La
obra de Antonio Cabrera (Medina Sidonia, 1958) es un caso insólito en los
tiempos que corren, en los que se han instaurado la juventud y la rapidez como
valores en sí mismos. Si atípico resulta publicar un primer poemario pasados
los 40, más lo es hacerlo con el premio Loewe bajo el brazo y con el
reconocimiento unánime de crítica, lectores e, incluso, colegas; si no es usual
que un debut literario muestre una voz propia y rotunda, menos lo es
convertirse, con tan solo cuatro libros, en uno de los poetas imprescindibles
de las últimas décadas.
Ahora,
la editorial Renacimiento publica, dentro de su colección “Antologías”, Montaña al sudoeste. La cuidada y
acertada edición corre a cargo del también poeta Josep M. Rodríguez, quien,
además, firma un interesante prólogo fragmentario, “Realidad y conciencia (Ocho
invitaciones a la poesía de Antonio Cabrera)”. De esta edición debemos señalar
que queda fuera la colección de haikus Tierra
en el cielo (2001), por ser, en palabras del propio antólogo, una “obra
demasiado cerrada y singular. Paréntesis. Rara avis”. De este modo, el volumen
se centra en la columna vertebral de su poesía: En la estación perpetua (Visor, 2000; Premio Loewe y Premio
Nacional de la Crítica),
Con el aire (Visor, 2004; Premio
Ciudad de Melilla y Premio de la Crítica
Valenciana) y Piedras
al agua (Tusquets, 2010), además de cinco poemas inéditos.
Dueño
de una poderosa voz personal, el poeta asidonense afincado en La Vall d´Uixó consigue
fundir en sus versos poesía y pensamiento sin la necesidad de recurrir a un
lenguaje oscuro y rebuscado ni a la letanía del versículo de carácter
visionario, sino que lo logra a través de la intensidad y de la exactitud de la
palabra corriente utilizada en el lugar exacto –dando como resultado una
condensación semántica que obliga a leer y releer el poema más allá de la
aparente sencillez-, de un cuidado verso blanco y de una auténtica y profunda
reflexión sobre las relaciones existentes entre el yo que contempla y el
fragmento de mundo contemplado en el que discurre su existencia, una naturaleza
plena, capaz de reconciliar al hombre consigo mismo y con las grietas del
entorno. Mirada y pensamiento se aúnan, pues, para crear todo paisaje, por lo
que este tiene, irremediablemente, una dimensión interior. Ante tal evidencia,
deben tomarse precauciones para no caer en la confesión sentimental (“canta el
alrededor, no hables de ti”) y llegar a una poesía meditativa –no debe ser
confundida con pensamiento, pues la palabra poética se sostiene sobre unos
principios distintos al pensamiento filosófico: “con la retina del conocimiento
no lo mires”-, nacida del desasosiego y de las interrogantes que conforman la
existencia, y sustentada en una profunda emoción, que es la vía para entender
el misterio del mundo, pues “comprendemos no por explicación, sino por
emoción”.
Así,
tenemos las tres palabras medulares de la obra de Antonio Cabrera, como
advierte Josep M. Rodríguez: emoción, mirada e inteligencia, cimientos sobre
los que se levantan poemas excelentes como “El obstáculo”, “Sobre un verso de
Stevens”, “Poesía y verdad”, “L´illa dels pensaments”, “Homenaje a Joan
Vinyoli”, “Participación”, “El cuidado del fuego”, “Montaña al sudoeste”, “El
alrededor” y “Avance de nube”.
Debemos,
por tanto, congratularnos de una publicación necesaria, con la que el lector
puede hacerse una idea bastante fiel de la altura, de la intensidad y de la
coherencia de una de las trayectorias más sólidas de la poesía del siglo XXI.
Autor:
Antonio Cabrera
Título:
Montaña al sudoeste
Editorial:
Renacimiento
Año: 2014
(Publicado en Cuadernos del Sur, 17 de enero de 2015, p. 6)