de diciembre de 2012, p. 6)

miércoles, 4 de diciembre de 2013

"Los violines hambrientos"


En el marco del X Festival Internacional de Poesía de Costa Rica se publicó la antología Anatomía poética (2001-2011), de Joaquín Pérez Azaústre. De Las Ollerías, libro con el que consiguió el Premio Loewe, rescato este poema en prosa.


LOS VIOLINES HAMBRIENTOS

Los violines hambrientos. Tocaremos la aurora con su pan de equipaje, su maleza de cuarzo. Heredarás mi caja de herramientas, los dibujos parlantes al abrir la camisa. En la palma del dolor laminando el silencio. Perderás como ayer, pero no es importante: mantén la gracia, el don gratinado del cielo, su rabia pulmonar. No permitas qeu nadie condicione tu gesto. No hay caudal sin mutismo. Al final de la barra los mineros comercian con su propia fortuna. El palacio de cobre con su foso de humo, almadén sin escoltas oficiales de cal, el oficio privado de perduración: descansaré a la sombra, y limpiaré tu voz de su propio equilibrio.

(de Joaquín Pérez Azaústre, Anatomía humana (2001-2011), San José de Costa Rica, Fundación Casa de la Poesía, 2011)

jueves, 28 de noviembre de 2013

Arqueología interior


Con la misma precisión, rigor y mimo con que el arqueólogo excava el suelo árido de un páramo guiado por la intuición y los indicios, Luis Antonio de Villena ha buceado en su propia interioridad entre dos otoños (2008-2011) y ha sabido encontrar el aliento de sus mejores libros en Proyecto para excavar una villa romana en el páramo. Son setenta y un poemas en verso libre de corte elegíaco en los que el lector se reencuentra con el Villena más interesante, aquel que, prescindiendo de la construcción de un personaje teñido de malditismo exhibicionista, ha vuelto a confundir culturalismo con vida y ha sabido profundizar, más allá de las alusiones clásicas o de la cultura actual, en un yo poético que seduce al lector por la capacidad de presentar aquello de nosotros mismos que más nos cuesta aceptar y por la evocación melancólica y celebrativa, al mismo tiempo, del pasado. En este sentido, conviene resaltar que la melancolía que vertebra todo el poemario no es un simple lamento sino una invitación al disfrute de los dones de la vida, de la belleza y de la juventud, con todas sus íntimas e inconfesables contradicciones -“Atrapa el presente, amigo. / Goza y no tengas miedo”-. Los poemas, por tanto, son profundamente vitales y rebosan plenitud, gozo, placer, sensualidad, deseo… Esta elegíaca y epicúrea mirada hacia atrás del poeta madrileño, en la frontera de los 60, y la consiguiente toma de conciencia de las pérdidas sufridas a lo largo del camino andado -“Adiós a todo eso, querido. Jamás volverá. / Así es todo. Tú ahora lo has visto en vivo. / Todo se va, nada queda y las lágrimas / no son sino un vano intento de nostalgia / y permanencia”-, se fusiona con un sincero, visceral e inquietante vistazo hacia delante, hacia la vejez y hacia la muerte. De la primera asegura sin eufemismos que: “No es bella la vejez, aunque tenga cantores. / La vejez es inhóspita y cruel.”; de la segunda teme sobre todo el dolor, no el final, y así lo confiesa con diáfana y conmovedora sinceridad en “Esmeráldica” o en “Epitafio”, donde manifiesta: “Yacen aquí las cenizas de alguien / que no pidió venir (al que nada / le hubiese importado no venir) / y que, sin dolor, nunca temió irse.” Todo este proceso de introspección a través de la escritura es concebido como un simple “proyecto”, una tarea inconclusa, en la medida en que “el poema quiere rehacer la vida / y no puede. Levanta entonces otra vida perfecta, acaso, pero imposible”; no obstante, es necesario e irrenunciable -“si no lo escribo / si no hago es esfuerzo de narrarlo y rescatarlo / (sacándolo de la aislada memoria) / nada existe ni queda.”- pues es capaz de hacer aflorar unos poemas de conmovedora intensidad en medio del terreno yermo y desamparado en que vivimos -“este mundo/ es oscuro y sucio, y crueles y necios / la mayoría de los hombres, avaros y egoístas”-.

(Publicado en Cuadernos del Sur, 23 de junio 2012, p. 7)

jueves, 21 de noviembre de 2013

Hondura y sencillez. Amalia Bautista

Falsa pimienta, número 115 de la colección Calle del Aire (Renacimiento), es el octavo libro de Amalia Bautista (Madrid, 1962), y confirma a la autora como una de las voces más firmes de la actual poesía madrileña. Escrito en un impecable verso blanco, el poemario rebosa una sorprendente frescura al abordar, sin artificio ni rebuscada ampulosidad, el tema del amor, que se convierte en el eje de las tres partes en que se estructura el conjunto: “Doméstica sede”, cuyos poemas delimitan las coordenadas espacio-temporales en que se incardina la existencia tanto de la poeta como de su discurso poético: el Madrid de hoy (“Parece un burro viejo que lame sus heridas / y barrunta tormenta.”); “Fuera de casa”, tejida en torno a diversos amores y desamores, y “La Pertenencia”, quizá la sección más intensa, en la cual aborda el amor construido en torno a la pareja (“Pasado el tiempo, / los amantes perfectos se preguntan / si ellos hacían el amor / o si el amor los hizo. / Y los deshizo.”).
Partiendo, por tanto, del aquí y del ahora (“Y resulta que aquí, al lado de casa, / puedo ver que los ángeles se miran / en el espejo de los charcos.”), Bautista consigue una obra de emocionante naturalidad, en la que bajo una aparente sencillez se profundiza, con precisión y sutileza, en la propia complejidad interior de un sujeto poético femenino que nos invita, en una muestra de desbordante vitalismo, a una continua celebración de la vida. 

(Publicado en Cuadernos del Sur, 16 de noviembre de 2013, p. 7)

lunes, 18 de noviembre de 2013

José Antonio Santano escribe sobre 'Las ventanas de invierno'


Ayer, la columna "Salón de Lectura" del poeta y crítico andaluz José Antonio Santano estuvo dedicada a Las ventanas de invierno. En el siguiente enlace se puede acceder a la versión digital del Diario de Almería.
La reseña también puede leerse en El olivar de la luna, el blog personal de Santano.

domingo, 10 de noviembre de 2013

martes, 5 de noviembre de 2013

Rodrigo Manzuco, un heterónimo cordobés


Desde que ganó la XI edición del Premio Emilio Alarcos, la identidad de Rodrigo Manzuco, joven cordobés técnico informático nacido en 1988, ha sido uno de los enigmas más comentados en los círculos poéticos hasta que José Luis García Martín ha desvelado a la persona de carne y hueso escondida tras tan singular nombre. Y resulta que el misterioso poeta es el nuevo heterónimo de Jaime García-Máiquez (Murcia, 1973), quien, además de publicar tres libros firmados por él, ha creado a Fernando López de Artieta (Madrid, 1983), autor de Jugar en serio (Visor, 2004) y Grosso modo (La isla de Siltolá, 2011).
No se trata, por tanto, de la obra de un autor novel, como reza en la contracubierta, sino de un escritor con oficio que busca una poesía sutil, en la que combina la sugerencia y la ironía. El conjunto adquiere, así, un aire desenfadado que, sin embargo, no rehúsa cierto tono metafísico cuando el poeta, que rechaza establecer máximas o desvelar el mundo, sondea la realidad concreta donde se incardina su existencia. En este sentido, Casi está compuesto por casi medio centenar de poemas –exactamente 48 poemas y una “Dedicatoria”- nacidos del misterio irradiado por lo cotidiano, que encuentran en la metáfora, la sorpresa y el diálogo con otros autores, ya sea de manera velada o explícita, algunos de los resortes capaces de provocar una emoción en el lector.

 (Publicado en Cuadernos del Sur, 1 de noviembre de 2013, p. 7)

domingo, 27 de octubre de 2013

"Club La Sorbona": Parodia, humor y novela negra


La búsqueda por parte de Mr. Tatel, un investigador contratado por la agencia de subastas británica Christie´s, de la flauta pipa que recibió Mozart durante su investidura como maestro masón; la invención de Violincia, pueblo adosado a La Sorbona, donde se reúnen no solo las “curanderas del analfabetismo sexual”, sino toda una galería de personajes peculiares; dos asesinatos íntimamente relacionados (el de la psicóloga Silia y el del proxeneta El Gomas); la locura del narrador, el excéntrico profesor universitario y escritor Lauro Arrabal, quien, cada año, reescribe el libreto para la representación de un Auto de Navidad en el que participan los estrambóticos habitantes del pueblo; la elección de un psicólogo como narratario; la conmovedora historia de doña Enriqueta, maestra local enferma de alzheimer, formada en los principios de la Institución Libre de Enseñanza, educadora de varias generaciones del pueblo que sobrevivió a la guerra civil haciéndose pasar por extranjera que traducía, desde idiomas desconocidos, novelas clásicas, son los pilares sobre los que Luis Artigue construye su última novela, Club La Sorbona, Premio Miguel Delibes de Narrativa. Se trata de una singular novela negra, con tintes paródicos y esperpénticos, que asume la mejor tradición del género e intenta renovarlo con influencias tan dispares como Valle-Inclán y el esperpento, Cela, Miguel Torga, Antonio Pereira, Julio Cortázar, José María Merino, Mario Vargas Llosa…. El resultado tiene un aire cercano a ciertas películas de José Luis Cuerda -Así en el cielo como en la tierra o Amanece, que no es poco-. Como botón de muestra, baste citar el inesperado final, en el que, siguiendo los cánones del género, se atan, a través de la extensa exposición del investigador, todos los cabos que parecían quedar sueltos; sin embargo, el escritor leonés da una vuelta de tuerca a esta estructura a través de la mirada de los dos personajes finales. De los méritos de la novela, aparte de la cuidada arquitectura narrativa, la atmósfera surrealista, el humor inteligente, próximo al del director Luis García Berlanga, y la complejidad de unos personajes bien definidos y articulados en torno a La Sorbona, destaca la exuberancia léxica, sustentada en la asociación sintagmática de las emociones y las sugerencias en un proceso acumulativo que deslumbra al lector. Artigue se confirma, por tanto, como un hábil creador del lenguaje que emplea un tono, en ocasiones, visionario y que maneja la imagen y los más variados recursos con deslumbrante acierto.
(Publicada en Cuadernos del Sur, 26 de octubre de 2013, p. 7)

martes, 22 de octubre de 2013

"Se pierde la señal", de Joan Margarit


Se pierde la señal (Es perd el senyal) es el más reciente poemario de Joan Margarit, Premio Nacional de Poesía en 2008 con Casa de Misericòrdia. Antes de ser editado en bilingüe por Visor, el libro ha aparecido en catalán en la editorial Proa, como viene siendo habitual en las últimas publicaciones del poeta ilerdense. En este proceso de transmisión, singular en nuestra tradición literaria, Margarit no traduce, sin más, los poemas al castellano, sino que, como recogía en el texto “Sobre las lenguas de este libro”, pórtico de Estaçio de França, escribe casi a la vez dos textos diferentes, teniendo muy claro que “no me preocupan las diferencias entre los dos poemas resultantes: tienen un origen común y buscan ser dos buenos poemas.”
Este poemario, uno de los más intensos y personales del autor, es definido por el propio poeta como una “autobiografía en verso”, y de hecho lo precede una cita de Josep Pla (“las biografías deberían estar escritas en versos”). La memoria se convierte, por tanto, en una de las bases de un discurso nacido de la necesidad de comunicar, en el que, desde la experiencia acumulada a lo largo de toda una vida, se propone que la felicidad radica en la pérdida de esperanza, de toda señal, lo que nos avoca a una actitud más contemplativa, más interior. La mirada del poeta no indaga en horizontes exteriores, sino que todo horizonte está dentro de uno mismo.
El poeta busca, de este modo, en los propios recuerdos el material a partir del cual tejer una obra que pueda ser asumida por el lector como parte de él mismo en la medida en que la geografía personal trazada en el poema se universaliza y permite ser compartida. Entre estas evocaciones, en gran parte dolorosas (“La vida se ha afianzado en el dolor / como las casas sobre los cimientos”), están la dura infancia de un niño de posguerra (“Aprender en la calle”, “Un pueblo”, “Seis años”, “5 de enero del 43”, “Primera noche en Forés”, “Personaje”, “Mala gente y refugios”, “Restricciones eléctricas” o “Música soviética”), la pérdida de Joana (“Donde acaba el mañana”, “Veranos en campanet con Joana”, “Nubes blancas en el aire azul” o “Hacia el crepúsculo”), el servicio militar (“Campamento militar”) o su vida como arquitecto (“Laboratorio de  cálculo”, “Relato sentimental de la memoria” o “Edificios”). Estos son los mimbres con los que formula un discurso hecho con el tono sosegado de quien tiene las cuentas ajustadas con la vida y en el que está presente tanto la conciencia del paso el tiempo como la serenidad aportada por el mismo y por la experiencia vivida. El autor contempla, pues, su propia existencia desde una vejez en la que la soledad se formula como un deseo (“No recuerdo haber deseado nunca / la soledad con tanta urgencia”) y en la que la cercanía de la muerte es vista con naturalidad (“La vida se termina como empiezan las obras: / perforar y romper para construir. / Una justificada destrucción”). Este es el resultado de concebirla como una etapa más de crecimiento interior (“Celebración” y “Algo comienza”) que permite alcanzar la sabiduría (“Poema del deseo”).
Junto a estos temas aborda la creación literaria y la conciencia lingüística (“De dónde ser, adónde ir” o “Dignidad”, en el que afirma “Me ahoga el castellano y no lo odio. / No tiene culpa alguna de su fuerza / y menos todavía de mis debilidades”). Establecidas las conexiones entre ambos, la poesía es considerada como un refugio solitario (“Poema del último refugio” o “Altamira”) en el que encontrarse con aquellos autores que conforman la geografía personal (“Canción agradecida” o “Joan Maragall”) de un poeta que prefiere la lengua de las calles (“el presente es la lengua de las calles/ maltratada y espuria”). Esa es “la lengua en la que escribo”, “una lengua bien trabada / para pensar, pactar. Para soñar.”
En suma, la de Margarit es una poesía de una honda reflexión moral, escrita con un estilo austero, sincero, sereno y desnudo, sin renunciar a la sugerencia y al lirismo magistralmente contenido (“Nevó al curso siguiente. / La autoridad, en clase, / nos cubría lo mismo que la nieve: / caía suave, pero luego helaba”), que hace de este libro una de las cimas del poeta vivo más leído de la literatura catalana y una de las voces más destacadas de nuestra literatura.

(Publicado en Cuadernos del Sur, 19 de octubre de 2013, p. 5)

viernes, 18 de octubre de 2013

"Presencias y figuras", de Lezama Lima




Pese a que la consagración universal le llegó por Paradiso, José Lezama Lima (La Habana, 1910-1976) es uno de los autores hispanoamericanos más originales y que más ha contribuido, junto a Vicente Huidobro y César Vallejo, a la renovación de nuestra lírica. Consciente de que cualquier definición de poesía es insuficiente, se refirió a ella, con fina ironía, como “un caracol nocturno en un rectángulo de agua”.
La suya está caracterizada por la dificultad nacida del marcado intelectualismo que la sostiene, pues en sus poemas aparece no tanto el mundo sensible en sí, sino la construcción mental que el hombre percibe de esta realidad exterior. Y aquí radica la unidad esencial de toda una producción, que, sin embargo, presenta tres etapas: una primera de clara influencia modernista –Muerte de Narciso (1937) y Enemigo rumor (1941)-; una segunda, en la que la aventura poética vuelve sobre sí misma y rompe con las convenciones literarias para ahondar en la imagen sorprendente y originaria, capaz de encerrar en ella misma un acto fundacional -Aventuras sigilosas (1945), La fijeza (1949) y Dador (1960)-, y una tercera en la que, además de una mayor depuración, el poeta rechaza abiertamente cualquier limitación formal al considerar el poema como fragmento de una totalidad plena de sentido y al prescindir del libro como unidad organizativa y autónoma -Poemas no publicados en libro y Fragmentos a su imán ven la luz en 1970 y 1977, respectivamente, dentro de Poesía completa-.
Presencias y figuras, sintagma que nos remite al Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, una de las confesadas afinidades de Lezama Lima, es el título de esta antología en la que Manuel Neila recoge casi medio centenar de poemas del poeta habanero.

(Publicado en Cuadernos del Sur, 12 de octubre de 2013, p. 7)

viernes, 11 de octubre de 2013

Kristijonas Donelaitis, "Las estaciones del año"


La editorial Renacimiento se adelanta unos meses a la conmemoración del tercer centenario del nacimiento de Kristijonas Donelaitis (1714-1780), el poeta lituano más conocido, con la edición de su obra más universal, Las estaciones del año. Esta, a cargo de la profesora de la Universidad de Vilnius Carmen Caro (Palma del Río, 1963), es la primera traducción completa de la obra a una lengua romance.
Nacido en un pequeño pueblo de la región prusiana de Königsberg –en la actualidad Kaliningrado, Rusia-, este pastor luterano consigue convertir el lituano en lengua literaria con este gran poema épico que, partiendo de la vida cotidiana de los campesinos, se preocupa por la conservación de la identidad lituana en Prusia y por los grandes interrogantes de la humanidad: el origen del cosmos, la esencia del tiempo y el deseo de eternidad del hombre.
La obra, de estética plenamente ilustrada, está compuesta por cuatro cantos –uno por cada estación- y plantea varias conexiones con la poesía clásica tanto en aspectos formales, como temáticos y estilísticos. Con todo, pese a tales influencias, el poema es una muestra única en la que el autor funde pensamiento luterano y cultura rural lituana, al tiempo que explora todas las posibilidades expresivas de su lengua. No en vano, el poema se convierte, desde su publicación en 1818 por Ludwing Rhesa, en un emblema de la nación y de la literatura de este país báltico.
(Publicado en Cuadernos del Sur, 5 de octubre de 20132, p. 7)

martes, 8 de octubre de 2013

'Rotonda'




Antonio Luis Ginés acaba de publicar un nuevo poemario, Aprendiz (La Isla de Siltolá, Sevilla, 2013). Os dejo el magnífico poema con el que cierra el conjunto. Toda una declaración de intenciones.




ROTONDA


Uno escribe sobre lo que ve.          
Por eso no quería aquella habitación 
con vistas a la rotonda,                     
donde el tráfico, fluido e incesante,
nos llevaba a escribir                         
sobre gente que pasa, sobre coches 
que no dejan rastro. Prefería vistas
a la sierra pero no pudimos elegir. 

Me preguntaba en qué momento     
había sido uno de aquellos automóviles     
que no se detienen, corriendo   
sin la certeza de un destino.     
Uno no percibe a los demás  
cuando está dentro, formando  
parte de ese círculo, mientras la vida  
en su tránsito, nos desplaza.

Uno escribe de las entradas    
y las salidas a la rotonda, de esa chispa
que surge cuando dos vidas              
transcurren por el mismo instante.

Me pregunto si no soy el que ahora,
desde fuera, escribe sobre el de dentro,
como si le conociera. 

(Aprendiz, La isla de Siltolá, Sevilla, 2013)

jueves, 3 de octubre de 2013

Intensidad pombiana


 
Quédate con nosotros, Señor, porque atardece es una intensa novela tejida en torno al suicidio de un fraile trapense en un pequeño convento granadino y el profundo impacto que provoca en los demás miembros de la comunidad. Pese a la manipulación y secretismo del prior, quien declara lo sucedido como muerte accidental, la estricta vida monástica, llena de certezas concretas y cotidianas, se fractura y las dudas e interrogantes se apoderan de los hermanos. La existencia de unos cuadernos escritos por el monje suicida, a los que tan solo tiene acceso el prior, hace crecer la intriga al tiempo que permite cierta indagación espiritual y filosófica: en ellos se traza el itinerario de un hombre consciente de que no ha llegado a ningún lado y que, al sentirse vacío por dentro, se considera un impostor ante los demás. Igualmente, contribuye a aumentar la tensión narrativa la intromisión de un agnóstico intelectual granadino que intenta sacar a la luz la verdad y hacerse con lo que él define como “el diario de Judas”.
Estamos ante una novela ágil, pese a las características redundancias del autor y los hipérbatos, capaz de entrelazar las reflexiones filosóficas o teológicas con un sentido del humor soterrado, en la que se plantea también la contraposición entre la fe primaria y el mundo mediático. Así, la novela deviene en esperpento cuando el prior abandona el convento y trabaja como locutor en un programa de éxito de la Cope (La Iglesia en el mundo) mientras piensa escribir un libro, Itinerarium, donde, además de recoger lo esencial de los enigmáticos cuadernos, trazará su particular camino de perfección.

(Publicado en Cuadernos del sur, 28 de septiembre de 2013, p. 7)

martes, 1 de octubre de 2013

Un poema de Vicente Sabido



Entre los poemas del recientemente fallecido Vicente Sabido, hay uno por el que siento una especial debilidad. Por encima de las razones literarias, encuentro en él el padre que habla sin estridencias de una de sus dos hijas, Blanca. Casualidades.


CANCIÓN DE CUNA
                                  
                              A Blanquita Sabido          

Para ti las avenidas del sueño, sin principio ni fin.
Las avenidas largas, con farolas ciegas
y charcos de cieno donde los perros husmean.

Para ti los sangrientos crepúsculos de agosto.
Las alboradas blancas. Los fuegos de la tierra.
La lluvia, vieja amiga, en los vitrales.

Para ti los jardines marinos, los cementerios marinos,
borrascas y galernas.


Para ti los quietos mediodías, botellas en el polvo.

Para ti los himnos de la niebla,
las voces del pasado, la alegría
de los arroyos niños.

Para ti
todos los cuentos, cantos, mitos.  

(Vicente Sabido, Amor [Antología poética], Renacimiento, 2013, p. 109-110)

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Ángel Olgoso, orfebre de la palabra

 

 
Escritor meticuloso y reflexivo, Olgoso ha conseguido forjar, con tesón y sin prisa, una de las voces imprescindibles de nuestra narrativa breve más reciente. En este proceso de crecimiento, son clave los seis años que median entre la aparición de sus dos últimos libros: Astrolabio (Cuadernos del Vigía, 2007) y Las frutas de la luna (Menoscuarto, 2013). Dicho período no ha sido un erial sino que, a lo largo de él, la presencia del cuentista granadino se ha vuelto imprescindible en cualquier antología que se precie al tiempo que sendas muestras antológicas de su obra han aparecido en dos de las editoriales más importantes del género: La máquina de languidecer (Páginas de Espuma, 2009), selección de sus más recientes microrrelatos, y Los líquenes del sueño (Tropo, 2010), amplia recopilación de cuentos escritos entre 1980 y 1995.
Las frutas de la luna son veinte historias de desigual extensión, combinadas de manera armónica las de largo recorrido con otras más breves, en la frontera con el microrrelato. Tejidas con habilidad, precisión y sutileza, en ellas, el autor ofrece una perspectiva desconocida del mundo en que vivimos mediante la sutil intromisión del misterio en la cotidianidad. Se trata, por tanto, de narraciones que nacen en la fértil frontera que une lo verosímil y lo increíble, la realidad y la irrealidad, las existencias y las ensoñaciones. De este modo, es inevitable que el lector fiel se encuentre con temas recurrentes en el representante más genuino del relato fantástico en España a día de hoy; sin embargo, junto a ellos descubrirá a un nuevo Olgoso, más metafísico, que sondea el misterio del mundo y, por tanto, de nuestra existencia, definida por las relaciones que establecemos con lo que nos rodea. Este nuevo giro en su narrativa se aprecia desde el cuento que abre el volumen, “Contraviaje”, metáfora del desmantelamiento del mundo provocado por un capitalismo voraz, en el cual dos operarios uniformados bajan de una camioneta en la que reza el rótulo “Unidad de Ensamblaje y Despiece” y proceden a desmontar todo lo que existe.
Desde esta primera historia, podemos apreciar también cómo se funde el hábil manejo de los tiempos narrativos, medidos con exactitud incluso en los relatos más breves, en los que evita el final sorpresivo al que se llega de manera inmediata, con un preciso dominio de la lengua, a la que trata con especial mimo, consciente de que un escritor debe intentar explotarla hasta el límite de sus posibilidades -pues solo buceando en la periferia puede ensancharse el lenguaje y crear una obra de altura-, pero sin olvidar, en ningún momento, que debe plegarse a las necesidades de la narración. En este sentido, Olgoso trabaja el cuento con la precisión y la lentitud del orfebre que engasta sensaciones y emociones y trabaja cada palabra hasta que consigue que la narración, que exhala poesía, funcione y atrape al lector, dejándole en la mente una serie de sensaciones difíciles de expresar que le sacuden con fuerza.
El libro es una muestra más de la prosa sin fallas del escritor nacido en Cúllar Vega, capaz de construir un libro compacto en el que todas las historias están a la misma altura. Sin embargo, y por difícil y osado que parezca, no puedo resistirme a señalar algunas de las que más me han emocionado. Sin duda, “El síndrome de Lugrís”, donde esboza con acierto el camino que conduce al protagonista al abismo de la locura, con la consiguiente pérdida de recuerdos y afectos, de puntos de referencia en el mundo real y de coordenadas espacio-temporales, ocupa un lugar central en el volumen no solo por el número de páginas que lo componen, 40, sino también por la compleja trabazón narrativa, por la altura estilística y por el dominio de la lengua. Junto a ella y a “Contraviaje”, destacan “Designaciones”, contundente y conciso relato sobre el maltrato; “Suero”, la semblanza de dos mujeres, hija y madre, cuyas existencias empiezan y acaban ante la impasible indiferencia del gotero; “Perlas de Indra”, la terrible historia de la muerte de una niña de nueve años a la que se le arrebata la inocencia de golpe; “Aramundos”, sutil estampa de un afilador que deambula de pueblo en pueblo con su bicicleta y de la hipnótica música que emana de su chiflo, capaz de suspender el tiempo y la vida; “Materia oscura”, acerca del abyecto apagón, y las caóticas consecuencias, a que se ve sometida la humanidad por parte de la Compañía eléctrica, trust que monopoliza el sector energético y sacrifica el progreso y bienestar social en aras de su ansia despótica; “Dibujé un pez de polvo”, en torno a la desolación que invade Dios, orfebre del mundo, al sentirse arrinconado por el hombre, y la monotonía de una existencia que se sabe estéril; “Dybbuck”, en el cual hace de su natural timidez y pudor para hablar en público materia narrativa; el hábil “Jueces del valle de Josafat”, hábil diálogo construido a partir de los cuchicheos de dos hombres y tres mujeres durante un velatorio; el ingenioso “Reliquias”, en el que el humor emana de la contemplación de una singular reliquia de Cristo, y “Las Montañas de los Gigantes a la caída de la tarde”, donde la pintura se convierte en literatura a través del pintor romántico Friedrich y el testimonio de un coetáneo.
Sería una imprudencia por mi parte desvelar más de un libro rotundo, escrito a fuego lento y en el que los ingredientes han ido macerando con tranquilidad hasta conseguir una prosa precisa, densa, exuberante y empapada de poesía. Solo me queda instar a abrir un libro que debe leerse despacio, saboreando cada palabra, antes de que todas las emociones y sugerencias estallen en nuestra cabeza.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

"Todas las lenguas de los hombres"


T.D. Lawrence Hendershot, Fria H. Bear, Frank “Snowhill” Maltese, Martin Walsh, Gena Blair y Anthony Salomon, miembros del grupo literario La Troupe, y Alfred Whalbergstone, escritor casi desconocido a quien el grupo toma como referente, son las distintas máscaras detrás de las cuales se oculta Jesús Fernández (Córdoba, 1974) en su primer poemario, Todas las lenguas de los hombres (La Bella Varsovia, 2013). Sin embargo, no se trata del debut literario de este joven cordobés, graduado en Ciencias Económicas y Empresariales. Habitual de diversas antologías (¿Qué nos han hecho?, Sais, Sin dejar señales y A gustar convidan. Gastropoesía) y revistas (Huella indeleble, Bar Sobia o Elefante Rosa, entre otras) ha publicado, con anterioridad, dos plaquettes: El pequeño y valiente librillo de versos de Andrés Malpaso, trasunto del propio escritor, (2005) y Poemas bárbaros (2006). En la obra que nos ocupa, Fernández configura un complejo mundo literario habitado por creadores imaginarios, a los que confiere corporeidad entrelazando tanto sus complejas vidas, con tintes malditos (“Un hombre sin nada es un abismo” o “Todos los ríos comienzan con una lágrima”), como sus respectivas obras, de las que nos ofrece una antología estructurada en torno al trágico suicidio de T.D. Lawrence (“Ahogarse / mientras besas / a una mujer de agua”) y a la obra de Alfred Whalbergstone.

(Publicado en Cuadernos del Sur, 8 de junio de 2013, p. 7)

martes, 10 de septiembre de 2013

Homenaje a Juan Bernier: 'Arqueología interior'



El número 2 de la revista Suspiro de Artemisa, dedicado a Juan Bernier, se presentó en Córdoba en marzo de 2011 dentro del ciclo Versos sumados, en el marco de Cosmopoética. Os dejo el poema inédito con el que colaboré.



ARQUEOLOGÍA INTERIOR

Es un hombre cualquiera quien excava
bajo la frágil roca del invierno.
Ha aprendido el lenguaje de lo inerte
y encuentra aquí en la tierra
un pozo donde cobijar las dudas
y los deseos,
hecho de la materia
con que se hacen los dioses.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

"Marcas y soliloquios", nueva antología de Caballero Bonald



Con motivo de la concesión del Premio Cervantes a Caballero Bonald el pasado mes de noviembre, se multiplican en los anaqueles de las librerías reediciones y antologías del escritor jerezano. Marcas y soliloquios, nacida con la intención de difundir la poesía de este poeta que también ha cultivado la novela, las memorias y el artículo, es una de ellas. La selección de los textos, bastante acertada en la medida en que permite al lector menos familiarizado con la poesía bonaldiana hacerse una idea de su evolución poética, corre a cargo del poeta y crítico jienense Juan Carlos Abril, quien, para ayudar a semejante propósito, firma un esclarecedor prólogo. “Escritor discontinuo, o a rachas”, como él mismo se define, Caballero Bonald es uno de esos creadores extraordinarios que consigue sobrevivir a su época y que, más allá de las modas estéticas, permanece como referente para las generaciones siguientes. Quizá su permanencia se justifique en la defensa de una ética estética. El compromiso se manifiesta inevitablemente en el modo como nos relacionamos con el fragmento de mundo en que nos ha tocado vivir y en la personal mirada que le da sentido a lo que nos rodea. Autor de once poemarios, número que según el propio autor no parece que vaya a incrementarse, su poesía ha atravesado diversas etapas o ciclos, si seguimos la terminología de Abril. El carácter metafísico de sus inicios (Las adivinaciones, Memorias de poco tiempo y Anteo) se convirtió en un tono mucho más comprometido, aunque sin llegar a ser demagógico ni panfletario (Las horas muertas y Pliegos de cordel), y en un cierto barroquismo tanto en la concepción del mundo como en la formulación del discurso lírico (Descrédito del héroey Laberinto de Fortuna), antes de desembocar en sus cuatro obras de plenitud: Diario de Argónida (1997), Manual de infractores (2005), La noche no tiene paredes (2009) y Entreguerras o De la naturaleza de las cosas (2012). Un legado a la altura de muy pocos.

(Publicado en Cuadernos del Sur, 13 de julio de 2013, p. 7)

jueves, 29 de agosto de 2013

En León noticias, Luis Artigue habla de "Las ventanas de invierno"

Con el calor estival siguen apareciendo, paradójicamente, los artículos acerca de Las ventanas de invierno. El último en aparecer, el pasado 21 de agosto, está firmado por el escritor Luis Artigue y se publica en León noticias.

lunes, 26 de agosto de 2013

"Un hombre que mira"

El pasado 11 de agosto, Eduardo Chivite publicaba un artículo acerca de mi último poemario en la revista digital Culturamas. Cierra el mismo con las palabras que sirven de título a esta entrada, tomadas del primer verso del poema que abre el libro: "Un hombre mira la lluvia".

Pinchad aquí para leerlo.


lunes, 12 de agosto de 2013

Las alas de sombra

Hace unas semanas, la escritora e investigadora Ioana Gruia se acercaba a mi último poemario en Poemofilia, con una entrada de poético título: "Las alas de sombra". La reseña también podéis leerla en el blog personal de esta joven escritora, Habitaciones sobre el mar.

miércoles, 31 de julio de 2013

Estación de Los Pedroches

 


Desconfío de quienes valoran la actuación de un gobierno en términos de rentabilidad económica. El Estado no es una empresa que reparte dividendos entre sus accionistas, sino que debe garantizar la justicia social y, a través de la misma, la cohesión de todo el territorio nacional. Y para ello no ha de analizar únicamente el beneficio económico de cada una de sus actuaciones. Estas tienen la obligación de regirse, en no pocas ocasiones, por criterios de índole moral. Por eso, lo que tenemos que exigirles a nuestros gobernantes es honestidad y responsabilidad en la gestión del dinero público, y no la consecución de un déficit cero, esa falacia creada por un capitalismo insaciable y agonizante que, en el caso de nuestro país, está demasiado acostumbrado al dinero público.
En este sentido, cuando oigo que alguien habla de rentabilidad económica para deslegitimar la petición por parte de los habitantes de Los Pedroches de la apertura de la estación del AVE en Villanueva de Córdoba no solo creo que desenfoca, con premeditación y alevosía, el problema –casi todos los trabajos necesarios para poder abrirla al público están hechos y los gastos de mantenimiento serían mínimos-, sino que demuestra la mezquindad de intentar deslegitimar la opinión de miles de personas.
El grito colectivo que en los últimos días vuelve a resonar en el norte de Córdoba es un clamor justo porque es misión del Estado adoptar en aquellas zonas marginales que corren un mayor riesgo de exclusión y de despoblamiento las medidas necesarias para evitar que se conviertan en un páramo. Abrir la estación no es una panacea, pero mantenerla cerrada es un agravio y una falta de sensibilidad ante los problemas sociales y económicos de una tierra a la que se le ha hecho un daño medioambiental irreparable.
Por eso, lo que pedimos no es otra cosa que la devolución de una pequeña parte de lo que se nos ha quitado con la construcción de la vía del AVE, una herida metálica que atraviesa impasible el encinar...

Para leer más, pinchad aquí.

(Publicado en Diario Córdoba, 29 de julio de 2013, p. 5)

lunes, 29 de julio de 2013

"Las ventanas de invierno" en Puentes de papel

Hace un par de semanas, el poeta y crítico abulense José Luis Morante se ocupó en su blog, Puentes de papel, de Las ventanas de invierno.  La entrada se titula "Francisco Onieva, el invierno". Si pincháis sobre la imagen, podréis leer la reseña completa.
 
 

lunes, 15 de julio de 2013

Desde la otra orilla


Entre el cacharro doméstico y la Vía Láctea, expresión de Fina García Marruz sobre la que articula toda su concepción poética, es el sugerente título del último libro de la poeta y ensayista Milena Rodríguez Gutiérrez (La Habana, 1971). Después de Otra Cuba secreta (Madrid, Verbum, 2011), una amplia antología de poetas cubanas de los siglos XIX y XX, la profesora de la Universidad de Granada reúne una serie de ensayos acerca de algunas de las autoras allí recogidas, desde Gertrudis Gómez de Avellaneda hasta Reina María Rodríguez, pasando por Luisa Pérez de Zambrana, Mercedes Matamoros, Úrsula Céspedes, Aurelia Castillo, la propia Fina García Marruz, Julia Rodríguez Tomeu o Isel Rivero. El volumen se completa con cinco acercamientos a la obra de algunas poetas nacidas en otros países hispanoamericanos como Alfonsina Storni, Blanca Varela, Gioconda Belli, Piedad Bonett, Cristina Peri Rossi o Ana Becciu.
El título del volumen encierra un doble simbolismo: por un lado, alude a la mirada femenina y su percepción del mundo; por otro, a una cultura universal que hasta el siglo pasado había sido patrimonio casi exclusivo del hombre. Es en la conjunción de ambos planos y en el modo peculiar de transitarlos donde se configura el universo poético de las autoras estudiadas. Al hilo de sus respectivas creaciones aborda temas como las vanguardias, la poesía nativista y criollista cubana, la identidad, el concepto de migración y el exilio, en cuya formulación pueden rastrearse algunas marcas de lo femenino que hoy, más que nunca, acercan las dos orillas de un océano que nos une.

(Publicado en Cuadernos del Sur, 15 de junio de 2013, p. 7)

martes, 2 de julio de 2013

Joaquín Pérez Azaústre opina sobre "Las ventanas de invierno" en "Diario abierto"


La columna "Puerta de Toledo" del pasado 29 de junio, del escritor Joaquín Pérez Azaústre, está dedicada a Las ventanas de invierno. Podéis leer el texto íntegro si pincháis en el siguiente enlace a Diario abierto.

domingo, 30 de junio de 2013

Palabra descarnada: "Sentado junto al muro", de Rafael Antúnez


Bajo el título de "Palabra descarnada" me aproximo al último libro del poeta Rafael Antúnez, Sentado junto al muro. Podéis leer la reseña en el blog Poemofilia.

lunes, 24 de junio de 2013

"Fuera de campo", de Pablo García Casado




EN EL LÍMITE

Tras la desaparición de DVD, uno de sus buques insignia, el cordobés Pablo García Casado, entra en el catálogo de Visor. No es el primero ni será el último que realizará este camino. Con un revelador prólogo de Antonio Lucas, poeta y periodista de El Mundo, reúne bajo el cinematográfico título de Fuera de campo dieciséis años de creación poética, concretados en tres poemarios que, efectos de la brutal crisis que nos sacude, habían quedado fuera de las librerías: Las afueras (DVD, 1997), El mapa de América (DVD, 2001) y Dinero (DVD, 2007).  Al agruparlos, García Casado ha renunciado a retocar los poemas, que vuelven a los anaqueles comerciales como lo hicieron por vez primera. Es más, no solo no ha quitado textos o modificado los presentes, sino que ha añadido un poema a Las afueras y tres a El mapa de América. El conjunto se cierra con “5 variaciones”, muestra de una línea de trabajo actualmente en marcha en la que se limita a filtrar la realidad, ya sea seleccionando teletipos de CNN+ o recortes de prensa.
La aparición de Las afueras, homónimo de la columna literaria de Juan Bonilla, en un sello recién creado como alternativa a las grandes editoriales, en cuyos catálogos no había sitio para los autores más jóvenes, supuso el pistoletazo de salida para una nueva poesía joven que se encontraba, de inmediato, con el aplauso cómplice de la crítica y de un mercado deseosos de novedades tanto en los temas planteados como en la forma de abordarlos. Pero, como toda apuesta estética, la de García Casado no nacía de la nada, sino que hundía sus raíces en una tradición que cuenta con los norteamericanos Carver y Bukowski como referentes, y que en España ya había dado escritores como Fonollosa, Roger Wolfe o Karmelo G. Iribarren.
El conjunto, del que un año antes se había publicado un adelanto en El Ateneo Obrero de Gijón bajo el título de El poema de Jane, está compuesto por 48 poemas breves que rompen la secuencia versal tradicional y se imbrican en el día a día de una pequeña ciudad de provincias de finales de siglo pasado. En ellos, el poeta renuncia a hablar de sí mismo y prefiere presentar a una serie de personajes que protagonizan historias cotidianas.
Cuatro años después publicó El mapa de América, donde el poema se hace más extenso y narrativo y donde a las influencias anteriores debemos añadir la de Allen Ginsberg, autor de La caída de América. Concebido como una “road movie” construida sobre unos tópicos tomados de una determinada cinematografía y literatura norteamericanas, en él se combinan diferentes historias que tienen como enlace un coche y una de esas interminables carreteras que atraviesa EEUU. Este viaje tiene la intención de denunciar las contradicciones de la sociedad capitalista, simbolizada en un país generador de desigualdades sociales y de injusticia.
Con Dinero regresa al escenario más íntimo de su debut; sin embargo, el tiempo ha pasado y los adolescentes de entonces se asoman a la frontera de los 40 y sufren el paro, los despidos, la hipoteca, la incomunicación en la pareja, el divorcio… Con este libro da un paso más en la eliminación de fronteras entre poesía y narración y acude al poema en prosa, de carácter eminentemente narrativo, con lo que, en algunos casos, los textos caen dentro de ese género multiforme que es el microrrelato –no en vano, algún crítico, atendiendo al carácter unitario de las composiciones, ha definido el libro como “una novela fragmentaria”.
De sus tres libros, el más destacable me parece Las afueras, no solo porque supone una puesta en valor de una tradición hasta aquel momento marginada por las grandes editoriales, sino también por la frescura y la contundencia de unos versos extraídos de la realidad más cotidiana, por la efectividad de los recursos empleados, por la repercusión que ha tenido, en lo bueno y en lo no tan bueno, entre muchos poetas coetáneos que han visto en este libro un referente ineludible a la hora de canalizar el desencanto, el hastío, el relativismo… y porque en él ya está codificada una apuesta estética de innegable aliento ético que está situada en el límite, en la medida en que difumina las fronteras entre el verso y la prosa y presenta una serie de personajes marginales, es decir, ubicados en la periferia, en las afueras, la única posición desde la cual puede denunciarse el agotamiento de nuestra sociedad capitalista y consumista que nos engulle.

(Publicado en Cuadernos del Sur, 8 de junio de 2013, p. 6)

martes, 18 de junio de 2013

Vídeo de la presentación en Pozoblanco de "Las ventanas de invierno"

El pasado 6 de junio presenté en la Biblioteca Municipal de Pozoblanco Las ventanas de invierno, acompañado por Juan Bautista Carpio Dueñas (Concejal de Cultura) y Juan José Pérez Zarco (escritor). Un par de semanas antes hice lo propio en el Salón de actos de la Casa de Hermandades de Villanueva del Duque, junto a Julio López (Concejal de Cultura) y Miguel Barbero (Cronista Oficial de la localidad).
Vaya desde aquí mi más sincero agradecimiento a todos aquellos que han estado conmigo en tan larga espera y en tan feliz alumbramiento.
A continuación, os dejo un vídeo del acto en Pozoblanco, elaborado por Antonio J. Tamajón Flores. Dicho vídeo también podéis verlo en El Guijo de Los Pedroches.

miércoles, 12 de junio de 2013

"Las cosas se han roto. Antología de la poesía ultraísta"

    

ALGO MÁS QUE ULTRAÍSMO

Bajo el sugerente título de Las cosas se han roto (Vandalia, Fundación José Manuel Lara), Juan Manuel Bonet, escritor, crítico de arte y comisario de exposiciones, ha recogido algunos poemas y ha indagado en la vida, en no pocos casos desconocida, de sesenta poetas ultraístas, algunas de las cuales tienen un cierto aire novelesco que recuerda a los apócrifos de Borges, según Trapiello, quien califica el libro como “una verdadera novela de la poesía vanguardista.”
El ultraísmo es el primero de los ismos en España y nace como una reacción frente al modernismo imperante en la poesía desde finales del siglo XIX. El término fue acuñado en las tertulias del Café Colonial por Cansinos Assens, aunque Guillermo de Torre afirmó que “ultraísmo es sencillamente uno de los muchos neologismos que yo esparcía a voleo por mis escritos de adolescente. Assens se fijó en él, acertó a aislarlo, a darle relieve”.
Pese a que se trata de una corriente heterogénea en su génesis –en ella confluyen elementos tan dispares como el creacionismo de Huidobro, la poesía cubista, el futurismo, el dadaísmo, el expresionismo  alemán y, por supuesto, la obra del genial Ramón Gómez de la Serna- y de una extrema brevedad -comienza con las novedades parisinas importadas por Huidobro durante su segundo viaje a Madrid, en 1918, y se apaga en 1925-, supone una auténtica renovación de la literatura española en la medida en que trae a nuestra poesía –sobre todo a través de las revistas Grecia y Ultra- los principios estéticos que recorrían Europa, coloca en primer plano el mundo de las ciudades y del alegre frenesí que caracterizaba los años veinte, potencia el humor y se dispara la imaginación.
Semejante origen, unido al hecho de que algunos de los autores más significativos de esta tendencia -Gerardo Diego, Pedro Garfias, Juan Larrea o Guillermo de Torre- evolucionasen rápidamente hacia el creacionismo, ha podido llevar a Bonet a no distinguir entre ultraísmo y creacionismo.
El resultado es una obra interesante y profundamente documentada en la que, no obstante, el exceso de antologados puede provocar cierto recelo en el lector, que considerará prescindibles algunos autores de un movimiento que no solo fue silenciado y menospreciado por los elitistas poetas del 27 sino también por la mayoría de los propios ultraístas, quienes, con el tiempo, consideraron estos textos simples experimentos juveniles.

(Publicado en "Cuadernos del Sur", en Diario Córdoba, 9 de junio de 2012, p. 7)