En silencio. Alejado de las modas del momento. En los
márgenes del canon. En Córdoba. Ese es el ámbito en el cual Francisco Gálvez
(Córdoba, 1945) ha ido cincelando una voz genuina desde su debut con Los soldados en 1973, el mismo año en que fundó junto a José Luis Amaro y Rafael
Álvarez Merlo la revista Antorcha de paja,
hasta hoy.
Justo ahora que se cumplen cuarenta y cinco años de la
publicación de aquel poemario en El toro de barro, aparece en la prestigiosa
editorial valenciana Pre-Textos, dentro de su colección La cruz del sur, Los rostros del personaje (Poesía 1994-2015),
una extensa e intensa antología de sus últimos libros, que viene a ser una
continuación de Una visión de lo
transitorio. Antología poética 1973-1997, editada por Huerga y Fierro en
1988. Si en aquella ocasión se seleccionaban textos de sus primeros seis
poemarios -Los soldados (1973), Un hermoso invierno (1981), Iluminación de las sombras (1984), Santuario (1986), Tránsito (1994) y El navegante
(1995)-, en el presente volumen se destacan de los cuatro siguientes: El hilo roto. Poemas del contestador
automático (2001), El paseante
(2005), Asuntos internos (2006) y El oro fundido (2015). Además, vuelve a
incluirse Tránsito, reeditado en 2008
por la Diputación de Málaga en su reputada colección Puerta del mar, con
prólogo del añorado Eduardo García. Tal inclusión, pese al conflicto temporal
que provoca entre ambas antologías y pese a
difuminar la importancia de El
navegante, se sustenta en su concepción nuclear; no en vano, supuso una
nítida definición de su poética, al tiempo que marcó un nuevo itinerario,
caracterizado por una mayor amplitud temática, tonal y formal, mostrando al
poeta de cuerpo entero, en plena madurez. Semejante punto de inflexión vino
acompañado del acceso a algunas de las mejores editoriales del país
-Pre-Textos, donde han aparecido El hilo
roto y El oro fundido, e
Hiperión, en la cual vio la luz El
paseante, después de haber conseguido el Premio Ciudad de Córdoba “Ricardo
Molina”- y, por consiguiente, de una mayor atención por parte de la crítica.
Pero más allá de la justificación del propio antologado, quien afirma en la
“Nota del autor” que lo incluye “al considerar que es enlace entre un período y
otro, y principio de otro momento”, la presencia de algunos de los poemas con
los que consiguió el Premio Editorial Anthropos en 1994 permitirá al lector que
no lo haya leído con anterioridad hacerse una representación cabal de los
caminos explorados y del alcance de la travesía iniciada, a la par que muestra
el convencimiento de Gálvez de que toda evolución se produce siempre dentro de
una profunda continuidad, como puede observarse en la heterogeneidad de tonos y
temas que configuran cada uno de sus poemarios.
Los rostros del
personaje (Poesía 1994-2015) acaba de ver la luz precedido de un breve pero
certero prólogo firmado por Vicente Luis Mora, “Rostros en serie. La poesía de
Francisco Gálvez”, en el cual el crítico cordobés desgrana algunas de las
claves de la lírica galvesiana, así como el alcance de la misma y su relación
con la joven poesía cordobesa de los 90.
El acertadísimo título del volumen, tomado de una de las
partes de su más reciente poemario, El
oro fundido, coloca al lector frente al tema que sustenta su producción,
sobre todo, a partir de El paseante y
su afortunado ascendente El navegante:
la problemática del sujeto enunciador. Convencido de que el interés del poema
ya no está exclusivamente en el enunciado en sí, sino en el acto de habla que
supone, con lo cual involucra a un emisor y a un destinatario, el autor crea, a
lo largo de diez libros y de varias plaquettes,
una amplia y variada colección de
personajes poéticos, formados “de un rostro y otro sucesivo”, más o menos
alejados de su voz, que escudriñan lo cotidiano. De todas las máscaras elegidas
para que el ejercicio de definición sea fértil, la tercera persona ha sido la
más utilizada, al posibilitar un decir plural que desborda el ámbito de la
propia intimidad para alcanzar una intimidad compartida, con lo que la anécdota
individual deviene experiencia colectiva. De este modo, ante el espejo de lo
otro, que engendra al “yo” en un incuestionable acto de responsabilidad, este
puede iniciar un camino de conocimiento que le conduzca a tomar conciencia de
sí mismo, de sus límites y de sus grietas, de sus anhelos y de sus
frustraciones… El discurso queda abierto, así pues, a la alteridad, que
adquiere una importancia axial. Solo desde la asunción de esta relación
dialógica es posible la construcción de un yo poético imbricado en el otro. En
mi opinión, esta es la gran aportación de El
hilo roto. Poemas del contestador automático, un libro que, más allá del
posible deslumbramiento provocado por la presencia del motivo de la telefonía,
muestra la incomunicación y la soledad características de nuestra sociedad
actual, al tiempo que ahonda en la depuración, precisión y sugerencia del
discurso lírico.
Junto a este, los otros dos grandes núcleos temáticos de
toda su producción poética son la importancia de la mirada y la conciencia del
paso del tiempo. Para nuestro escritor, el poema es el espacio donde se produce
el desvelamiento de lo concreto y, paralelamente, el cambio de estado de la
experiencia en la palabra, de la reflexión en la emoción; y, para conseguirlo,
el discurso debe nacer de lo cotidiano, de momentos en apariencia
insignificantes que han de ser observados con precisión para bucear no tanto en
el hecho preciso, sino en los márgenes del mismo, donde se produce el asombro
necesario para que el acto de mirar fertilice lo contemplado y tenga lugar, más
allá de la simple apariencia, la revelación del enigma que sustenta el
engranaje azaroso de nuestra existencia. Así, el poema deviene la mirada de
quien escribe, pues su objetivo es hacer más visible lo visible, hacer que la
realidad se despliegue mediante el lenguaje poético y sea, por tanto, más
realidad.
En consecuencia, la dicción tiene que ser sobria y estar
sustentada sobre una sintaxis precisa y calculada, con una cuidada combinación
de metros blancos -que no tiene inconveniente en romper siempre que la
necesidad expresiva lo requiere-. Esta es la estructura ósea de un discurso
poético tejido entre la sutileza y la sugerencia como vía para activar el
pensamiento del lector. Sin perder de vista esta premisa, en los últimos
poemarios se atreve a experimentar con la puntuación, con el versículo e,
incluso, con el poema en prosa, en el cual encuentra el instrumento adecuado por el que hacer
discurrir el pensamiento de manera ordenada y progresiva. En este sentido, la
palabra galvesiana no descansa ni en la metáfora ni en la imagen, sino en la
observación y en la verbalización de la misma, con la intención de insinuar al
lector el misterio sobre el que se levanta el complejo andamiaje de la
cotidianidad.
El paso del tiempo, por su parte, ha sido abordado a través
de distintos motivos. Desde un inicial interés por la fugacidad, la pérdida o
la ausencia, Francisco Gálvez profundiza, con rigor y solvencia, en el motivo
del tránsito, que, según Eduardo García, alude a “la conciencia de la continua
transformación del mundo”, dando como resultado el poemario homónimo, que, en
palabras del escritor cordobés nacido en São Paulo, es una de los escasas
muestras de poesía metafísica existentes en nuestra lengua. Una vez asumido el
cambio continuo, el sujeto decide mirar con serenidad al pasado, a la memoria,
a la ausencia y al dolor sosegado provocado por ella, actuando la mirada de
cauce para el pensamiento, como se aprecia en algunos poemas de Asuntos internos y, sobre todo, en El oro fundido, donde se funde y
confunde con la realidad observada, al tiempo que realiza un ejercicio de
rememoración que no excluye la atención al presente, la reflexión sobre el
tiempo, la afirmación de la vida o la preocupación por la muerte.
En Los rostros del personaje (Poesía 1994-2015) se resumen, pues, algo más de veinte años de creación de un poeta que "no es todo lo conocido que merece", en palabras de Vicente Luis Mora, con quien coincidimos en el deseo de que la presente recopilación contribuya a que su obra alcance la difusión merecida. En este sentido, estamos convencidos de que la exhaustiva selección de textos, que respeta la estructura orgánica de cada libro al incluir las citas y mantener las partes en que se articula, servirá para que el lector se haga una idea bastante certera del alcance de una poesía concebida como un continuo ejercicio de resistencia, de honestidad y de compromiso con la palabra.
(Publicado en "Cuadernos del Sur", el 6 de octubre de 2018, p. 7)
Autor: Francisco Gálvez
Título: Los rostros del personaje
Editorial: Pre-Textos
Año: 2018
Autor: Francisco Gálvez
Título: Los rostros del personaje
Editorial: Pre-Textos
Año: 2018