A continuación os dejo, las cinco primeras reflexiones que componen un texto fragmentario.
PERSONAL Y TRANSFERIBLE
La patria de todo escritor son sus lecturas.
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El quehacer del escritor nace de las incertidumbres que lo
definen y se convierte en un deambular a tientas por uno mismo con la intención
de intuir la complejidad de las relaciones establecidas con el fragmento de
mundo que le ha tocado vivir. En esta aventura
solitaria, quien escribe encuentra únicamente el asidero de la palabra,
que es lámpara y piedra con la que tropieza, sufriendo sus limitaciones y
contradicciones.
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La estructura ósea de un escritor es su biblioteca. Por eso,
desconfío de aquellos a los que les gusta ser fotografiados entre sus libros.
Siempre me ha parecido la impúdica radiografía de un alarde.
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Mi biblioteca es un rectángulo de apenas catorce metros
cuadrados cuyo perímetro se me escapa.
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En el indecoroso ejercicio de autodefinición que es toda
entrevista, siempre he dicho de mí que soy un lector que, de vez en cuando,
acude, por necesidad, a la escritura.